Capítulo 17

—¿Quién es? —preguntó el alfa, que no se había olvidado de su imprudencia.

Habían discutido en privado y Lucas le había enseñado a su psi que en lo relativo al clan, la vida de un miembro era muy relevante.

—No conocen la identidad del asesino.

Dorian emitió un sonido angustiado. Una llamarada de energía psi inflamó los sentidos de Lucas, y cuando se extinguió de nuevo, Dorian estaba más calmado aunque no menos frustrado.

—Le han tendido una trampa. —Sascha apretó la mano—. Podría conectarme a la PsiNet y seguirles hasta que lo sepan.

Lucas entrecerró los ojos.

—¿Cuánto tiempo?

—No mucho… la trampa saltará en cuanto mate de nuevo.

—Podría llevar días. ¿Puedes sobrevivir oculta tanto tiempo? —Lucas comenzaba a entender cómo funcionaba la red—. Lo que has hecho hoy te ha dejado exhausta y eso que se trató de ¿cuántas…? ¿Unas pocas horas?

Sascha se estremeció.

—Soy lo bastante fuerte. Soy un cardinal.

Había algo carente de pasión en su declaración, pero Lucas sabía que no era el lugar indicado para insistir en ello. Apelaría a la ternura para sonsacarle la verdad en privado.

—Si no la encontramos antes de que muera, los SnowDancer no se conformarán solo con la sangre del asesino como compensación. —Dorian tenía la vista clavada en la parte posterior de la cabeza de Sascha, como si deseara ver dentro de su mente.

—Lo sé. —Sascha asintió—. Se me ha ocurrido algo para acelerar el proceso.

Lucas entornó los ojos de nuevo.

—¿El qué?

—El asesino es un depredador con necesidades específicas… las mujeres a las que mata son todas de un tipo determinado y, de acuerdo con las investigaciones del Consejo, es compulsivo. Creo que si le damos un objetivo claro, no podrá resistirse a ir tras él. Y la trampa saltará sin que Brenna tenga que morir.

—¿Cómo tendemos la trampa si no sabemos dónde está? —preguntó Nate.

Lucas sabía la respuesta.

—Tú vas a ser el señuelo, ¿verdad? La trampa estará en la PsiNet.

—No soy una cambiante, pero mi imperfección podría anular ese obstáculo. Mi mente parece ser capaz de… comprender la vuestra. Podemos utilizar eso para asegurarnos de que el asesino se sienta atraído por mí. —Su voz seguía siendo firme pese a que le temblaba la mano—. Con vuestra ayuda enseñaré a mi mente a imitar los patrones de pensamiento de los cambiantes. Una vez esté en la red, bajaré mis escudos lo suficiente como para que él capte mis patrones alterados.

—Y después, ¿qué?

—Debido a su naturaleza compulsiva, estoy segura de que me atacará en el plano psíquico e intentará incapacitarme mentalmente para conseguir acceso libre a mi cuerpo físico. En cuanto sepa quién es os lo diré.

—Entonces lucharás por tu vida. —Lucas tenía los dientes apretados al tiempo que estrujaba la mano de Sascha.

—Esto no es negociable —susurró—. Se me está haciendo casi imposible ocultarme… ya viste cómo me afectó ayer la presión. Prefiero bajar mis escudos en una situación controlada, que arriesgarme a que se derrumben sin previo aviso.

—¿Cómo vas a asegurarte de que sea el asesino quien te encuentre primero y no uno de los otros? —preguntó Tamsyn al ver que Lucas guardaba silencio. Sabía que la sanadora comprendía cómo le estaba afectando aquello al alfa.

—Necesitaré una maniobra de distracción lo bastante importante como para llamar la atención de la mayoría de las mentes de la PsiNet. Todavía no se me ha ocurrido el qué, pero ya pensaré en algo, como hacer estallar algún tipo de bomba psíquica. —Inspiró hondo y levantó la vista.

«Además de darme acceso a patrones de pensamiento que pueda imitar… lo ideal serían los de una mujer que encaje en el perfil de las víctimas… uno de vosotros tendrá que dejarme entrar en su mente para poder empaparme de vuestro… olor psíquico. Esa persona también tendrá que permitir un enlace psíquico durante todo el tiempo que dure la ejecución del plan.

»E1 asesino se siente atraído por los cambiantes y, a diferencia del resto de los psi, reconocerá la presencia del olor antes que nadie, sobre todo si están distraídos con otra cosa.

—Es como agitar carne fresca delante de un tiburón —comentó Mercy desde su puesto junto a la puerta trasera.

—Sí. Hay algo más. —Los ojos de Sascha se oscurecieron mientras Lucas la miraba, y la pantera supo que estaba sufriendo. No poder aliviar su dolor amenazaba con partirle en dos—. Desde que se implantó el Silencio, los psi se han enorgullecido de la ausencia de violencia en la raza.

—¿El Silencio? —preguntó Tamsyn.

—Un programa para condicionar a los jóvenes psi y eliminar las emociones. Si no sentimos ira, celos o amor, no tendremos deseos de matar. Al menos esa era la base lógica.

—Oh, Dios mío —repuso Tamsyn—. Incapacitan a sus hijos a propósito.

—Y no resolvieron el problema. De acuerdo con lo que he averiguado hoy, hay cincuenta asesinos en serie conocidos en activo entre la población psi. Parece que el Consejo tiene como política ocuparse de ellos sin armar ruido.

—¿Dándoles muerte? —inquirió Nate.

—Sometiéndoles a rehabilitación. Es la muerte de la mente, la aniquilación total del individuo y de las funciones mentales más importantes. —Sus ojos suplicaron a Lucas que recordase la promesa que le había hecho—. Pero no los encierran a todos. A algunos de estos asesinos se les considera imprescindibles para el funcionamiento de la PsiNet.

—Creo que no quiero escucharlo —susurró Tamsyn.

—Proporcionan víctimas a los que son indispensables, ocultan su rastro y se aseguran de que sus habilidades no produzcan alteraciones en la PsiNet ni en el mundo de los humanos y los cambiantes.

Lucas podía ver cómo ella se esforzaba por contener las ganas de vomitar. Su bestia deseaba tomarla en brazos y llevarla a un lugar seguro, pero los ojos de Sascha le decían que no había terminado. Estaba pasmado por su fortaleza… ¿cómo era posible que un cuerpo tan frágil albergara tanto coraje, tanto corazón?

Dorian profirió una maldición.

—Cuando renunciaron a sus emociones, renunciaron a su humanidad —sentenció el centinela.

Sascha miró al colérico leopardo.

—Estoy de acuerdo. Siento que te arrebataran a tu hermana. Si pudiera poner fin a tu sufrimiento, lo haría. Pero no puedo. Lo único que puedo hacer es intentar salvar otra vida.

La respuesta de Dorian sorprendió a todos los presentes.

—Tú eres diferente, Sascha. No estoy tan furioso como para no ver la verdad. Tú sientes.

La carcajada de Sascha fue tan agridulce que Lucas se irritó.

—Toda mi vida he estado aterrorizada por esas palabras. Siempre creí que sería uno de los miembros del Consejo quien me descubriría. Nunca pensé en ello como en algo bueno… hasta que te conocí. —Sascha estaba mirando a Lucas con sus ojos negros como la noche, sin una sola estrella a la vista.

»Ya que no sé cuándo se darán cuenta de mi defecto e intentarán encerrarme, tendré que conseguiros la información lo antes que pueda. Por eso necesito un enlace constante con uno de vosotros. Lo que yo sepa lo sabréis también vosotros. Quedaréis libres en cuanto corte mi vínculo con la red.

Lucas sabía que ella esperaba que el Consejo la matara.

—Estás bajo nuestra protección.

La pantera estaba muy cerca de la superficie, haciendo que su voz fuera varias octavas más grave.

Nate, Dorian, Mercy y Tamsyn expresaron su acuerdo. Sascha acababa de granjearse el respeto de algunos de los leopardos más fuertes de los DarkRiver. Una vez que ella fuera miembro del clan, los demás les seguirían. Y Lucas no tenía la menor duda de que Sascha iba a convertirse en parte de su clan.

Una profunda tristeza ensombreció su rostro durante un segundo.

—Nadie escapa de la PsiNet. —Paseó la mirada por todos los leopardos repartidos por la estancia—. Gracias por mostrarme más vida en unos pocos días de lo que jamás esperaba experimentar. No caeré fácilmente… quiero vivir.

Lucas se negaba a dejar que Sascha dijera adiós.

—¿Quién dice que nadie haya escapado de la PsiNet? ¿Alguna vez lo ha intentado alguien?

Ella abrió los ojos como platos.

—No.

Lucas sacudió la cabeza.

—No por lo que tú sabes. Si están guardando silencio acerca de los asesinos en serie, ¿no crees que ocultarían la huida de la red de cualquier psi?

—Eso no funcionará conmigo. Llamo demasiado la atención. No podría desaparecer ni aunque hubiera un modo de hacerlo. Tendría que cambiar de identidad y no puedo. —Se señaló los ojos—. No existen lentes de contacto que puedan ocultarlos.

—No permitiré que te maten. De ningún modo.

Nadie se llevaba a uno de los suyos sin que hubiera consecuencias. La muerte de Kylie no había sido olvidada, y hasta que cobraran su venganza, seguiría siendo un dolor ardiente en su alma.

¿Y a su mujer? Si alguien se atrevía a hacerle siquiera un solo rasguño, los destruiría. Alargó la mano para rozarle las ojeras que tenía bajo los ojos.

—Estás agotada. Aunque dejásemos que pusieras en práctica tu insensato plan, no puedes hacerlo ahora.

—Me temo que tienes razón. Todavía disponemos de unos días. Es la tercera noche desde que se llevó a Brenna. —El tono de su voz denotaba el conocimiento del horror que los SnowDancer tenían que estar viviendo—. Ojalá pudiera recuperarme más rápido, pero seguir a Henry me ha dejado sin energías.

—¿Tamsyn? —Lucas miró a la sanadora.

—Yo me ocupo. Vamos, cielo. —Tocó a Sascha en el hombro—. Te acompañaré a una habitación de arriba y buscaremos algo cómodo con lo que puedas dormir.

Ella se levantó y Lucas sintió la punzada de decepción que embargaba a Sascha.

El vanidoso gato que moraba en él se atusó el pelaje, pero la pantera, protectora y posesiva, prometió en silencio que compensaría a Sascha.

—Gracias. Debería estar recuperada por la mañana. Entonces saldremos de caza. —Sascha ni siquiera se percató de que había utilizado las palabras de un cambiante… de un leopardo.

Lucas sonrió. Sascha Duncan ya no era una psi aunque ella se negara a verlo.

Pobrecita. Iba a disfrutar enseñándole a vivir la vida a su lado, como su pareja.

Tamsyn cerró la puerta del cuarto antes de darle a Sascha la taza de chocolate caliente que había preparado apresuradamente. La mujer tenía una expresión tan intensa que incluso sin su extraño don para sentir emociones, Sascha supo que fuera lo que fuese lo que la sanadora tenía que decirle, no sería agradable.

—Voy a contarte algo sobre Lucas que él nunca te contaría… su necesidad de protegerte se impone a sus demás instintos. No es algo en lo que tenga poder de decisión. —Los ojos castaño claro de Tamsyn mostraban una expresión afable, pero en el tono de su voz se apreciaba un deje acerado que Sascha jamás habría esperado en ella—. Te lo cuento porque confío en ti.

«No traiciones mi confianza.»

Sascha escuchó aquellas palabras implícitas con tanta claridad como si Tamsyn hubiera abierto la boca y les hubiera dado voz.

—¿Por qué molestarte en contármelo?

—Por lo que dijiste abajo acerca de que necesitas una mente accesible cuando entres en la PsiNet. —Frunció el ceño—. Siéntate antes de que te caigas redonda. Lo último que necesito es que Lucas se me eche encima por desatenderte.

Sascha se sentó.

—¿Qué es lo que tengo que saber? —Dejó la taza sobre la mesilla.

Tamsyn se sentó en la cama junto a ella e inspiró entrecortadamente.

—Cuando Lucas tenía apenas trece años, una pequeña manada de leopardos errantes intentó infiltrarse en nuestro territorio. En aquella época no éramos tan fuertes, y los ShadowWalker creyeron que podrían destruir nuestra jerarquía e instalarse como alfas. —La sanadora exhaló un suspiro—. Es algo que ya se había hecho antes… puede que seamos más humanos que los psi, pero no somos perfectos.

Sascha no la interrumpió, impresionada por los resquicios de lacerante dolor que podía escuchar en el tono de voz normalmente firme de Tamsyn.

—La madre de Lucas era sanadora y su padre centinela. —Esbozó una suave sonrisa—. A veces creo que por eso me concede tanta libertad dentro del clan.

Sascha apenas había comenzado a ceder a su anhelo de experimentar el contacto humano, a comprender que era algo tan esencial para ella como la comida, pero podía sentir la necesidad de Tamsyn como si fuera un segundo latido. Posó la mano sobre la de la sanadora y esta se asió a ella.

—Los ShadowWalker no podían llegar hasta nuestra pareja alfa, así que decidieron atacar a un centinela y conseguir información sobre nuestras defensas. La familia de Lucas estaba corriendo por el bosque cuando fueron rodeados. Más tarde nos dimos cuenta de que el plan original debió de ser el de quebrar a Carlo haciéndole presenciar la violación y tortura de su compañera. —Los dedos de Tamsyn amenazaban con aplastar los delicados huesos de Sascha.

Tamsyn inspiró entrecortadamente una vez más.

—Pero los ShadowWalker subestimaron a Shayla. Ella era sanadora, pero también era madre, y luchó por la vida de su hijo. Los otros leopardos no podían permitirse perder a Carlo, pero Shayla fue asesinada durante la pelea.

—Tamsyn —comenzó Sascha alarmada por su profunda congoja. Honda, antigua e intensa, pues había madurado con el curso de los años hasta convertirse en puro sufrimiento.

—No, solo puedo hacer esto una vez. No volveremos a hablar de ello cuando salga de este cuarto. —Sus ojos le pedían una promesa que Sascha no dudó en realizar—. Lucas era muy joven, mucho más débil que los machos adultos que los atacaron. Le inmovilizaron sin problemas cuando intentó salvar a sus padres.

A Sascha se le partió el corazón por la pantera que era tan posesiva y protectora.

Ahora comprendía su necesidad de marcarla, de mantenerla a salvo.

—¿Capturaron a su padre?

—Sí. Apresaron a Lucas y a Carlo. Se llevaron el cuerpo de Shayla y lo enterraron profundamente donde su olor no pudiera advertirnos. Pero no lo bastante, porque la encontramos.

—¿Cuánto tiempo pasó?

¿Cuánto tiempo había pasado Lucas en manos de aquellos asesinos despiadados?

—Cuatro días —respondió Tamsyn con voz torturada—. Cuando llegamos hasta ellos, Carlo estaba tan grave que nadie pudo salvarle. Yo era aprendiz, menor de edad. Shayla era nuestra sanadora y ya no estaba. Empleé todas mis energías, pero no pude salvarle. Era como si su alma se hubiera ido con la de Shayla.

Las lágrimas rodaban por el rostro de la mujer.

—Tamsyn.

Utilizando aquella misteriosa parte de su alma, inexplicable y maravillosa, que podía sanar el corazón, Sascha recogió el dolor de la sanadora. Cuando se instaló en su interior, pesado y lacerante, la voz de Tamsyn pareció aligerarse.

—Las últimas palabras de Carlo fueron «No nos han quebrado». Entonces nos dimos cuenta de que Lucas debía de haber sobrevivido. Los ShadowWalker habían intentado ocultarle para poder ir a por él más tarde… estaba atado en una cueva no lejos de Carlo. Cuando le encontramos tenía tantos huesos rotos y tantos zarpazos, que solo le reconocimos por las marcas de cazador. —Se tocó la cara como si acariciara las cicatrices de Lucas—. De tanto forcejear con las ataduras tenía las muñecas y los tobillos abiertos hasta el hueso.

Sascha sintió un sollozo atrapado en su garganta.

—¿Le torturaron para quebrar a Carlo?

Tamsyn asintió.

—Querían lo que Carlo sabía: la localización de nuestras casas francas, las rutas de escape, la guarida de la pareja alfa y la red de defensa.

—¿Cómo pudo sobrevivir Lucas?

—No lo sé. —Tamsyn parecía completamente desconcertada—. Se contuvieron con su padre porque era el que les importaba, pero con Lucas… —Sacudió la cabeza—. Fue como si se negara a morir. Algunos dijeron que había sobrevivido porque había nacido cazador y poseía fuerzas que desconocíamos. Yo creo que simplemente quería venganza.

—¿Los ShadowWalker escaparon? —Tamsyn asintió—. Éramos lo bastante fuertes para expulsarlos, pero no para seguirlos y acabar con ellos sin dejar a nuestros jóvenes en una posición vulnerable. En consecuencia, vivimos bajo la ley marcial durante cinco años, sin abandonar el grupo y sin arriesgarnos nunca a convertirnos en un blanco fácil.

Sus ojos se enfrentaron a los de Sascha.

—Con solo dieciocho años, todavía un menor según nuestro criterio, salió una noche con un grupo de centinelas y algunos otros. Los centinelas le habían jurado lealtad el día en que se enteraron de que, pese a la tortura, no le habían quebrado.

Sascha no podía ni imaginar la fuerza de voluntad que debió exigirle a Lucas hacer honor a su lealtad para con el clan. Pero lo había hecho.

—Fueron a cazar a todos los machos adultos de los ShadowWalker. —La voz normalmente dulce de Tamsyn estaba teñida de furia asesina—. Cuando terminaron, los ShadowWalker habían dejado de existir y los DarkRiver eran un clan al que nadie osaría amenazar.

Sascha no se sentía repelida por la violencia. Era mucho más aceptable que la hipocresía de los psi, que dejaban a asesinos en libertad mientras abogaban por su imagen pacífica. Al menos los cambiantes eran honestos. Al menos ellos amaban lo suficiente como para ansiar venganza. Lo único que ansiaban los psi era poder.

—Cinco años después —prosiguió Tamsyn arrancando a Sascha de sus aciagos pensamientos—, Lachlan, nuestro alfa gobernante, abdicó en favor de Lucas. Los centinelas realizaron un juramento de sangre sin dudar. —Sacudió la cabeza—. Solo tenía veintitrés años. La mayoría de los leopardos casi ni han alcanzado la madurez a esa edad, pero Lucas ya era más fuerte que cualquiera de los demás machos.

—Fue forjado a fuego.

Sascha pensó en el sufrimiento que había modelado a Lucas y lloró por el muchacho que nunca tuvo la oportunidad de ser un joven. ¿Cómo debió de ser crecer a la sombra de la sangrienta muerte de sus padres?

—¿Lo comprendes? —Tamsyn miró a Sascha a los ojos.

—Sí. —Las lágrimas se derramaban en el fondo de su corazón, pues todavía no sabía llorar abiertamente.

La sanadora no estaba convencida.

—Los ShadowWalker le mantuvieron atado. Hicieron que viera cómo su padre era torturado antes de torturarle a él. Las cosas que le hicieron… No le pidas que sea tu enlace.

«No le pidas que te vea morir mientras se encuentra impotente.»

—Se ofrecerá voluntario. —Sascha sabía la clase de hombre que era Lucas, la clase de líder que era.

—Pues impídeselo. Dile que él no es el idóneo. Yo ocuparé su lugar.

Un pesar descarnado oscureció los ojos de Tamsyn.

Sascha asintió, pero ambas sabían que apartar a Lucas del camino que había elegido era una misión prácticamente imposible.

A pesar del agotamiento mental, Sascha yacía despierta en la cama cuando sintió cerca su presencia. Al cabo de un minuto, él abrió la puerta del dormitorio y la cerró después de entrar, actuando como si la habitación fuera su territorio.

Sascha sabía que dejar que se saliera con la suya solo serviría para reforzar sus tendencias de por sí autocráticas, pero también sabía que las posibilidades de sobrevivir a su inminente crisis mental, con o sin trampa, eran casi nulas. O moría o los mercenarios del Consejo la perseguirían y atraparían después de que sus escudos fallasen.

El tiempo se le escapaba de entre sus desesperados dedos… Esa noche no quería fingir que no sentía adoración por él. Lucas era, sencillamente, todo cuanto había soñado y nunca se había atrevido a tocar.

Lucas se movió con masculino sigilo en la penumbra, metiéndose en su cama y tumbándose sobre las mantas en tanto que ella permanecía debajo, apenas vestida con una vieja camiseta que Tamsyn había buscado. La sanadora se la había dado a Sascha con un extraño comentario: «Ningún otro olor le aplacará».

Lucas le puso el brazo encima.

—Quiero estar desnudo contigo bajo esas sábanas.

Sascha sintió que se ruborizaba y se regodeó porque al fin era capaz de ser ella misma. La muerte la esperaba. Bien podía disfrutar de la vida que le quedaba.

—¿Es así como sueles cortejar a tus posibles amantes? —bromeó; aquello parecía lo correcto, como si le hubiera amado desde siempre.

Lucas le acarició el cuello con la nariz desplazando la mano por encima de la sábana para asir la de ella, que yacía junto a su cabeza.

—Solo a la mujer que ya conoce mi cuerpo por dentro y por fuera, que conoce mi deseo y todos y cada uno de los puntos que me dan placer. Solo a ti.

El corazón de Sascha amenazaba con dejar de latir.

—¿De qué estás hablando?

—Me has amado en mis sueños, gatita. ¿Y en la realidad? —Levantó la cabeza y aquellos ojos felinos centellearon de forma inquietante.

Por un instante se sintió completamente fascinada.

—Tus ojos… ¿siempre hacen eso en la oscuridad?

—No. —Se inclinó y le mordisqueó el labio inferior, sobresaltándola… dándole placer—. Lo que sucede es que no deseo perderme ni un solo centímetro de tu cuerpo.

Tiró de la manta, pero Sascha la subió de nuevo.

—No soy responsable de tus sueños.

Lucas habló contra sus labios:

—¿Sabes cuál fue mi parte favorita? —Sin esperar respuesta, prosiguió—: Cuando me saboreaste. No había tenido un orgasmo tan intenso en toda mi vida. Me sentó como un tiro despertar y ver que estaba solo.

Sascha apenas era capaz de respirar. De pronto hacía mucho calor. Empujó la molesta manta hacia abajo ayudada en todo momento por Lucas. Se percató demasiado tarde de que sus piernas quedaban ahora al descubierto hasta la parte superior de los muslos. Daba igual, solo los sueños importaban.

—¿Cómo es posible que hayas visto mis sueños? —susurró.

Habían sido su mayor secreto, su tesoro más preciado. En esos sueños había sido quien podría haber sido de no haber vivido la vida de un psi.

—Tú me invitaste a ellos. —Lucas se incorporó y se colocó a horcajadas sobre sus muslos. Luego se sacó la camiseta por la cabeza y la arrojó al suelo mientras ella observaba con la boca seca—. ¿Sabes lo que me gusta?

Sin pararse a pensar, Sascha deslizó las uñas por la tibia dureza de su abdomen, y se quedó paralizada al oírle ronronear.

—No sé cómo lo hice… no fue deliberado.

Nunca habría tenido el coraje de saborearle de haber creído que él era real.

—Eres una psi cardinal.

Al ver que ella dejaba de acariciarle, Lucas se llevó los dedos de ella a la boca y los mordisqueó de forma juguetona a modo de advertencia. Un millar de mariposas revoloteó en el estómago de Sascha. Entonces ella retiró su mano y trató de incorporarse.

—No, gatita. Me gustas así. —Apoyó las palmas de las manos a ambos lados de ella y le olfateó el cuello como si fuera una gran bestia de presa.

Justo lo que era.

Entonces hizo algo completamente inesperado y enloquecedoramente sensual.

Sin previo aviso, movió la cabeza y le mordió suavemente el pezón a través de la camiseta. Sascha arqueó la espalda y apenas pudo contener el grito que pugnaba por salir de su garganta. En lugar de soltarla, Lucas chupó con fuerza haciéndola enloquecer de lujuria.

Cuando al fin la liberó, tenía las rodillas entre los muslos de ella y le estaba separando las piernas lentamente.

—Hueles a mí —gruñó contra su cuello, lamiéndola rápidamente—. Toda tú hueles a mí.

Sascha gimió.

—¿Qu-qué?

Lucas se alzó sobre ella y utilizó los dedos de una mano para pellizcar el pezón que había chupado. Sascha tuvo que contenerse para no alargar la mano y bajarle la cremallera de los vaqueros, sabiendo exactamente cómo sería sentirlo en sus palmas.

Caliente, duro, suave como la seda y perfecto.