AGRADECIMIENTOS

Escribir Colosseum ha sido una bonita aventura. Una aventura que parte de lejos, que ahonda sus raíces en mi obsesión por la Historia y en la confianza que el editor y toda la redacción han depositado en las modestas capacidades de un narrador de episodios oscuros. Desde que empecé a interesarme por la antigüedad he deseado escribir sobre los gladiadores. Diablos, cualquiera que piense en la Roma imperial no puede evitar imaginarse a los dioses de la arena peleándose como Marte manda. Y aún menos alguien como yo, acostumbrado a narrar conflictos cruentos, podía dejar escapar la oportunidad de describir ese tipo de combates a muerte. Sin embargo, hacía falta una historia única, una de esas que dejan marca. Afortunadamente, hace casi dos mil años, el granuja de Marcial anotó una realmente genial. Gracias a él, y sobre todo a Vero, Prisco y la proeza que realizaron aquella tarde de agosto, mi sueño se ha hecho realidad. He incluido un buen pedazo de corazón entre las páginas de esta novela y he invertido toda la energía que me ha sido posible. No obstante, de nada habría valido el esfuerzo sin la valiosa colaboración de las personas que han estado a mi lado. Estoy en deuda con todas ellas, así que permitidme que les dé las gracias como se merecen.

GRACIAS a Gianni Biondillo y a Lorenza Ghinelli, los primeros fans de Colosseum.

GRACIAS a Michele Rossi, que puso en marcha la máquina del tiempo.

GRACIAS a Viola Vastola, atenta conocedora de la antigüedad clásica y ayuda irreemplazable durante los largos meses de composición de la novela.

GRACIAS a Caterina Campanini por su valioso trabajo de redacción.

GRACIAS a mi agente Piergiorgio Nicolazzini por su profesionalidad impecable y su compromiso constante.

El último GRACIAS —como siempre el más importante de todos— es para ti, que has comprado este ejemplar o que has hecho que te lo presten. Gracias de verdad, porque sin ti yo no estaría aquí haciendo lo que hago.