DOS
Los primeros recuerdos de la Bestia son dolorosos pero emocionantes.
—¡No te toques ahí! ¡Es asqueroso!
Luego, golpes. La Bestia siente sabor a sangre en la boca. En el espejo ve una cara con cardenales. Una cara que podría ser cualquier cosa, cualquiera. No tiene que reconocer la cara como propia. Está sangrante y llena de bultos; es patética. No es más que la cara del envoltorio niño. Por primera vez, la Bestia ruge.
Aún no tiene garras, pero sabe que crecerán.
Más tarde.
—Aquí, gatito, gatito… aquí, vamos a jugar. Así, gato bueno. ¿La mamá de quién te quiere? Eso es. Eso es bonito. Ronronea, ronronea para tu mamá…
En la mano de la Bestia aparece una garra afilada que atraviesa pelo y piel y penetra en el músculo.
El gato chilla como un demonio.
—Aquí, gatito, gatito… ven con mamá. ¿Gatito? ¡Gatito!
Más tarde aún, una voz diferente.
—Vamos, ponte los pantalones. ¡Qué chico tan guapo, qué apuesto eres! Harás sentir orgulloso a tu padre. ¿Qué es esto que tienes en el bolsillo? Cuidado, rasgarás la tela. Es costosa. Es terciopelo. Como el que visten en la corte del emperador, en Altdorf. Mira, lo has rajado. ¡Te dije que tuvieras cuidado, niño!
Más golpes. A estas alturas, la Bestia está habituada a los golpes. No los siente con independencia de lo mucho que se lastime el envoltorio-niño. El envoltorio-niño deja de llorar por fin, y con cada golpe el niño se retira y la Bestia se hace más fuerte.
Cuando tienen diez años de edad, la Bestia vuelve a matar por primera vez después del gatito. La Bestia es astuta. Sabe que no es tan fuerte como lo será en el futuro, así que escoge al viejo Nikolas, el guardabosque jubilado de la familia.
El viejo Nikolas tuvo que retirarse con una pensión cuando lo hirió un jabalí durante una cacería. Tiene las piernas arqueadas y pasa la mayor parte del día en su hamaca del viejo refugio. Es lento de movimientos y no podrá escapar de la Bestia. El envoltorio niño se debilita y la Bestia escoge sus garras, descuelga la espada de doble filo que el padre usó en la última campaña. Es pesada para las manos de la Bestia, pero no demasiado.
El peso es importante. Si la Bestia puede levantar el arma lo suficiente, el peso aumentará la fuerza del golpe y compensará la debilidad de los brazos del envoltorio niño. Lo ha planificado todo a la perfección. La espada baja y divide el cuello del viejo Nicolás como si fuera queso fresco, atravesando también la lona de la hamaca.
La cabeza del guardabosque rueda por el suelo y la Bestia la patea como si fuera una pelota.
* * *
—Es horrible, horrible, horrible. Mi niño no debe verlo.
No debe. ¿Es que no lo entiendes?
La Bestia espera durante largo tiempo y finge ser el envoltorio-niño. Crecen y los educan en las artes propias de un caballero.
Al llegar su vigésimo cumpleaños, la Bestia vuelve a salir y mata con un hacha a un huésped borracho que está en el jardín: su tío Sergius, que había hecho saltar sobre las rodillas al envoltorio-niño. Tiene un aspecto extraño con el tajo en la cara.
La herida le recuerda a la Bestia las partes prohibidas del cuerpo femenino. Entonces, la Bestia comete su primer y único error. Tras arrodillarse junto al tío Sergius para mirar mejor el tajo, la Bestia hunde los dedos del envoltorio-niño en la sangre y palpa la herida.
—¡Por el martillo de Sigmar!
Es Natasha, la muchacha que viaja con tío Sergius. El padre del envoltorio-niño la llama la amante de su hermano. La Bestia sabe qué significa eso. Ellos piensan que ese tipo de cosas son asquerosas.
Natasha se limita a permanecer de pie allí, sin decir nada mientras su boca se va haciendo más redonda, con los brazos estirados como los de un espantapájaros. Tiene un aspecto gracioso. El envoltorio-niño le sonríe y la Bestia saca la garra del fajín.
—No pasa nada, Natasha. No te entristezcas.
El envoltorio-niño se levanta y desliza un brazo en torno a la cintura de Natasha. Ella está temblando pero no puede moverse. La Bestia le lame la cara con una lengua áspera. Ella no retrocede.
En realidad le gusta, la Bestia lo sabe. Las mujeres son así de asquerosas. Absolutamente asquerosas.
La Bestia levanta su dura y recta garra —veinticuatro centímetros de acero afilado—, y la hunde en el estómago de Natasha.
Ella jadea de deleite y le mana sangre por la boca.
La Bestia saca la garra del estómago de Natasha y la hunde en su pecho. Luego la hunde en algún otro sitio, y luego en otro.
El tío Sergius, con el rostro partido, mira a las lunas de lo alto, y Natasha no dice nada.
Esto es lo mejor que jamás ha experimentado la Bestia. A partir de ahora sólo cazará mujeres. Sólo matará mujeres. El envoltorio-niño está de acuerdo.
Las mujeres, ha comprendido finalmente, son la presa natural.
Las mujeres. Las asquerosas mujeres.