El agua tranquila se mece a mis pies.
Yo contemplaba las sombrías aguas y miraba el cielo.
Aquí, en este preciso lugar, Ligudim me explicará el método de la formación de objetos inexistentes.
Esperaré hasta las cinco, y si Ligudim no aparece entre estos árboles en ese lapso de tiempo, me iré. Esta espera se convierte en una ofensa. Ya hace dos horas que estoy aquí y que el agua tranquila se mece a mis pies.
Metí un bastón en el agua. Y repentinamente, bajo el agua, alguien lo agarró y tiró con fuerza del mismo. Abrí las manos, y el bastón de madera desapareció en el agua con tal ímpetu que hasta se oyó un silbido.
Me quedé desamparado y asustado cerca del agua.
* * *
Ligudim llegó a las cinco. Eran exactamente las cinco porque un tren pasó a gran velocidad por la otra orilla: pasa lanzado todos los días justamente a las cinco cerca de la casucha que se ve a lo lejos.
Ligudim me preguntó por qué estaba tan pálido. Se lo dije. Transcurrieron cuatro minutos, durante los cuales Ligudim se ensimismó en el agua sombría. Después dijo: «Esto no necesita método. Podemos asustar a los niños con cosas así, pero para nosotros, carece de interés. No somos coleccionistas de temas fantásticos. Sólo los comportamientos insensatos son gratos a nuestro corazón. El arte popular y Hoffmann nos desagradan. Entre estos fenómenos y nosotros se interpone una pared.»
Ligudim movió la cabeza y, reculando, desapareció de mi campo de visión.
10 de noviembre 1937