Capítulo 22

—Nunca hubo un modo de sacarme —le dijo—. Mis escudos están a punto de venirse abajo. Mi plan no cambiará ese futuro, tan solo acelerará el proceso. —Al ver que él guardaba silencio, tiró de la tela de la camiseta de Lucas—. Tengo que hacer esto. Tengo que intentar salvar a Brenna. —Se le quebró la voz—. Deja que muera con honor.

Todo su cuerpo rechazaba la idea de que ella muriese para salvar a otra persona.

Esa persona no era más que un nombre, una imagen. Pero ella era Sascha Duncan, su compañera.

—No.

Sascha se sobresaltó ante la rotundidad de aquella respuesta. Parecía que Lucas ni siquiera estaba considerando la posibilidad.

—Si Brenna muere jamás me lo perdonaré.

—No me importa —repuso implacable.

—Hawke irá a por ti.

—No lo hará. —La pantera comenzaba a asomarse a su mirada—. Los lobos también se emparejan de por vida. Él sabe que no puedo sacrificarte a cambio de la joven de su clan. Ella no significa nada para mí. —Sus ojos ya no eran humanos.

Sascha trató de zafarse de su abrazo, pero él no la soltó.

—No tienes derecho a decidir sobre esto.

—Tengo todo tipo de derechos sobre ti.

—¡Mi madre, Lucas! Mi madre está amparando a un asesino. ¿Cómo crees que eso me hace sentir? —La vergüenza era su constante compañera.

—Nikita aportó solo la mitad de tus genes —replicó—. ¿Acaso ha sido alguna vez una madre para ti? No te castigues por su culpa. A ella eso le traerá sin cuidado.

Sascha alzó la cabeza ante aquel golpe.

—A mí sí me importa.

—A mí me importa. Tú me importas.

Y así siguieron. Discutieron durante gran parte de la noche. Sascha estuvo tentada de poner el plan en práctica sin su consentimiento. Sin embargo sabía que eso sería una pérdida de tiempo, pues seguía necesitando una maniobra de distracción.

Una distracción en el plano físico en teoría podría funcionar si era a gran escala, captando la atención de las mentes de San Francisco y de las áreas colindantes. Si los DarkRiver y los SnowDancer trabajaban en equipo podrían provocar un sinfín de sucesos que coincidieran y sembraran la confusión.

Dado que el asesino tenía que estar cerca, y habida cuenta de su costumbre de devolver a sus víctimas a un lugar familiar para las mismas, era probable que bastara con eso. La PsiNet era enorme e infinita, pero la localización física de un psi influía en la rapidez con la que él o ella podía acceder a otra mente. Era algo relacionado con las conexiones… los enlaces.

Estaba convencida de que el asesino al que pretendía cazar se sentiría obligado a ir a por ella, un señuelo tan apetitoso para sus violentas necesidades y que estaba fácilmente a su alcance. Lo único que Sascha necesitaba era un leve atisbo. Con sus habilidades empáticas debería ser capaz de detectar casi en el acto la vileza de la rabia que le dominaba.

Su plan podía funcionar. Por desgracia, necesitaba que los cambiantes cooperasen. Pero Lucas no cedía, y sin su consentimiento, sabía que nadie la ayudaría. Incluso los lobos se mantendrían al margen, aunque era la vida de uno de los suyos la que corría peligro.

Luchó contra la pantera con toda su fuerza de voluntad.

Y fracasó.

Al día siguiente, mucho antes de que amaneciera, Hawke telefoneó para decir que los SnowDancer podían ocuparse de crear la maniobra de distracción que necesitaban.

—¿Cómo? —preguntó Lucas a pesar de que le traía sin cuidado.

Mientras Sascha tuviera que morir para que el plan diera resultado no iba a dejar que se llevara a cabo. En esos momentos no podía pensar en ninguna de las otras cosas que le había revelado… «Mis escudos están a punto de venirse abajo.» No permitiría que nada acelerase el proceso, no hasta que hubieran hallado un modo de protegerla del Consejo.

Hubo un breve silencio en la línea.

—Me parece que es mejor que te acerques hasta aquí. Trae a tu psi contigo.

Lucas conocía la ubicación exacta de la guarida de Hawke y, de igual modo, sabía que estaba custodiada las veinticuatro horas del día por lobos que no dudarían en lanzársele a la yugular.

—Vía libre —le recordó a Hawke.

—No me insultes, gato. Yo no falto a mi palabra. Ven tan pronto como puedas… el clan se está impacientando. Si no vamos a actuar en la PsiNet, daré la orden de que acaben con todos los psi de alto rango que puedan.

—Nosotros ya tenemos a gente en posición cerca de las residencias de cada uno de los consejeros, da igual dónde vivan. Alguien hablará si haces sangrar a los suficientes. —Lucas colgó.

—¿Qué te ha dicho Hawke? —preguntó Sascha con voz adormilada.

Lucas se volvió y la encontró sentada en la cama detrás de él. Deseaba mentirle, protegerla, pero ya habían dejado eso atrás.

—Dice que puede crear una distracción.

Sascha frunció el ceño.

—Esa es la parte más crítica del plan —farfulló—. Con una distracción en el plano físico siempre cabe la posibilidad de que no podamos desviar a suficientes mentes psi como para darle ventaja al asesino. Me pregunto qué es lo que va a sugerir Hawke.

Lucas deseó agarrarla por los hombros y zarandearla. La parte más crítica del plan era aquella de la que pendía su vida.

—Vístete. Vamos a casa de Hawke.

Quince minutos después se reunieron abajo. Lucas le dijo a Nate y a Mercy que se quedaran para proteger la casa franca.

Tamsyn frunció el ceño.

—Ahora solo quedo yo aquí. ¿Por qué no dejas que os acompañe y así no tienes que apostar a dos centinelas aquí?

—Eres nuestra sanadora. —Lucas le acarició la mejilla. Había sido severo con ella la noche anterior—. Necesitamos que estés a salvo para que puedas curarnos si algo sale mal.

Tamsyn apretó los dientes, pero no dijo nada; en vez de eso le abrazó.

—Cuídate.

La guarida de Hawke estaba situada en el corazón de Sierra Nevada, casi a nivel subalpino. Lucas recorrió el camino prácticamente invisible en su todoterreno, maldiciendo cada vez que las ramas arañaban los laterales del vehículo.

—Si yo no estuviera, tú y los tuyos podrías haber venido corriendo —dijo Sascha contemplando la luz grisácea de primera hora de la mañana. El día había despuntado durante el trayecto.

—Si tú no estuvieras, no habríamos tenido una sola posibilidad de salvar a la chica.

El inesperado pitido de su agenda electrónica rompió el breve silencio. Sascha echó un vistazo al mensaje.

—Es mi madre. La ignoraré. Si me pregunta le diré que me olvidé la agenda.

—¿Y Enrique?

—Tengo el presentimiento de que está demasiado ocupado siguiendo el curso de la búsqueda del asesino realizada por la MentalNet. —Se inclinó hacia delante y entornó los ojos—. No puedo verlos.

—Por supuesto que no. Ese es su trabajo.

Después de que hubieran dejado su vehículo a poco más de tres kilómetros, Vaughn y Clay corrían ahora junto al coche mientras se internaban en el territorio de Hawke. Eran muy capaces de infiltrarse en la guarida de los SnowDancer y ya lo habían hecho anteriormente con Lucas a su lado. Dorian había llegado antes que ellos, había dejado el coche y subido a los árboles. Ya había llamado a través de una línea segura para informarles de que estaba situado encima de la guarida.

—¿Es esa la casa? —Sascha señaló hacia los muros apenas visibles de una gran cabaña medio escondida por los troncos de los abetos que bordeaban la ladera que ascendía hasta el claro.

—No. —Sonrió ante la astucia de los lobos—. Pero no cabe duda de que ha engañado a un montón de posibles atacantes.

—¿Es una tapadera? Pues parece real.

—Es real. Solo que no es su guarida. —Rodeó la casa y detuvo el coche—. No salgas hasta que esté a tu lado.

Por una vez no discutió.

—Este es tu mundo, Lucas. Yo soy una novata.

Lucas ahuecó la mano sobre su mejilla en una fugaz caricia antes de bajar del coche y rodearlo hasta la puerta del pasajero. Ningún lobo le atacaría por la espalda, del mismo modo que Dorian jamás dispararía a un lobo desarmado desde su posición en la copa del árbol. Eran animales, pero ambos clanes tenían un sentido del honor que los psi jamás comprenderían. Si luchaban, lo harían cara a cara, cuerpo a cuerpo, no con la bala de un francotirador.

Pese a todo, no iba a arriesgar la vida de su compañera. Olfateó el aire para asegurarse de que Vaughn y Clay estaban con él. Tal y como esperaba, al olor de ambos se había unido el de varios lobos. Ninguno de ellos se aventuraba a acercarse demasiado. Eso estaba bien. Abrió la puerta de Sascha y esta se apeó del vehículo.

Lucas cerró la puerta.

—Mantente detrás de mí —le dijo colocando su cuerpo a modo de escudo.

—Puedo sentir cinco firmas emocionales que no conozco —susurró en voz muy baja.

Lucas enarcó las cejas.

—No sabía que podías hacer eso.

—He estado practicando. —Parecía estar casi orgullosa de sí misma, como si estuviera dejando atrás el miedo a ser imperfecta—. Vaughn y Clay nos están cubriendo, uno por delante y otro por detrás.

—Vamos.

Lucas emprendió camino hacia el bosque, que parecía extenderse infinitamente, los oscuros abetos verdes estaban tan cerca unos de otros que tapaban el sol.

Caminaron durante cinco minutos antes de encontrar el sendero practicado y medio oculto por hojarasca y otros restos forestales esparcidos con sumo cuidado.

—Normalmente —le dijo a Sascha— si uno llega tan lejos, habría un comité de bienvenida esperándole. No se ha encontrado jamás ni un solo hueso de los desaparecidos. —El depredador que había en él apreciaba la eficacia de los lobos.

—¿Crees que se los comen?

Aquel intento de bromear con algo tan escabroso por parte de Sascha puso una sonrisa en los labios de Lucas.

—Qué va. Alimentarse de carroña humana está muy por debajo incluso de los principios de los lobos.

Sascha le puso la mano en el hombro y parte de su tensión se relajó. Su compañera comenzaba a confiar en él a un nivel tan profundo que ni siquiera era consciente de ello. Al cabo de treinta minutos llegaron al final del sinuoso sendero y se toparon con la escarpada pared de piedra de una montaña que daba la impresión de elevarse hasta el cielo.

Parecía que el sendero se acababa abruptamente, una ilusión que había protegido a los SnowDancer durante años.

—Abre, Hawke. —Dejó que su voz se escuchara alto y claro. Leopardos y lobos eran su único público.

Unos segundos más tarde, comenzó a abrirse una grieta en el pie de la montaña como por arte de magia. La «puerta» se deslizó hacia atrás lo suficiente para permitirles el paso. Lucas podía sentir la fascinación de Sascha por aquella estructura, pero aguardó hasta que estuvieron dentro para hablar. La puerta se cerró sin dejar el menor indicio de que hubiera sido abierta.

El grito ahogado de Sascha reverberó en las paredes de piedra mientras las luces se encendían a su alrededor iluminando un largo túnel bellamente pavimentado con piedras de río. Toda superficie estaba adornada por pinturas, el artista había usado la roca de los túneles como lienzos en los que se presentaban paisajes naturales, lobos corriendo y las distintas facetas del bosque. Había algo hipnóticamente hermoso en las imágenes. Bello y peligroso.

—Bienvenidos. —Hawke salió de las sombras y enarcó una ceja—. ¿Dejo entrar a tus centinelas?

—No es necesario. —Lucas sonrió. Vaughn y Clay ya estaban dentro. Dorian tenía que permanecer fuera.

Los ojos de Hawke no revelaron nada, pero Lucas sabía que el otro alfa estaba cabreado porque su gente se las hubiera arreglado para entrar… otra vez.

—¿Tienes la bondad de contármelo?

—Todo el mundo necesita sus secretos. No me irás a decir que tú no puedes entrar en nuestras casas francas.

Hawke frunció el ceño.

—¿Y qué hay de la confianza mutua?

Sascha rió y ambos hombres se volvieron para mirarla; pantera y lobo estaban fascinados con la absoluta pureza de aquel sonido. Lucas cayó en la cuenta de que era la primera vez que la había oído reír. Su posesiva necesidad se intensificó hasta tornarse en dolorosa ternura. Sascha significaba para él más de lo que ella jamás llegaría a saber. Si moría, su corazón moriría con ella.

—Sois como dos animales salvajes que no están seguros de creerse la oferta de paz del otro. Me pregunto cuánto tiempo vais a seguir tanteándoos hasta que os decidáis. —Sacudió la cabeza y una chispa de femenina diversión centelleó en aquellos extraordinarios ojos. En aquel momento ella era todo cuanto ansiaba la bestia que moraba en él: mujer y pasión, risa y juego, sensualidad y deseo.

Lucas sintió que Hawke inspiraba hondo. Cuando miró de nuevo al lobo leyó un sencillo mensaje en su rostro: si ella no fuera tuya…

—Pero lo es —repuso Lucas de depredador a depredador, de alfa a alfa.

Sascha, que estaba contemplando de cerca una de las pinturas, no se enteró de nada.

—Son preciosas, Hawke. —Se volvió hacia él—. ¿El artista es de tu clan?

El semblante de Hawke pareció endurecerse hasta que su expresión se tornó tan insensible como la roca sobre la que estaba la pintura.

—Lo era. —Hizo un gesto con la cabeza—. Vamos.

Los ojos atribulados de Sascha se enfrentaron a los de Lucas cuando este la tomó de la mano y sacudió la cabeza; él no sabía nada acerca de la artista.

—¿Viven bajo tierra? —preguntó Sascha después de que hubieran caminado durante cinco minutos adentrándose con paso firme.

—Algunos sí. Esto hace las veces de cuartel general del clan.

Antes de que los SnowDancer infundieran tanto temor como en esa época, grupo tras grupo había intentado encontrar la guarida a fin de acabar con ellos. Todos habían fracasado. Hasta que llegaron los DarkRiver. Lucas y sus centinelas no solo habían encontrado el lugar, sino que se habían infiltrado en él. El único propósito había sido el de dejar un mensaje conciso:

«No nos hagáis nada y nosotros no os lo haremos. DR.»

Un día después habían encontrado una respuesta en la guarida de Lucas.

«De acuerdo. SD.»

En ocasiones era estupendo ser un animal. En el mundo de los psi, e incluso en el de los humanos, tales negociaciones podrían llevar meses. En los años que siguieron a aquel contacto inicial, habían empezado a avanzar poco a poco y con desconfianza hacia una relación más viable. Pero aquella sencilla regla seguía vigente: no nos hagáis daño y nosotros no os lo haremos.

Hawke giró a la derecha por delante de ellos.

—¿Qué hay a la izquierda? —preguntó Sascha mirando hacia ese corredor.

—Viviendas.

La primera vez que se colaron en los túneles, los DarkRiver se habían cerciorado de que los SnowDancer supieran que habían estado cerca de los hogares de sus cachorros y que se habían marchado sin causar mal alguno. No había mejor muestra de amistad que esa.

Minutos después llegaron a otra bifurcación. Los corredores partían en varias direcciones. Al frente podían verse cuartos abiertos y a gente yendo de un lado para otro. Hawke los condujo por el corredor que quedaba más a la derecha y se detuvo delante de una puerta cerrada.

A su lado, Lucas sintió que el cuerpo de Sascha se quedaba completamente inmóvil.

—Hawke —dijo con un deje extraño en la voz—, ¿qué es lo que puedo sentir tras esa puerta?

Aquellos ojos gélidos se clavaron en los de ella.

—Ahora lo verás. —Hawke abrió la puerta y entró.

Lucas pasó delante de Sascha, con todos sus instintos preparados para encontrarse con problemas. Vaughn y Clay estaban cerca después de haber tomado forma humana y haberse vestido con ropa robada para despistar a los lobos de su rastro. Sería difícil salir si algo sucedía. Difícil pero no imposible. De lo contrario Lucas jamás habría llevado consigo a su compañera.

Sin embargo, no estaban preparados para lo que les aguardaba en la habitación.

Había cinco personas de distintas edades sentadas en torno a una gran mesa circular.

No olían como los lobos. Entonces, una de ellas levantó la cabeza y Lucas se encontró mirando unos ojos estrellados.

—¡Santo Dios! —Permitió a Sascha entrar, pero dejó la puerta abierta.

Sascha supo quiénes eran esas cinco personas nada más verlas; Nikita le había contado los detalles del caso.

—La familia Lauren —susurró.

Nunca supo las edades de los cinco psi que habían desaparecido en territorio SnowDancer, nunca esperó que hubiera niños entre ellos, porque ni siquiera después de todo cuanto había averiguado había estado dispuesta a admitir que su propia gente sería tan canalla como para volverle la espalda a las criaturas más inocentes.

Los dos mayores eran varones, uno con el cabello rubio oscuro, el otro con el cabello del intenso color del chocolate. Ambos con ojos normales. El hombre rubio parecía rondar los cuarenta, pero el otro estaba más próximo en edad a Sascha.

También había una adolescente de pelo rojo oscuro y los ojos de una psi cardinal.

Estaba sentada de forma protectora junto a un muchacho que tenía los mismos ojos y tipo de pelo. Por último, había una niña de unos diez años sentada entre los dos hombres.

Tenía la melena de un tono rubio rojizo y la esencia de un poderoso psi.

Tenía los ojos verde claro.

—¿Cómo es posible?

¿Cómo habían sobrevivido a la desconexión de la red? ¿Cómo habían sobrevivido?

—No somos asesinos desalmados, Sascha. —La voz de Hawke era puro hielo—. No como los psi.

El alfa se sentó y Sascha dejó que Lucas la instara a tomar también asiento.

La muchacha adolescente levantó la cabeza y Sascha podría haber jurado que sintió su mal genio.

—Estás generalizando de nuevo. Eso es lo mismo que decir que todos los lobos sois unos sádicos.

En lugar de enfurecerse, Hawke pareció relajarse levemente.

—Sascha Duncan, te presento a Sienna Lauren. El que está a su lado es su hermano, Toby.

Luego señaló hacia los otros dos varones. El rubio se puso en pie, tan erguido como un soldado.

—Soy Walker Lauren. Sienna y Toby son hijos de mi difunta hermana. Esta es mi hija, Marlee. —Señaló con la cabeza a la niña sentada a su lado. Una pequeña manita se asió a la del hombre.

—Yo soy Judd Lauren —dijo el moreno después de que el otro se sentara—. El hermano de Walker.

—No lo entiendo. —Sascha apenas podía pensar debido a la avalancha de preguntas que se agolpaban en su cabeza—. En la red figuráis como fallecidos.

Y la MentalNet no cometía errores.

—Por lo que respecta a la red, lo estamos —respondió Walker.

A pesar de que había aceptado el contacto de Marlee, Sascha no podía percibir nada en aquel hombre. Nada. Lo mismo ocurría con Judd Lauren. Los dos menores, Marlee y Toby, desprendían emociones, pero Sienna era más difícil de percibir.

—¿Todos vosotros sois psi-e?

Sienna sacudió la cabeza.

—¿Qué es un psi-e?

Walker le lanzó una mirada severa.

—Sienna.

La adolescente se apoyó contra el respaldo de la silla y cerró la boca. Sascha sabía que a los dos hombres tenía que preocuparles que ella pudiera traicionarlos, dado que estaba conectada a la red.

—¿Por qué os adentrasteis en territorio SnowDancer? Teníais que saber que era tentar a la muerte.

Walker y Judd se miraron el uno al otro, y cuando el primero habló, Sascha supo que lo hacía en nombre de todos ellos.

—Desertamos.

Producto de la conmoción, la joven se agarró a la mano de Lucas, que descansaba sobre la mesa.

—¿Qué?

—Toda la familia fue inscrita para rehabilitación después de que nuestra hermana se suicidara. —El tono sereno de Walker no revelaba nada, pero Sascha podía sentir el dolor y la angustia que emanaban Marlee y Toby.

El instinto la empujó a hacer todo lo que podía por aliviar a los pequeños. Sienna abrió los ojos desmesuradamente.

—¿Qué estás haciendo, Sascha?

Walker y Judd se quedaron paralizados mirándola, como lo harían con una serpiente venenosa. Judd se volvió hacia Hawke.

—Nos aseguraste que no era peligrosa. —Sus palabras fueron como una hoja afilada.

—Y no lo es. —Los pálidos ojos del lobo se enfrentaron a los de Sascha—. Cuéntales lo que estabas haciendo, cariño.

Lucas se encrespó.

—Ten cuidado, lobo.

Hawke esbozó una sonrisa perezosa y muy, muy satisfecha. A su lado, Sienna se irguió en la silla dirigiendo la vista hacia los dos alfas y nuevamente hacia Sascha.

—Lo siento —se disculpó haciendo caso omiso del intercambio entre los hombres—. El control que tengo sobre mis poderes aún es un tanto errático. Soy una psi-e, una empática.

Walker se inclinó hacia delante.

—La designación «e» no existe.

—Existía antes del Silencio —le dijo—. Los psi-e son sanadores de mentes. Se supone que ayudamos a la gente que se está ahogando bajo el peso de sus emociones, pero imagino que nuestra existencia representaba un obstáculo para la implantación del Protocolo.

De modo que habían sido destruidos de forma discreta. A pesar de todo lo que sabía acerca de su raza, admitir aquella flagrante traición era como un cuchillo clavándosele en el alma.

—Me parece que tenemos que hablar —dijo Walker.

—Sí. —Percibió que la bestia que moraba dentro de Lucas despertaba, a su instinto protector le desagradaba la idea de dejarla a solas con otro macho—. Me parece que todos tenemos que hablar más.

Walker había captado la indirecta.

—Por supuesto.

Sascha retomó el hilo de lo que habían estado hablando.

—¿Por qué sentenciaron a toda la familia a ser internada en el Centro?

Miró los rostros inocentes de los niños y se preguntó qué clase de mente cruel podía despojarlos de sus personalidades antes de haber tenido siquiera la oportunidad de desarrollarlas. No era tan ingenua de pensar que los niños Lauren habían sido los primeros en ser condenados, pero nada de lo que hasta entonces había visto la había preparado para aquel nuevo horror.

—Mi madre se quitó la vida de un modo sumamente inusual para un psi… un psi cardinal —repuso Sienna haciendo caso omiso de la mirada de Walker—. Se desnudó y se teletransportó al Golden Gate gritando que al fin era libre mientras se arrojaba del puente.