¡Con qué facilidad puede el hombre enredarse en cosas insignificantes! Podemos pasarnos horas de la mesa al armario y del armario al diván sin encontrar salida. Hasta podemos olvidar donde nos encontramos y lanzar flechas contra un pequeño armario adosado a la pared. «¡Eh! ¡Armario!», podemos gritarle, «¡Vas a ver!» Aunque también podemos tumbarnos en el suelo y examinar el polvo. También ahí existe inspiración. Es mejor hacer esto siguiendo su reloj y regulando el tiempo. Es verdad que es difícil de determinar los plazos, ¿pues qué plazos puede tener el polvo?
Y aún es mejor contemplar una palangana llena de agua. Siempre es útil e instructivo observar el agua. E incluso si ahí no vemos absolutamente nada, es lo mismo. Contemplamos el agua, no vemos nada y, después, comenzamos a aburrirnos. Pero nos consolamos con el hecho de que cuando menos hemos llevado a cabo una buena acción. Contamos por los dedos. Pero ignoramos lo que hemos contado, porque ¿acaso el agua se deja contar?