Capítulo 26

Lucas no gruñó, no actuó como una bestia territorial. Era suya y aquello formaba parte de lo que el clan necesitaba de ella. Calor humano, amor, afecto. A veces un simple beso era la mejor forma de dar afecto a los machos más fuertes. Ellos lo aceptarían en tanto que podrían rechazar las palabras de consuelo. Cómo lo sabía era un misterio para ella.

Cuando se alejó sintió una puñalada en el corazón. Dorian la miraba como si ella le perteneciera, como si estuviese seguro de ella, como si fuera uno más del clan. Y lo era.

Durante los próximos meses… hasta que arrastrase a Lucas consigo a la inconsciencia y luego a la muerte.

—Eso no es todo —dijo Hawke cuando Sascha se volvió de nuevo hacia él—. Nos hemos asegurado de que supieran que tenemos conocimiento de la violencia existente en la población psi. Enrique confesó ante la cámara sin problemas. Le gustaba hablar.

—No pueden consentir que eso salga a la luz. —Sascha observó a su compañero dirigirse hacia ella y sintió que algo suave y caliente se tensaba en su interior. La ira no era una barrera contra la pasión que su compañero podía despertar en ella—. El Silencio sería considerado un fracaso.

—Tal vez eso fuera algo bueno —dijo Tamsyn.

—Solo si existe algo que lo sustituya. Divulgar esa información sin contar con un modo de capear las consecuencias sería una irresponsabilidad. —Sacudió la cabeza.

—Una onda expansiva de esa magnitud podría mutilar a miles de inocentes. Cuando algo sucede en el plano psíquico, tiene sus efectos en el plano físico. —Ella lo sabía bien. Nada la había preparado para el calvario que había sufrido.

Lucas se colocó detrás de ella y la rodeó con los brazos, atrayéndola contra su cuerpo.

—Me pregunto cómo explicarán tu presencia fuera de la red.

—Les sugerimos que contaran a la gente que una alteración en su mente la hacía susceptible de emparejarse con un cambiante y que fue así como se desconectó. —Hawke se encogió de hombros—. A nosotros nos da igual siempre y cuando no la toquen.

—Esto va a revolucionar las cosas sin importar cómo lo hagan. —Los brazos de Lucas eran puro músculo a su alrededor. Nunca había sentido nada tan maravilloso.

Sascha sabía que los leopardos y los lobos habían logrado lo imposible: habían puesto freno al Consejo. Era una victoria agridulce.

Los lobos le pidieron a Sascha que fuera a su guarida tres días más tarde, escasos minutos después de que hubiera terminado de hablar con Nikita. Su madre le había informado de que había sido expulsada oficialmente de la familia Duncan.

—Ya no eres una psi. Tu mente es demasiado imperfecta. Ni siquiera podrías mantener la conexión con la PsiNet. Resulta obvio que nunca debiste formar parte de ella.

Conque era así como el Consejo lo estaba encarando.

—No, madre. Soy perfecta.

Nikita no se inmutó.

—El proyecto con DarkRiver… nos gustaría continuar con él. Permitimos que abandonaras la red debido a la extraña… conexión de Lucas Hunter contigo. No merece la pena romper los acuerdos comerciales con los gatos y los lobos por una psi imperfecta.

Sascha recibió el mensaje. Los negocios eran algo que todo psi podía comprender.

—No tenemos problemas en hacer honor al acuerdo. —Acto seguido finalizó la llamada y se permitió llorar. Lucas la abrazó, y cuando los lobos requirieron su presencia, no intentó impedir que hiciera lo que tenía que hacer.

—Brenna se muere —dijo Hawke en cuanto entraron en los túneles.

Sascha pensó en la increíble fortaleza que aquella vez había percibido en la oscuridad.

—No —se negó a dejar que aquella luz se extinguiera—. Llévame con ella.

Brenna estaba tendida en una blanda cama cubierta por una manta de color azul cerúleo. Tamsyn y otra mujer, que Sascha imaginó que sería la sanadora de los SnowDancer, estaban de pie hablando en voz baja en un rincón del dormitorio. Los ojos de Tammy le rogaron que hiciera algo.

Prometiendo para sus adentros que lo haría, Sascha miró de nuevo a Brenna. Le había cortado el cabello de forma brutal, como si su captor hubiera intentado despojarla de su feminidad. Tenía moratones cubriéndole el rostro y también alrededor del cuello, pero Sascha no los vio en absoluto. Lo que vio fue la titilante llama de la mente de Brenna.

Ahuecó sus manos de sanadora en torno a esa llama.

—No te rindas ahora, Brenna.

Silencio.

—Me conoces. No te haré daño.

—Me mentiste —susurró acusadora.

—¿Cuándo?

—Me dijiste que el clan vendría a por mí. —Dolor y traición—. Pero estoy sola.

Sascha parpadeó y miró a Hawke.

—¿Estaba consciente cuando la encontrasteis?

—No. Los médicos humanos dijeron que no podían hacer nada por ella, así que la trajimos a casa.

La habían tratado unos médicos humanos porque ninguno de ellos confiaba ya en los psi-m.

—No sabe que está en casa. Habla con ella. Tócala.

El lobo no discutió. Se acercó a la cama y comenzó a acariciar el rostro magullado de Brenna con conmovedora ternura, recordándole a un padre con su hija. Los dos hermanos de Brenna se unieron a él, uno le tomó la mano y el otro se arrodilló junto al lecho para acariciar su cabello de punta. Resultaba desgarrador ver a tres machos depredadores, acostumbrados a proteger a sus mujeres, tratando de ser fuertes mientras que el alma se les rompía en pedazos.

Sascha le susurró a Brenna dentro de la oscuridad de su mente.

—Estás en casa, Brenna.

—Es mentira.

—¿No los sientes? Hawke, Riley, Andrew… están aquí y te esperan.

Se hizo un silencio colmado de aterradora esperanza y Sascha se estremeció.

—Ellos te encontraron. Vengaron tu honor. —Estaba unida a un cazador alfa. Conocía el valor de la venganza, la importancia del honor, el poder de la lealtad—. No les hagas esperar más… creo que se les romperá el corazón.

—No puedo soportarlo más. —Las lágrimas teñían cada una de sus palabras—. ¿Y si esto es un sueño, si tú eres un sueño, y cuando me despierte le encuentro a él? Puede que nunca pueda escapar de él y estoy tan cansada.

Sascha pensó en quién había sido Brenna antes de haber estado con Enrique, en quién seguía siendo en lo más profundo de su alma. Pensó en Rina y en Mercy, en su fortaleza, en su orgullo.

—Tienes tanto coraje que eso me hace sentir humilde, y luchaste con bravura. Si deseas dormir el sueño eterno, nadie te juzgará por ello. Te has ganado tu merecido descanso.

—No quiero morir.

—Pues elige vivir. —Sascha no estaba mintiendo. Había dicho la pura verdad: Brenna se había ganado su derecho a morir—. Te echamos de menos.

—¿Quién eres?

—Soy Sascha, compañera de Lucas Hunter y una sanadora de los DarkRiver.

Ya no era una mujer que no perteneciera a ninguna parte, ya no formaba parte de una raza que la habría castigado por su don. El orgullo se reflejaba en su voz.

Aceptada, más que aceptada por su nueva familia, jamás lloraría por quien antaño había sido.

—Sascha, estoy rota.

—También yo lo estaba, Brenna. —Extendió los brazos y acogió en ellos el espíritu luchador de la joven—. Lo que está roto puede arreglarse.

—Ayúdame —le dijo con determinación. Aquella titilante llama se convirtió en una esbelta columna de pureza—. No sucumbiré a la muerte. Ayúdame a despertar a la realidad… sea cual sea.

El orgullo que sentía por el coraje que demostraba aquella mujer se mezcló con la angustia que le provocaba el dolor que había sufrido, pero Sascha dejó que ella sintiese solo lo primero.

—Estoy aquí.

Guió lentamente la mente quebrada de Brenna a través de los jirones de su espíritu.

—¿Podrá arreglarse esto algún día? —preguntó Brenna, consciente de la magnitud del daño que le había sido infligido.

—He nacido para sanarte.

Sanaría a Brenna aunque le llevara hasta el último segundo del tiempo que le quedase en este mundo.

—Llévame a casa, Sascha.

Sascha abrió los ojos puede que una hora más tarde de hablar con Hawke y se encontró sentada en la cama a la vera de Brenna, con la mano de la joven en la suya.

No recordaba cómo se había colocado allí ni tampoco haber entrelazado la otra mano con la de Lucas. Los hermanos de Brenna y Hawke rodeaban la cama mientras tocaban a la joven allá donde podían.

—Despierta, Brenna. —Sascha la besó suavemente en la frente. Cuando se enderezó, los párpados de la cambiante se agitaron y luego se abrieron. Unos ojos desconfiados se clavaron en los de Sascha. Con una sonrisa, esta le dijo—: Hola, dormilona.

Ella parpadeó. Uno de sus hermanos ahogó un sollozo y se colocó rápidamente delante de Sascha para tomar el rostro de Brenna entre sus manos con infinita ternura.

—¿Bren? Maldita sea, Bren, estábamos muertos de preocupación.

Por encima de la cabeza de Riley, Sascha se encontró con unos ojos castaños rebosantes de una dicha tal, que casi resultaba cegadora. Se levantó de la cama y dejó que Lucas la abrazara. Era el turno de los lobos para sanar a Brenna, envolverla con su amor y su afecto. Sascha regresaría para ayudarla a reparar su mente y su alma, pero era suficiente por un día.

—Vámonos a casa —le dijo a Lucas.

Él le acarició la mejilla con los nudillos y le dio un beso en la nariz.

—¿Sigues enfadada, querida Sascha?

—Sí.

Le abrazó con fiereza. Viviría con la culpa todos los días del resto de su vida por haberle condenado a muerte.

Una semana más tarde, Sascha cogió a Julian en brazos y le frotó la barriguita. El cachorro gruñó y le pidió que siguiera. Riendo, ella le dio lo que quería. Tammy estaba fuera de la ciudad ese día y cuando le pidió que cuidase de los pequeños, no lo dudó ni un instante. Se habían presentado en la guarida de Lucas como dos adorables muchachitos ataviados con vaqueros y camiseta, pero al cabo de unos minutos, los encontró como dos cachorros mordisqueándole las botas.

—Parece que os lo estáis pasando bomba —dijo Lucas desde la puerta con una sonrisa tirante en los labios.

Ella sabía que la razón de esa tensión era ella. Estaba realmente furiosa con él por lo que había hecho y Lucas lo sabía. ¿Cómo no iba a saberlo? Estaba conectado a ella.

Le contempló mientras este cogía a Roman y permitía que el cachorro arañara de forma juguetona su camiseta a la altura del pecho y supo que tenía que dejar atrás la ira.

¿Cuánto tiempo les quedaba? Un mes, tal vez dos. Su hombre era extraordinario y sabía amar, sentir, luchar por su compañera con todas las emociones que albergaba en su interior. Si no hubiera luchado con tanto empeño, si no la hubiera obligado, no sería el hombre al que adoraba con tanta desesperación.

—Te quiero, Lucas —susurró.

Sus ojos se volvieron felinos.

—¿Has guardado las garras, gatita?

Sascha asintió.

—Me alegro mucho por ti.

Lucas parecía querer acercarse y besarla hasta que suplicara clemencia. Salvo que tenía dos revoltosos cachorros en brazos. Se miraron el uno al otro y rompieron a reír.

Comenzaron a vivir.

Aquella noche Sascha le pidió que se transformase para ella. Sin pronunciar palabra alguna, Lucas se despojó de la ropa y el mundo se convirtió en un resplandor multicolor.

Era tan hermoso que sintió que el corazón dejaba de latirle. Parpadeó, y cuando abrió de nuevo los ojos, un enorme felino de presa yacía a su lado sobre la cama.

Pese a saber que era Lucas, estaba un poquito asustada. Pero no tanto como para desaprovechar la oportunidad. Contuvo el aliento y le pasó los dedos por el sedoso pelaje de la espalda. No existía sensación que pudiera compararse con aquella. Dado que estaban conectados, le había sentido correr, había sentido su felicidad en el viento y en los bosques, había sentido a la pantera. Pero jamás había tocado al animal de un modo tan íntimo.

Cuando de él escapó un sonido muy similar a un ronroneo, Sascha se echó a reír.

—Te gusta que te acaricien, da igual que sea en forma humana como en forma de pantera.

La pantera le mostró los dientes y, bajo sus manos, comenzó a brillar un destello de luz. Con el corazón en la garganta, se quedó completamente inmóvil hasta que Lucas estuvo desnudo a su lado, el exótico tatuaje de la parte superior del brazo era como un recordatorio de la naturaleza salvaje que habitaba en su interior.

—¡Vaya!

—Naturalmente. Soy la criatura más hermosa que hayas visto jamás —bromeó con una sonrisa petulante.

Riendo, dejó que él le tomase el pelo, que le enseñase a vivir el momento, a amar sin miedo y sin remordimientos, que simplemente le enseñase a ser.

—Algo no va bien —le dijo pasado otro mes.

Lucas le puso la mano en el pecho por debajo de la sábana y le echó una pierna por encima.

—¿El qué? —ronroneó en la oscuridad.

Su cuerpo ardía ya por él.

—Nunca me he sentido mejor. Tú lo mismo. Todos los síntomas físicos que tenía han desaparecido y no creo que vayan a reaparecer —repuso Sascha.

—¿Eso es un problema? —La diversión de Lucas era obvia. Movió lentamente la mano en círculos sobre su pecho.

Sascha consintió que sus sentidos sucumbieran, se derritió por él.

—Hablo en serio. No deberías poder mantener mi mente… alimentada y encontrarte tan bien.

Él dejó de acariciarla y deslizó la mano por sus costillas. Sascha sabía que había percibido su tono serio.

—¿Crees que se trata de la calma que precede a la tormenta?

—No. Deberías estar consumiéndote de forma gradual. —Levantó la vista hacia el techo, donde las hojas cubrían el espacio. A Lucas no le suponía un problema que el bosque se apoderase de su casa y ella comenzaba a aceptarlo también, aunque de vez en cuando le entraban ganas de dejarlo todo impoluto—. ¿Te importaría que realizase una exploración de nuestras mentes?

Era la primera vez que le había pedido eso desde aquel primer momento de unidad absoluta que habían experimentado.

—Ya sabes todo lo que hay que saber, gatita.

—No lamento que Tammy me lo contara —dijo con rebeldía.

Finalmente habían hablado sobre la familia de Lucas varios días antes y Sascha había abrazado a su cazador mientras él recordaba. Aquellas heridas eran ya cicatrices, pero no de las que se gangrenaban; sus cicatrices ocupaban un lugar en su alma. Eran una marca de aquellos a los que había perdido.

Él gruñó contra su cuello y le frotó la barba incipiente sobre la sensible piel.

—Eso pensaba. Las dos estáis muy unidas. —No había ira en él—. Explora.

Inspiró profundamente, cerró los ojos y desplazó de forma inconsciente el cuerpo hasta quedar casi cubierta por el de Lucas. Cuerpo y mente en sintonía. Cuando abrió el ojo de su mente en el plano psíquico y echó un vistazo, no vio el espacio estrellado al que estaba acostumbrada. Ni tampoco vacío y oscuridad. En cambio vio una red. En el centro de la red se encontraba la luz de Lucas, fulgurante como la de un cardinal, pero de algún modo más pura, más intensa, caliente en vez de fría.

Su luz estaba rociada por chispas de todos los colores del arco iris y Sascha supo que esa era ella. Tuvo deseos de sonreír. Estaba haciendo lo que siempre había dicho que haría si se liberaba: infectar todo a su alrededor. Sin embargo, ahora comprendía que las chispas de ese arco iris tenían la propiedad de sanar. Era la ausencia de esas chispas en la PsiNet lo que había convertido a los psi en seres crueles, incapaces de diferenciar el bien del mal.

Todas las partes de esta red rebosaban color.

«Red.»

—¿Cómo puede existir una red formada solo por dos? —dijo en voz alta.

Lucas le acarició el cuello con la nariz y le recorrió el cuerpo con las manos, aferrándola a él solo con su contacto, en tanto que Sascha le pasaba las manos por la tibieza de aquella espalda sedosa al tiempo que seguía las conexiones de la red; al final de una de ellas ardía una luz que resultaba femenina al contacto y que, sin embargo, poseía una fortaleza marcial. Los extremos de otras dos se unían a sólidas estrellas masculinas, llameantes como una bola de fuego.

De una de esas estrellas masculinas partía otro enlace de la red. Y al final del mismo había una suave y hermosa llama que era puro amor. Sorprendentemente, aquella luz tenía dos pequeños y relucientes faros que surgían de ella. Los enlaces de esos dos se conectaban con la estrella masculina.

Otro enlace partía de Lucas hacia una luz magullada y maltrecha, pero que sanaba lentamente gracias a los arco iris que la impregnaban de manera solapada. Y la última luz era de algún modo única, dorada y salvaje, pura como la de Lucas, pero tentadoramente diferente.

—Estás conectado a otras cinco —susurró.

—Por supuesto —farfulló él contra su cuello—. Los centinelas hicieron un juramento de sangre.

Abrió los ojos como platos por la sorpresa. Mercy, una mujer soldado. Clay y Nate, pura fuerza. Era el enlace de Nate al que se le unía otro: el de Tamsyn, su compañera.

Dorian, quebrado pero sanando. Vaughn, jaguar y no leopardo. Estudió con más atención su propia estrella cardinal.

Ahí estaba, encerrada dentro de la luz de Lucas, la lluvia de arco iris brotaba de él hacia el exterior. No le hacía daño. De hecho, parecía que eso le hacía más fuerte, como si ella estuviera reparando las más diminutas fisuras. Eso no significaba que Lucas no pudiera sentir emociones negativas, solo que era capaz de ver más allá de ellas.

—Lucas —dijo, empujándole de los hombros hasta que él se incorporó y la miró con aquellos felinos ojos de cazador.

—¿Qué sucede? —Su cuerpo se tensó.

—Nada —susurró y comenzó a temblar—. Nada. ¡Todo es perfecto!

—Gatita, me estás asustando. —Se inclinó para besarla—. ¿Qué has visto?

—Eres parte de una red, Lucas. La retroalimentación que me das está reforzada por los centinelas y por Tamsyn.

Lucas reflexionó por un momento.

—¿El juramento de sangre vincula a los centinelas conmigo a nivel psíquico?

—En cierto modo —dijo Sascha—. No entiendo cómo… nadie ha visto esto nunca antes… los psi no saben que los cambiantes pueden vincularse de ese modo. —Una parte de ella deseaba compartir aquel emocionante descubrimiento, pero otra parte mayor deseaba mantenerlo en secreto, pues se trataba de un arma como no había otra—. ¿No lo sabías?

—No. Sabía que los centinelas me entregaron su lealtad, pero nosotros no somos psi.

—Tienes potencial psi. Todo el mundo lo tiene. No olvides que… todos empezamos con el mismo material básico. —Frunció el ceño—. Sienna Lauren tenía razón.

—¿Por qué Tamsyn está en la red? —preguntó Lucas para responder, acto seguido a su propio interrogante—: Está enlazada a Nate a través del vínculo de pareja.

¿Y los cachorros?

—También están ahí.

—¿Por qué no están padres y hermanos?

—Eso me pregunto yo, pero diría que los padres no están porque esos son lazos que rompemos cuando crecemos. Los amamos, pero ya no estamos entrelazados. Es probable que los cachorros se desconecten con la edad. —Adoptó una expresión ceñuda—. Quizá los lazos fraternos no sean lo bastante fuertes. Por lo que veo, solo los vínculos de pareja y el juramento de sangre funcionan.

—Eso puedo entenderlo. Emparejarse es algo psíquico en cierto nivel. El juramento de sangre… bueno, imagino que existe una razón para que se transmita con el curso de los siglos.

Sascha miró de nuevo la red y se aferró a los bíceps de Lucas.

—Los Lauren se equivocaban en una cosa.

—¿En qué?

—¡Esto es asombroso! Aunque soy el único psi, existe un efecto potenciador. Nuestra red rebosa de energía. —No se explicaba cómo, pero ahora tenía toda una vida para descubrirlo.

Ambos guardaron silencio durante un rato.

—Sascha, ¿qué significa esto?

—Que estamos a salvo —susurró sin poder dar crédito—. Siete mentes adultas abastecen la red… proporcionándome lo que necesito. Es más que suficiente.

Lucas la atrajo contra su pecho y se puso boca arriba.

—¿Estás segura?

—Sí. —Le besó en el pecho, en el cuello, en la barbilla—. ¡Sí! Gracias por ser más terco que una mula.

Lucas no le devolvió la caricia, sino que la abrazó con tanta fuerza que Sascha apenas podía respirar.

—Casi te matas sin motivo.

—No, Lucas. —Le devolvió el apretón—. Estoy con vida gracias a ti. Así es como voy a recordarlo siempre.

—Va a llevar mucho tiempo que te perdone. —Sascha deseaba gritar de alegría—. Tenemos todo el tiempo del mundo.