Una mujer joven estaba inclinada sobre lo que parecía un potro de gimnasio, con el culo al aire, zampándose una hamburguesa mientras el tatuador ejercía su oficio sobre ella. Cada vez que le pegaba un bocado, una mezcla pardusca de grasa, mayonesa y vete a saber qué más iba a parar al suelo. Poco a poco, unas letras hebreas iban tomando forma en su trasero. Justin paseaba la mirada entre ese culo y el dibujo enganchado en la pared. Sus greñas de rasta parecían sacadas de un desván, y nada más verlas, te entraban ganas de sacudirles el polvo. Tejanos de cintura baja, sin camisa, pequeñas anclas doradas clavadas a los pezones. Tras observarlo atentamente un momento, Driver se preguntó si esa chica —o cualquier otro ser humano, ya puestos— sería consciente de lo mal que veía Justin.

Driver nunca había entendido a esa gente que se empeña en resaltar lo excepcionales que son. Dadas sus circunstancias, él siempre se había empleado a conciencia para confundirse con el entorno, para no destacar. Pero, en el fondo, se solidarizaba con ellos.

El tatuador torció la cabeza. Driver lo observó mientras sus ojos intentaban enfocar de nuevo.

—Con la pinta que tienes, es imposible que hayas venido a tatuarte, así que intuyo que eres el amigo de Félix. —Le colocó suavemente a la chica una mano en la grupa—. Ahora vuelvo, cariño. —Ella se encogió de hombros y le pegó otro bocado a la hamburguesa.

Justin se separó de la pared de una patada y recorrió el suelo sobre su silla de ruedecitas, hasta llegar al mostrador y levantarse.

—Ropa, ordenata, bocadillo, pipas —dijo mientras agarraba una bolsa de lona y la dejaba sobre el mostrador—. Y… —echó mano a un clavo en la pared—, llaves. El sitio está un poco alejado, pero es cómodo y agradable. O eso me han dicho.

—Te lo agradezco.

—Félix no hace muchos favores como este. ¿Marine?

—Algo parecido.

—Por supuesto. Bueno, tengo que volver a lo mío. Allí hay teléfono. Y es seguro. Dice Félix que lo llames.

La mujer ya se había terminado la hamburguesa. Justin observó el charco en el suelo y meneó la cabeza mientras volvía a ocupar su puesto de trabajo.