Mariana y Katy vieron ¿Quién manda a quién? comiendo sandwiches mixtos en el cuarto. Jasmín intentó entrar, pero su hermana la echó del cuarto. Mariana la envidió por poder hacer eso. Katy le había prestado un pijama que parecía un baby doll de seda y un calzón de verdad, de los que se abren con ganchos a los lados. Después revisaron juntas los catálogos quirúrgicos de Mari Pili, jugando a ver qué partes del cuerpo se operarían. Katy cambiaría su nariz. Mariana se operaría todo. Se cambiaría por otra.

—¿Por qué? —preguntó Katy—. No eres fea. Eres muy bonita, más bien.

Mariana se sonrojó al oírlo.

—Me gustaría tener unas tetas como las tuyas —le dijo. Katy hizo un strip-tease y las dos se rieron. Después se pintaron de negro las uñas de los pies. Mariana le pidió a Katy que se pintase sólo las de los pies para que su mami no se diese cuenta de que le había robado el esmalte. Mientras se pintaban, Mariana se pasó de la raya y se pintó un dedo. Katy, jugando, le pintó el empeine del pie. Mariana le devolvió la gracia en la nariz. Rodaron por la alfombra forcejeando hasta que Mari Pili entró para mandarlas a dormir. Antes de meterse en la cama, Katy sacó cigarrillos.

—¿Te gusta fumar? —le preguntó.

—Claro.

Mariana nunca había fumado, pero sabía que le gustaría. Se acercaron a la ventana y se pusieron a fumar echando el humo hacia fuera, hacia la noche.

—¿Quién te gusta de la escuela? —preguntó Mariana.

—Nadie.

—Tú le gustas a Javier.

—Javier es un cojudo.

Javier era mayor que el resto de la promoción porque había repetido dos veces. Sus padres le habían prometido regalarle un carro si pasaba de año, y ahora era el único que tenía permiso de conducir. Corría tabla, fumaba marihuana en el colegio y aseguraba haber cachado ya muchas veces. Mariana lo consideraba un perfecto imbécil. Pero la mitad de la clase quería ir en su carro. Katy expiró el humo.

—¿Y a ti quién te gusta?

—Nadie.

Después de fumar, Katy esparció el aerosol de baño para disimular el olor. Todo el cuarto olía a flores artificiales. Katy le enseñó sus toallas higiénicas especiales para dormir. Se las pusieron juntas.

—¿Sabías que si dos mujeres son muy amigas terminan por tener la regla al mismo tiempo?

—Entonces ya somos muy amigas.

—Hagamos un pacto.

Sellaron su amistad con esmalte negro y sangre de la regla. Katy comentó que era el pacto más asqueroso que había hecho en su vida. Mariana dijo que eso dolía menos que cortarse el dedo. Se rieron y se fueron a acostar. De cerca, Katy aún olía a tabaco y a toalla higiénica. También olía a Colors, que era la colonia que le gustaba. Mariana no usaba colonia pero Katy le prestó un poco. Ahora olían igual. Miraron sus pies bajo las sábanas. Las uñas negras contrastaban con la blancura de las sábanas. Por primera vez, a Mariana le pareció que tenía unos pies lindos. Al apagar la luz, varias estrellitas fosforescentes brillaron en el techo. Se fueron apagando mientras ellas conversaban. Katy le contó que todos los chicos de la escuela le parecían inmaduros. Mariana respondió que eran simplemente unos huevones. En el techo, las estrellas ya habían perdido toda su luz.