No, no me caí al agujero.

Las manos me agarraron y me hicieron dar la vuelta. Me encontré cara a cara con un rostro familiar: ¡Seth!

—¡Corre! —gritó—. ¡Hemos venido a salvaros!

Me di la vuelta y vi que Mary y Eloise estaban guiando a Ben colina abajo.

—¡Vamos! —gritó Seth.

Echamos a correr, pero no llegamos muy lejos. Habíamos pillado a aquellos muchachos locos por sorpresa, pero muy pronto salieron de su asombro y formaron un estrecho círculo a nuestro alrededor.

—¡Nos han atrapado! —grité—. ¿Cómo vamos a escapar?

Nos detuvimos y los chicos nos rodearon.

Se movían en silencio, con las caras embadurnadas de ese líquido repugnante y la ropa empapada y hecha un asco.

—Pensé que podríamos ser más rápidos que ellos —empezó a decir Seth—pero…

Bajé los ojos hasta un montón de hojarasca que había junto a mis pies. De pronto se me ocurrió una idea genial.

Me metí la mano en el bolsillo de los téjanos.

—¡Preparaos! —grité a los demás.

Ben se volvió hacia mí.

—¿Para qué? —preguntó.

—Preparaos —repetí— para salir pitando.