Yo nací en el arroyo. Como una rata. Mi madre me trajo al mundo y me dejó en el agua. Yo me puse a nadar. Un pez con cuatro pelos de bigote en la nariz giraba en torno a mí. Yo me puse a llorar. El pez también se puso a llorar. Repentinamente, vimos kasha flotando en el agua. Nos comimos aquel kasha y nos echamos a reír. Nos divertíamos mucho, nos dejamos llevar por la corriente y encontramos un cangrejo. Era un cangrejo muy viejo y muy sabio; tenía un hacha en sus pinzas. Detrás de él nadaba una rana completamente desnuda. «¿Por qué tú estás siempre desnuda?, le preguntó el cangrejo, ¿no tienes vergüenza?» «No hay nada de vergonzoso en esto, respondió la rana. ¿Por qué deberíamos tener vergüenza de este bello cuerpo que nos concedió la naturaleza, cuando no tenemos vergüenza de los infames comportamientos de que somos autores?» «Hablas sensatamente, dijo el cangrejo. Y no sé qué responderte. Le voy preguntar esto a un hombre, porque el hombre es más inteligente que nosotros. Nosotros sólo somos inteligentes en las fábulas en las que él nos describe, y una vez más parece que el inteligente es él, y no nosotros.» Entonces, el cangrejo me vio y dijo: «No hay necesidad de ir a buscarlo muy lejos, pues ahí está el hombre.» El cangrejo se acercó a mí y me preguntó: «¿Debe uno avergonzarse de su desnudez? Tú eres un hombre, respóndenos». «Yo soy un hombre y os respondo: no tenemos que avergonzarnos de nuestra desnudez».
[1934-1937]