En cuanto Thalia terminó de pintar la ventana, agarre a Ben y le empujé al agujero.
—¡Venga! —grité—. ¡No hay tiempo que perder!
—Adiós, Ben. Adiós, Tommy —gritaron los demás.
Cuando estaba encaramado a la ventana, me volví hacia ellos.
—Venid con nosotros —grité—. Rápido. ¡Podéis hacerlo!
—No, es imposible —repuso Seth con voz triste.
—Thalia tiene razón. Vuestro mundo no nos gustaría. Nosotros pertenecemos a éste —añadió Mary.
—No me olvidéis —gritó Thalia. La voz se le quebró con tristeza y se dio la vuelta.
Yo también me volví, pero para regresar al otro mundo, a nuestro mundo. Ben y yo terminamos de cruzar la pared, y nos encontramos de nuevo en el colegio.
La música retumbaba en el pasillo. Los niños gritaban y reían.
¡El baile!
Estábamos de nuevo en la fiesta.
Grité alborozado y abrí de golpe la puerta de los lavabos del colegio. Entramos y corrimos a mirarnos en el espejo.
Nos quedamos boquiabiertos. Volvíamos a estar llenos de color: rojo y azul y rosa y amarillo. ¡Todo en color! ¡Y tantos colores distintos!
Entrechocamos las manos en alto en señal de victoria, echamos la cabeza hacia atrás y dimos gritos de alegría hasta casi quedarnos sin voz.
Parecía increíble. Habíamos regresado a la normalidad, a nuestro mundo. Y la fiesta nos estaba esperando.
Abrimos de golpe la puerta de los lavabos, nos precipitamos al pasillo y nos dimos de narices con la señora Borden.
—¡Por fin! —gritó—. ¡Os he estado buscando por todas partes!
Nos agarró de la mano y tiró de nosotros por el pasillo.
—Señora Borden… hay algo que… —empecé a decir.
—Luego —interrumpió ella. Nos empujó al gimnasio—. ¡Os hemos estado esperando una eternidad!
—Pero es que… Usted no lo entiende pero… —afirmé bruscamente.
—Querréis salir en la foto, ¿no? —preguntó la directora.
Todos los alumnos que habían asistido al baile estaban alineados delante de las gradas. La señora Borden nos empujó a Ben y a mí hacia la primera fila.
—Queremos que todo el mundo que ha participado en la fiesta salga en la foto —declaró la directora.
Se volvió hacia el fotógrafo que esperaba detrás de una cámara y dijo:
—Señor Camaleón, ya puede disparar.
—¿Señor queeeeeé?—grité—. ¡No! ¡Espere! ¡Espere!
¡FLASH!