11

Se queda un rato a los pies de la colina y contempla el edificio alargado, cuyo color amarillo, a la luz fuerte del sol invernal, parece helado de limón. Los niños juegan con los trineos, las risas llegan hasta abajo, y tiene la impresión de que se deben oír en toda la ciudad.

Sube despacio, pasando junto a los niños que se lanzan con caras triunfantes pendiente abajo. Ha buscado a Rauna con la mirada, pero no parece estar con el grupo de los trineos.

Atraviesa los largos pasillos. De las paredes cuelgan estrellas de Navidad de papel y de cartón, y árboles de Navidad, triángulos verde oscuro con pequeños troncos. Encuentra a Rauna en la sala de estar. Sentada a la mesa con Hilma. Están haciendo un rompecabezas. Hilma canturrea y se balancea en la silla, mientras que Rauna ordena cuidadosamente las piezas del puzle con gran atención.

Se queda en el quicio de la puerta y las observa durante un buen rato.

—¿No vais a jugar con los trineos? —pregunta.

—Ya se lo había dicho yo, pero Rauna quiere terminar esta tontería de puzle —dice Hilma.

Rauna sonríe y le hace un gesto para que se acerque. Se aparta de la puerta y va hacia la mesa.

—Está casi terminado —dice Rauna, mirando alternativamente las piezas y la tapa de la caja del puzle, donde se ve la imagen completa.

Un arca de Noé. Leones, elefantes, jirafas, monos y un hombre con barba que espera, ya al timón, para zarpar. Hilma se pone de pie de un salto y pega la cara a la ventana, tras la cual están los niños deslizándose con los trineos. Rauna coloca las últimas piezas en el mosaico y contempla un rato la imagen, antes de ponerse a aplaudir.

—¡Listo! —grita.

—¡Y ahora, a tirarnos en trineo! —grita Hilma echando a correr.

—¿Nos miras? —pregunta Rauna.

Ella asiente.

Rauna salta y corre detrás de Hilma. Ella mira la imagen que han formado las manos de Rauna. Pieza a pieza, hasta que los elementos se han transformado en un todo. La acaricia con la mano. Entonces, sale despacio. Hilma y Rauna están esperando turno para coger dos trineos. A Hilma le toca uno marrón de madera, a Rauna, uno de plástico rojo.

—¡A ver quién llega antes abajo! —grita Hilma, y se tira con algo de ventaja por la pendiente. Rauna duda un momento; luego, se sienta cautelosamente y se da impulso. Una vez abajo, Hilma grita que ha ganado ella. Rauna asiente, se da la vuelta y mira hacia arriba, como buscando algo.

—¡Aquí, estoy aquí! —grita ella—. ¡Estoy aquí arriba y os he visto tiraros!

Saluda con la mano y Rauna le devuelve el saludo.