—Las opiniones son como la raja del culo —solía decir Shannon—, todo el mundo tiene una. Pero las convicciones, eso ya es otra cosa… Las convicciones son unos enemigos de la verdad más peligrosos que las mentiras.
Esta última cita era de Nietzsche, aunque Driver no lo sabía en su momento. Estos últimos años, Driver se había puesto al corriente de muchas cosas. Dudaba mucho que Shannon creyera en ningún tipo de verdad susceptible de ser metida en una caja para llevártela a casa. Pero era innegable que sabía lo suyo de mentiras. Las que nos cuentan desde el nacimiento, aquellas en las que nosotros mismos nos metemos, las que nos contamos a nosotros mismos para poder seguir adelante.
Dejó el Fairlane aparcado en el garaje y, sin un domicilio temporal ni de ningún otro tipo al que regresar, encontró un motel cerca de la ciudad. El recepcionista, que no dejaba de pasarse los dedos por el pelo, lo hizo esperar en un sillón maloliente con agujeros de quemaduras (Driver contó dieciséis durante la hora que se tiró esperando) porque aún no era el momento de instalarse. La habitación cumplía todas las promesas enunciadas por el sillón.
Puso la tele, que no funcionaba, y la apagó. Qué coño, si, total, podía oír perfectamente la del cuarto de al lado. Las manchas en el lavabo y en la bañera eran todo un mundo en sí mismas. Cuando se sentó en la cama, ésta hizo un ruido que le recordó al de las tarimas en los viejos westerns.
Pero necesitaba descansar. Mañana tendría que trabajar a destajo para poner el coche en condiciones, y éste era un sitio tan bueno como cualquier otro para pasar desapercibido. Aquí, no sólo nadie lo encontraría, sino que, además, nadie lo buscaría.
O eso creía él, hasta que despertó con el ruido de la puerta de su cuarto al cerrarse.
El intruso se quedaría ahí de pie un ratito, naturalmente. Sin moverse, sin apenas respirar, a la escucha. Así era como se hacía. Driver tosió levemente, una media tos, de esas que te salen cuando duermes, y se dio la vuelta, aparentando dormir.
Un paso aproximativo, luego otro. Dos personas pasaron por fuera, pisando fuerte y charlando, obligando a Driver a agudizar la concentración. El intruso se serviría de ese ruido para disimular su acercamiento.
No pienses, actúa, como le había dicho Shannon tantas veces. Driver no había visto ni oído realmente a ese hombre —lo había sentido, más que otra cosa—, pero abandonó la cama de un salto, distinguió de inmediato su silueta contra la luz de la ventana y disparó el codo hacia donde debería de estar el rostro de ese sujeto, sintiendo y oyendo la rotura del hueso.
En cuanto el intruso se desplomó, Driver le plantó el pie en la garganta, aunque había pocas posibilidades de que fuese a incorporarse pronto. Driver agarró una toalla del baño y se la tiró encima, luego se sentó a su lado en el suelo y abrió la navaja de bolsillo, sosteniéndola de manera que fuese la primera cosa que viera ese tipo al despertar.
No tardó mucho. Abrió los ojos, que navegaron un poco antes de aclararse y fijarse en Driver. Torció la cabeza para escupir sangre. Luego se quedó a la espera.
—¿Eres de por aquí? —le preguntó Driver.
—De Dallas.
—Talento de importación, entonces. Interesante. —Se guardó la navaja—. Y los otros, ¿qué?
—No sé nada de nadie más, tío.
—¿Y qué es exactamente lo que sabes?
—Sé que me esperaban cinco de los grandes cuando saliera de aquí.
—Pero de momento no vas a salir, ¿verdad?
—Me temo que no.
—¿Quieres volver a ver Texas?
El hombre se lamió los labios, que le supieron a sangre. Levantó dos dedos y se tocó levemente la nariz hecha polvo.
—La verdad es que sí, me encantaría.
—Entonces, vamos a colocarte en una silla y a hablar.
—¿De qué?
—De cómo te pagan, dónde, quién. Esas cosas.
Driver lo ayudó a levantarse. Una vez de pie, al hombre le caía la sangre a chorros por la cara. Se llevó la toalla a la nariz, hablando a través de ella:
—Ya sabes que esto no vas a poder pararlo, ¿sabes? Después de mí, aparecerá otro.
Así pues, de eso iba la cosa, de momento, de largar con un asesino chapucero en plena noche, pensando en las convicciones. ¿Acaso había tenido alguna? ¿Y qué clase de mentiras estaba contándose a sí mismo para creer que acabaría encontrando una solución a esta tesitura?