Capítulo 21

De pie junto al lobo postrado, Lucas se obligó a no mostrar las fauces.

—Es mía. Piensa en eso la próxima vez que abras tu bocaza.

Hawke se levantó y bajó la mano bruscamente, tras lo que Indigo y Riley se irguieron.

—Joder, Lucas. Podrías haberme dicho que te habías emparejado de verdad con ella. —Se frotó la mandíbula magullada e hizo una mueca—. Ese derechazo tuyo es como un tren de carga.

—No deberías estar aquí.

—Fui yo quien trajo a tu psi sana y salva.

Lucas clavó la mirada en el otro alfa y, a pesar de que la ira protectora le dominaba, supo que Hawke tenía razón. Tenía derecho a conocer a la mujer a quien se le pedía que confiara la vida de su gente. También Riley debía necesitar una garantía de que la vida de su hermana estaba en buenas manos.

—¿Todos los lobos conocéis este lugar?

—No. Del mismo modo que no todos los leopardos conocen la ubicación de nuestros túneles. —Fue un recordatorio de que Lucas y sus centinelas habían localizado la guarida principal de los SnowDancer.

La alianza entre ambos había sido fría y distante desde el principio, como dos depredadores tanteándose mutuamente, sin estar del todo seguros de cuándo el otro se tiraría a morder. Había llegado el momento de dar el siguiente paso, de forjar una fuerza que los psi temieran de verdad.

—Voy a invitarte a nuestra casa.

Siempre habían hablado al aire libre, lejos de sus hogares. Pese a que nunca se había hecho mención a ello, ambos sabían que el motivo era que esos lugares no se tiñeran de violencia si había derramamiento de sangre. La confianza entre ambos era frágil y ya no bastaba. Con su invitación, no solo había aceptado, sino también extendido, la oferta que había sido hecha cuando los tenientes de Hawke habían tratado a los menores de DarkRiver como a los suyos.

Aquellos ojos azules como el hielo le miraron sin parpadear.

—Demuestras una gran confianza.

—No hagas que lo lamente. —Le tendió el brazo.

El otro alfa se agarró al codo y ambos se acercaron en el fuerte abrazo de dos cazadores. Cuando se separaron, Lucas dio media vuelta y se encaminó hacia la casa franca. Hawke le siguió con sus tenientes a la zaga.

—Vía libre —dijo Hawke mientras caminaban, lo bastante alto como para que los otros cambiantes lo escucharan.

Lucas pensó en la guerra que podría estallar, pensó en la seguridad de su gente. Y luego pensó en lo que ellos querrían, en lo que no tenía derecho a negarles. Eran depredadores, pero también eran humanos de un modo que jamás lo serían los psi.

—Vía libre.

Con aquellas dos simples palabras por parte de ambos habían convertido su alianza en un vínculo de sangre. Habían otorgado al otro clan vía libre a sus respectivos territorios, el derecho a ir y venir sin ninguna de las habituales condiciones.

Pero eso no era lo importante.

Por el momento, los lobos acudirían en auxilio de los leopardos y los leopardos morirían por los lobos. Fuera cual fuese el motivo de la lucha.

Una vez dentro de la casa, los tenientes y centinelas se colocaron en un círculo protector observándose unos a otros y a sus alfas. Ahora eran aliados de sangre, pero la confianza absoluta requería tiempo.

—Dorian. —Lucas le dio al hombre la señal para que fuera a buscar a Sascha.

Deseaba ocuparse él mismo, protegerla en todo momento, pero no podía dejar a su gente a solas con los lobos ni revelar su imperiosa necesidad, que se volvía así de visceral únicamente en la fase final del apareamiento. No podía permitir que Hawke adivinara que la danza de apareamiento no había sido completada. No perjudicaría a su alianza, pero probablemente impediría que el otro alfa depositase su fe en Sascha.

La bestia no estaba convencida de la lógica del argumento. Deseaba a Sascha y la deseaba ya. A Lucas le estaba costando mucha fuerza de voluntad luchar contra el impulso posesivo de la pantera. Ni siquiera confiaba en los centinelas en la etapa en que se encontraba. Era parte del precio que pagaba por ser leopardo, alfa y cazador.

Nadie dijo nada hasta que Sascha entró de nuevo en la estancia seguida por Tamsyn, con Dorian cubriéndoles las espaldas. Tammy no tenía que estar allí, no tenía por qué colocarse en una posición vulnerable. Proteger a una de sus mujeres ya iba a suponer suficiente presión para los centinelas. Nate tenía los ojos entornados por la cólera, evidenciando que estaba furioso con su compañera. La presencia de la sanadora estaba afectando a su capacidad para defender.

—Tamsyn —dijo Lucas acercándose para atraer a Sascha a su lado—, tienes que marcharte. —Raras veces daba órdenes a Tammy, era sabido que se mostraba demasiado blando con ella y hasta él mismo sabía por qué.

No era porque su madre hubiera sido sanadora como la mayoría pensaba. No, era porque había visto las condiciones en que se encontraba la mujer después de intentar salvarle la vida a su padre. Casi había perdido la vida empleando todas sus energías de aquel esbelto cuerpo de diecisiete años. Y cuando lo encontraron a él, había intentado desesperadamente exprimir hasta lo imposible su alma exhausta.

No obstante, en aquel momento no podía permitir que luchara contra él, no podía permitirse mostrar ninguna debilidad. Si ella replicaba tendría que ponerse muy severo, y no deseaba hacerle eso a Tammy. Para su sorpresa, fue Sascha quien habló:

—Tiene que estar aquí.

Los SnowDancer enarcaron las cejas, pero en sus ojos se veía una especie de respeto velado. Las reglas eran diferentes para las compañeras de los alfas de un clan.

Nadie quería que su alfa se emparejase con una mujer débil.

—¿Por qué motivo? —Hawke se volvió hacia ellos, colocándose de espaldas a la repisa.

Lucas se desplazó hasta que Sascha y Tamsyn quedaron parcialmente ocultas por su cuerpo.

—No te incumbe, lobo. Has venido para ver a Sascha y aquí la tienes.

Sascha le empujó por la espalda hasta que él se apartó lo suficiente como para que pudiera enfrentarse a la mirada del lobo, y ni un milímetro más.

—Sé que no confías en mí —dijo—. Sé incluso que el odio que profesas a los psi es tan profundo que no tiene fin.

Hawke apretó la boca y sus ojos adquirieron una expresión glacial.

—Pero no tienes por qué confiar en mí en esto… tienes que confiar en Lucas.

Hawke profirió un bufido.

—Es tu compañero. No es probable que sea imparcial.

Lucas esperó a que Sascha negara su unión, incapaz de hacer nada para advertirle de lo contrario, pero ella deslizó la mano por su cintura para posarla contra su abdomen. La pantera tenía ganas de ronronear.

—¿De verdad crees que se uniría a alguien que pusiera en peligro a su clan?

—Eso, lobo. —El alivio que sintió al ver su aceptación le recorrió como un reguero de fuego—. ¿Cuánto confías en mí?

—¿Cómo sabes que no te ha manipulado la mente? —preguntó con aspereza.

—Porque tú sabes tan bien como yo que los psi no pueden controlar nuestras mentes más de unos pocos minutos. —Lucas siguió con la mirada cada movimiento de Hawke dejando a Indigo y a Riley a los centinelas. Tenía la sensación de que Riley era el más peligroso de los dos; al igual que Dorian, había perdido a una hermana en manos del asesino—. Habría tenido que manipular no solo mi mente, sino también las de los centinelas.

—Los psi nunca trabajan solos. —Hawke los miró sin inmutarse.

Sascha apretó la mano sobre el abdomen de Lucas.

—Tampoco los psi sienten emociones. —Se puso de puntillas y besó a Lucas en la mandíbula desde atrás—. Pero mi capacidad para sentir es tan grande que amenaza con destruirme.

Aquella declaración era indiscutible. Sascha era una mujer sensual y hermosa, el deseo de su cuerpo por Lucas era como el canto de una sirena. Los machos sin pareja no podían ignorar eso del mismo modo que no podían dejar de respirar.

Los instintos de Lucas vibraban de deseo de tomarla allí mismo, en aquel momento, y mostrarle a todos que ella le pertenecía. Luchar contra el impulso animal solo sirvió para intensificar sus ansias hasta que el pelaje de la pantera presionó contra la parte interna de su piel.

—Entonces esos ojos no significan nada. —Hawke se cruzó de brazos—. Eres más débil que aquellos contra quienes luchamos.

—¿Estás diciendo que las emociones son una debilidad? —Tamsyn trataba de pasar por delante de Dorian sin éxito. Nate la miró desde el otro lado de la habitación deseando con todas sus fuerzas que callara, pero a la sanadora nunca se le había dado bien cumplir órdenes—. ¡Las emociones nos hacen fuertes!

—No es una de nosotros —declaró Hawke—. Su fuerza radica en no sentir nada. Si puede sentir significa que es un producto defectuoso. No podemos confiarle la vida de Brenna a una psi defectuosa que podría derrumbarse en el momento menos pensado.

Lucas sintió que las garras de la pantera se abrían paso a través de su piel.

—Ten mucho cuidado con lo que dices sobre mi compañera, Hawke. Detestaría tener que matarte. —La amenaza quedó suspendida en el aire.

Sascha le rodeó con los dos brazos.

—Lucas, él tiene razón. Si fuera débil no sería útil.

—No eres débil.

Le sujetó ambas manos contra su cuerpo deleitándose con aquel posesivo gesto público. Aquella psi era suya y no iba a permitir que se le escapara. Jamás.

—No —dijo—. No lo soy. Soy una psi-e cardinal.

La sorpresa que centelleó en los ojos de Hawke era tan profunda que resultaba imposible de ocultar.

—¿Qué es lo que sabes, lobo?

Lucas se preguntaba qué había averiguado Sascha que le había permitido hacer esa afirmación con tanta seguridad, pero no pensaba pedirle explicaciones delante de los SnowDancer.

—Quiero verle la cara —exigió el lobo.

Lucas sintió que sus músculos se tensaban, pero Sascha le acarició con una mano cuando retrocedió.

—Deja que lo haga, Lucas. Es mi turno de luchar.

La angustia que reflejaba su voz pudo con él, atravesando el instinto posesivo de la bestia hasta llegar al hombre. Dejó que Sascha se colocara ligeramente por delante de él, donde rápidamente podía arrastrarla tras de sí.

—Si tus tenientes o tú pestañeáis siquiera, os abro en canal. —No era una amenaza, sino una realidad pura y dura.

Hawke asintió.

—Muy justo. —Nadie jugaba con sus compañeras.

—¿Qué es lo que quieres ver? —Sascha ladeó ligeramente la cabeza sin apartar los ojos del lobo. Hawke era un hombre más feroz incluso que Dorian, una delgada barrera separaba su humanidad de la bestia que moraba en su interior.

—Quiero que me demuestres que eres lo que dices ser.

—¿Estás seguro? —preguntó en voz baja.

La mandíbula de Hawke podría haber estado tallada en piedra.

—Sí.

Sascha inspiró y cerró los ojos suavemente. Mientras sus sentidos se expandían sintió el impacto total de la personalidad posesiva y dominante de Lucas. Era pura fuerza, puro corazón. Pero enterrados profundamente se encontraban los ecos del desgarrador dolor sufrido por el joven muchacho que otrora fue, ecos que palpitaban ahora con una feroz necesidad de proteger a los demás. También sintió su resolución de conservarla, pero eso era lo único que ella jamás permitiría. Ya había tenido que vivir la infancia sin padres, no le condenaría a vivir el resto de sus días sin una compañera.

Detrás de la pantera pudo sentir la cólera apagada de Dorian, sus heridas eran muy profundas, por lo que tendrían que pasar años para aliviar su angustia. Salvo que ella no disponía de esos años. Tamsyn era toda bondad y alegría, poder y afecto. Los soldados de ambos grupos emanaban sus propios y personales aromas emocionales.

Pero era a Hawke a quien buscaba y fue a Hawke a quien encontró.

Las emociones del lobo embargaron su corazón de un terror frío. Nunca había sentido una rabia tan pura y absoluta. Oscura y violenta, era una cicatriz en su alma. Hawke podía funcionar, podía gobernar, pero aquel hombre jamás amaría, no mientras el rojo velo de sangre y muerte le cegara.

Sascha no sabía si él sentiría lo que estaba haciendo, no sabía si descubriría su prueba. Lo que sí sabía era que no dejaría que se marchara sin intentar sanar las heridas ulceradas de su alma. Al igual que Dorian, no podía curarse de la noche a la mañana, pero tal vez podría darle un breve respiro.

Le rodeó con los brazos de la mente y alejó la ira, la violencia, devolviéndole alegría, risas y placer. Para su sorpresa, le sintió reaccionar a ella tal y como había hecho Lucas. Hawke se sobresaltó, conmocionado, y a continuación intentó expulsarla.

Él no era psi, pero sin duda le estaba diciendo que no.

Sascha se retiró de inmediato.

Cuando abrió los ojos lo encontró mirándola fijamente como si ella fuera un fantasma.

—No creía que los empáticos existieran aún —dijo con voz parcialmente lobuna.

«Una empática.»

Ese era el término correcto, la palabra que había sido destruida sistemáticamente del léxico psi.

—Yo tampoco —susurró permitiéndose apoyarse contra Lucas. Cuando él la rodeó con los brazos, Sascha podría haber jurado que sintió la caricia de su pelaje contra la piel.

—¿Sabes atacar utilizando tus poderes? —Los ojos de Hawke se detuvieron sobre el contacto físico entre Lucas y ella.

—Con dificultades —le dijo, habiendo pensado en eso cuando estaba arriba—. Pero me mantendrá viva el tiempo necesario para daros lo que necesitáis para encontrar a Brenna.

Lucas apretó los brazos alrededor de sus hombros.

—No permitiré que lleves a cabo el plan a menos que podamos sacarte sana y salva de la red.

Hawke cambió el peso de un pie a otro. Los ojos de Sascha se clavaron en los suyos y se le cayó el alma a los pies. Él lo sabía. No sabía cómo, pero el alfa de los SnowDancer sabía que no podía abandonar la PsiNet sin enfrentarse a la muerte. Le rogó en silencio que no dijera nada. Si Lucas descubría la verdad jamás la dejaría ir.

Jamás.

Y tenía que ir, tenía que borrar toda una vida de fracaso salvando a aquella joven vibrante y llena de luz antes de que se apagara para siempre.

—Lo siento, dulzura —Hawke levantó las manos con las palmas hacia arriba—, pero eres su compañera. No voy a dejar que te mates para que Lucas venga luego a por mí buscando mi sangre. No querría medirme con él con esa clase de rabia dentro.

Los brazos de Lucas se convirtieron en grilletes.

—¿De qué está hablando, Sascha? —le advirtió. Ella le había ocultado algo y no le agradaba lo más mínimo. Acto seguido, se dirigió a Hawke—: Puedes marcharte. Ya tienes lo que has venido a buscar.

Hawke los miró durante largo rato antes de asentir.

—Tenemos dos días más si el asesino se ciñe a su pauta normal. Protege a tu mujer, pantera.

Dicho eso, los lobos se marcharon seguidos de cerca por Mercy, Clay y Vaughn hasta que salieron del territorio DarkRiver.

Lucas no esperó a que los centinelas regresaran.

—Nate, Dorian, proteged la casa.

—Lucas —comenzó Tamsyn—, tal vez deberías…

—No te metas en esto. —Los ojos de Lucas se enfrentaron a la mirada sorprendida de la sanadora. Jamás le había hablado a Tammy de ese modo—. Nate, si quieres que tu compañera pase de esta noche, más vale que la controles.

Lucas no bromeaba. Su aguante tenía un límite y el que Sascha le ocultara un secreto lo habría sobrepasado.

«No voy a dejar que te mates…»

¿Qué era lo que sabía el lobo que él ignoraba?

—No le hables así a Tammy —le ordenó Sascha.

—Le hablaré a mi clan como me dé la real gana. Tú no tienes ni voz ni voto hasta que me des una explicación. —La agarró de la mano y comenzó a tirar de ella hacia la planta superior.

Un golpe psíquico le alcanzó en el pecho, pero Lucas lo estaba esperando y lo encajó con un gruñido.

—No eres una Tq demasiado poderosa, gatita.

Lucas estaba poseído por los instintos de la pantera y estos no eran en absoluto civilizados.

—Maldita sea, Lucas. ¡Suéltame! —Trató de zafarse y le propinó una patada en la espinilla.

Harto de sus forcejeos, se inclinó, se la echó al hombro como si fuera un bombero en pleno rescate, y corrió escaleras arriba con ella. Su peso no representaba ningún esfuerzo para su fuerza de cambiante, y sus puños aporreándole la espalda no eran más que una simple caricia. Sascha gritaba y chillaba cuando entró con ella en el dormitorio y cerró la puerta.

Cuando la dejó en el suelo, Sascha intentó darle un puñetazo. Solo los magníficos reflejos de Lucas le salvaron de acabar con un ojo morado. Le sujetó las manos a la espalda antes de que pudiera intentarlo de nuevo, lo que le hizo merecedor de una mirada furibunda. La mujer que tenía en sus brazos era puro fuego y pasión, tan diferente de la psi que había conocido como la noche del día.

El deseo ardió en lo más profundo de sus entrañas atizado por la impresionante viveza de sus emociones. La pantera profirió un rugido; Sascha era una digna compañera.

Aquella mujer jamás se dejaría apabullar por sus exigencias y necesidades.

Había hecho mucho más que comprometerse con él, y lucharía hasta la muerte por él como su madre había luchado por su padre.

—Si no me sueltas ahora mismo te juro que te dejaré inconsciente —le amenazó—. Mi poder telequinésico es lo bastante grande como para lanzar un golpe que te deje ese duro cráneo que tienes como si fuese una maraca.

—No voy a ceder hasta que me cuentes a qué se refería Hawke. —Su olor le inundó los pulmones, combustible para el infierno de su instinto posesivo.

—No tienes por qué saberlo.

Lucas maldijo.

—¿En qué lugar crees que he quedado ahí abajo? ¿Mi propia compañera tiene secretos conmigo?

Sascha pareció incómoda por un instante.

—Él no debería saberlo. Nadie debería saberlo.

—Pero lo sabe y yo tengo derecho a saberlo. ¡Eres mía!

—No te hagas el alfa conmigo, Lucas. ¡Tú no eres mi alfa!

Lucas no tenía deseo alguno de dominarla de ese modo.

—Pero soy tu compañero. —Inclinándose, le mordisqueó la mandíbula con fuerza haciendo que se le erizara la piel del cuello—. Tengo ciertos derechos.

—No eres mi compañero —protestó con apenas un hilillo de voz.

—Cuéntamelo, gatita. Sabes que no voy a dejar el tema por mucho que lo desees.

Los ojos de Sascha se oscurecieron, como ébano extendiéndose sobre luz.

—¿Por qué? —rogó—. No podemos dejar que esa chica muera si podemos salvarla. Si te lo cuento todo intentarás detenerme.

—¿Crees que no te detendré ahora mismo?

—No puedes. —Sus ojos eran casi negros—. Puedo acceder a la PsiNet aunque esté entre rejas.

Lucas utilizó una mano para sujetarle las muñecas, pues no estaba seguro de que Sascha no tratara de sacarle los ojos como sabía que haría cualquier otra mujer cabreada, y con la otra le asió la nuca.

—Sí, pero ¿puedes hacerlo estando inconsciente?

—No te atreverías —susurró indignada.

—Para salvarte haría cosas peores que dejarte inconsciente.

Sascha entrecerró los ojos.

—Vamos a tener que hablar sobre esta faceta dominante tuya.

—No es una faceta. Es lo que soy. —Por ella, Lucas intentaría ser razonable de vez en cuando. Exceptuando en el tema que les ocupaba—. ¿Vas a hablar o vas a obligarme a anestesiarte? ¿Sabes cuánto va a dolerme tener que hacerte eso?

El cuerpo de Sascha se ablandó. Lucas se arriesgó finalmente a soltarle las muñecas.

En lugar de golpearle, ella le posó las manos en el pecho.

—Lucas. —Sus ojos eran ahora completamente negros, tan oscuros que no podía ver nada salvo su propio reflejo—. Nosotros no elegimos que la PsiNet forme parte de nuestra vida —comenzó—. Tampoco es algo que nos sea impuesto. Es necesario.

—La comida y el agua son necesarios —dijo—. ¿Por qué lo es la red?

—Mi mente no está formada como la vuestra… necesita alimentarse de los impulsos eléctricos de otras mentes psi. —Se aferró a su camiseta.

La pantera comprendió al mismo tiempo que lo hacía el hombre.

—Así que una vez que te descubras como señuelo y los consejeros perciban tu empatía, ¿no hay modo de sacarte? —Estaba realmente furioso, tanto que apenas era capaz de hablar.