Dos días después, Driver estaba sentado en el centro comercial, tomándose un café muy amargo, cuando el tío de la mesa de al lado le dijo:
—Has hecho muy desgraciado a Cari.
Driver le echó un vistazo. Treinta y tantos, camisa de vestir y pantalones de traje: podría tratarse de un comercial tomándose un respiro o del encargado del Dillard’s de enfrente.
—A Cari solo se le da bien una cosa. De eso va su vida, básicamente. Pero tú le diste esquinazo.
—Intuyo que Cari conduce un Crown Victoria de color gris.
—Y cuando Cari no está contento… Bueno, es como si salieran nubecillas negras por todas partes. —Alzó su vaso—. Voy a por más, ¿te traigo algo?
—No, gracias.
En ausencia del tipo, un par de adolescentes se hicieron con la mesa. El hombre regresó y se quedó ahí de pie, en silencio, hasta que los chavales se levantaron y se fueron. Tomó asiento. Bebía una especie de granizado, y no paraba de echar la cabeza hacia atrás, paladeando el suave hielo garganta abajo.
—Supongo que tú y Cari, el de la Nube Negra, tenéis la misma dirección profesional.
—Más o menos.
Nubecillas negras. Más o menos: era evidente que ese hombre procedía de un mundo de aproximaciones, un mundo en el que la percepción, el juicio y hasta los hechos se encontraban en un estado de suspensión y podían variar en cualquier momento.
Apareció un guardia de seguridad con el walkie-talkie en la mano y los pantalones a quince centímetros de la cintura y bien caídos sobre los zapatos. Driver le oyó decir: «Estoy en la zona de restaurantes, voy para allá», antes de desaparecer.
—¿Y a qué os dedicáis, si puede saberse?
—La verdad es que a cosas muy variadas. —Una vez más, el hombre echó la cabeza hacia atrás para beber: un poco de zumo rojizo se le derramó por el mentón.
—De momento, parecéis muy centrados en mí.
—De momento.
—No me gusta mucho que me sigan —dijo Driver.
—A casi nadie le gusta. —Observó a dos adolescentes que salían de Spencer’s. Uno empujaba al otro, que salía levemente disparado, contraatacaba y empujaba al primero. Siguieron en ese plan mientras recorrían el centro comercial. Ambos llevaban zapatillas de media caña sin cordones—. ¿A ti te da por pensar en cosas? ¿Por qué estamos aquí, qué significa todo?
—La verdad es que no.
—Ya. Yo conocí a un tío en la facultad de Derecho, hace de eso la tira de años, que sí que lo hacía. El chaval creía que iba a cambiar el mundo. Lo único que tenía que hacer era detectar dónde estaban los problemas, ¿sabes?
—¿Y llegó a averiguarlo?
—Habría que desenterrarlo para preguntárselo. En segundo curso, saltó por la balconada de la cuarta planta.
Driver escuchó el sonido del hielo rascando el vaso mientras el hombre lo removía y echaba un vistazo en su interior.
—Hay gente que observa lo que le ocurre y piensa: «Hay algo que es responsable, una especie de agente invisible que está detrás de todo esto, moviendo las cosas de un lado a otro, haciendo que pasen cosas».
—Coherencia —dijo Driver.
—¿Qué?
—Coherencia, eso es lo que andan buscando.
—Supongo. Pero hay otros que miran lo mismo y captan la falta de lógica que hay en todo. Ven que solo hay unas explicaciones nada convincentes, o ninguna explicación en absoluto. Que no hay motivos para nada. Que las cosas se limitan a suceder. La vida, la muerte. Todo.
Driver se acabó el café, se levantó y buscó con la mirada la papelera más cercana. Estaba junto a la columna situada al lado de su visitante. Echó a andar en esa dirección.
—Como ya he dicho, no me gusta mucho que me sigan. Y tampoco me gusta especialmente que maten a personas a las que aprecio.
El hombre sonrió y dijo: «El que juega con fuego…».
Fue lo último que dijo. Mientras echaba la cabeza hacia atrás, Driver se dio la vuelta desde la papelera, con la mano hecha un puño y el dedo medio extendido, y le atizó en la garganta. Notó cómo cedía la tráquea y se plegaba sobre sí misma, captó la sorpresa en el rostro de aquel hombre y luego asistió a sus intentos de respirar.
Mientras el hombre se desplomaba y miraba alrededor despavorido, mientras intentaba agarrarse a la mesa y acababa debajo de ella, tras perder las manos su inseguro agarre, Driver se alejó de allí.