Una bocanada de aire gélido, una estela glacial en la piel recién expuesta. Sin previo aviso, se encuentra fuera y el mundo húmedo y tropical que conocía se ha evaporado. Está a merced de los elementos. Una gamba pelada, una nuez sin cáscara.
No respira. El mundo entero se reduce a esto, a un solo aliento.
Los pequeños pulmones son como alas de libélula que no consiguen henchirse en el ambiente ajeno. No hay aire en la tráquea comprimida. En la diminuta voluta nacarada de una oreja zumban mil abejas.
Pánico. Una niña ahogada, un pájaro abatido.
*
—El doctor Fellowes ya debería estar aquí —gimió Sylvie—. ¿Cómo es que no ha llegado? ¿Dónde está?
Grandes gotas de rocío le perlaban la piel, como un caballo acercándose a la meta en una dura carrera. El fuego en la chimenea rugía como el de la caldera de un barco. Las gruesas cortinas de brocado se habían corrido para dejar fuera al enemigo, la noche. El murciélago negro.
—Supongo que el pobre hombre se habrá quedado atascado en la nieve, señora. Hace un tiempo espantoso. Habrán cerrado la carretera.
Sylvie y Bridget tenían que afrontar solas tan dura prueba. Alice, la criada, había ido a visitar a su madre enferma. Y Hugh, cómo no, andaba de aquí para allá buscando a su hermana Isobel, la bala perdida, à Paris. A Sylvie no le apetecía recurrir a la señora Glover, que roncaba como un cerdo hozador en su habitación, en la buhardilla. Imaginaba que dirigiría el parto como un sargento mayor en pleno desfile. El bebé llegaba antes de hora. Creía que se retrasaría como los demás. Hasta los planes mejor trazados se tuercen, ya se sabe.
—Ay, señora —exclamó de repente Bridget—, pero si está toda azul.
—¿Es una niña?
—Trae una vuelta de cordón. Madre mía, se ha estrangulado, la pobrecita.
—¿No respira? Déjeme verla. Tenemos que hacer algo… ¿Qué podemos hacer?
—Ay, señora Todd, no hay nada que hacer, se nos ha ido. Ha muerto sin tener la posibilidad de vivir. Lo siento muchísimo. Ahora será un angelito en el cielo. Ay, ojalá estuviera aquí el señor Todd… Lo siento mucho. ¿Le parece que despierte a la señora Glover?
Un corazoncito. Un corazón diminuto que latía desbocado, detenido en pleno vuelo como un pájaro abatido en el cielo. Un solo disparo.
Se hizo la oscuridad.