LOS ÚLTIMOS HOMBRES DE LA GRAN EVASIÓN
En la fecha actual, marzo de 2004, cuando han transcurrido ya sesenta años desde que se produjera la Gran Evasión, sólo quedan vivos siete de los hombres que se fugaron de Sagan a través de un túnel aquella fatídica noche. Conozcámosles y conozcamos sus reflexiones sobre la aventura que posiblemente marcó el resto de sus vidas.
Tony Bethell
Anthony Bethell fue abatido cuando sobrevolaba Holanda en un Mustang, en diciembre de 1942.
Al pensar en la Gran Evasión lo primero que me viene a la cabeza es la admiración que me despierta la genialidad de tantas personas cuya labor la hizo posible. Mis primeras tareas fueron esparcir la arena y avisar si aparecía algún «animal» hasta que me ascendieron a excavador. La primera vez que bajé pensé que me daría claustrofobia pero el estar rodeado de gente competente me tranquilizó totalmente. Una vez me quedé atrapado en «Leicester Square», uno de los refugios que había en mitad del túnel, y jamás me he sentido tan aterrorizado en mi vida. Sudaba de miedo. Me sacaron a la media hora pero a mí me pareció que había transcurrido un siglo.
La noche de la evasión, la única idea que ocupaba mi mente era que tenía una misión que cumplir. Tenía que guiar a un grupo de diez personas hasta el bosque que había a la salida del túnel. Una vez que lo conseguimos y nos vimos por fin allí nos invadió una maravillosa sensación de libertad mientras aspirábamos el aire fresco y puro del bosque. Sin embargo, el terreno era muy escabroso debido a los barrizales que se formaban al derretirse la nieve. Rompimos nuestra propia norma de no avanzar de día y fuimos atrapados por un par de «animales» que nos soltaron la cantinela de siempre: «para vosotros, se acabó la guerra». Sólo habíamos recorrido 70 u 80 kilómetros.
Me enteré de lo de «los cincuenta» estando en «la nevera» de Sagan. No podía dar crédito a lo que oía. Las estadísticas eran catastróficas: tres personas de vuelta a casa y 50 ejecutados. Pero era la guerra y en las guerras ocurren este tipo de cosas. Hay que hacer lo que hay que hacer. Roger Bushell dijo que el único propósito era el de «hostigar, confundir y desconcertar al enemigo». Y eso es exactamente lo que hicimos.
Tony, que en la actualidad tiene 82 años, vive en Canadá con su segunda esposa, con quien lleva 30 años casado. Entre los dos tienen ocho hijos y catorce nietos.
Les Brodrick
El Lancaster de Lesley Charles James Brodrick fue derribado cuando regresaba de un bombardeo sobre Stuttgart.
La noche de la evasión éramos unos 200, todos con nuestros pesados abrigos, apelotonados en una caseta en la que pronto empezó a hacer mucho calor. Por lo visto, se podían ver nubes de vapor saliendo por las ventanas pero afortunadamente los alemanes no se percataron de nada. Al principio todo era muy emocionante aunque pronto los ánimos empezaron a decaer porque tuvimos que permanecer allí sentados durante horas y horas, esperando turno para salir.
El túnel daba un poco de miedo, la verdad. La mayoría de nosotros no habíamos estado nunca antes allí y el pánico empezó a cundir un poco cuando algunos nos dimos cuenta de que sufríamos de ataques de claustrofobia. Una vez fuera, para ser sincero, lo primero que pensé fue en el tiempo horrible, frío y desapacible que hacía. Tres de nosotros decidimos coger el «tren de san Fernando», cruzar el país hasta Checoslovaquia, donde nos dijeron que alguien podría ayudarnos.
Desgraciadamente nos paramos a pedir ayuda en una casa donde resultaron estar alojados soldados alemanes. Cuatro alemanes salieron a nuestro encuentro y ahí acabó todo. Me enviaron de nuevo a Sagan y me pasé dos semanas en la «nevera». Cuando salí me enteré de lo de «los cincuenta». Mis dos compañeros estaban entre ellos. Francamente, la primera idea que me vino fue que había tenido mucha suerte. ¿Mereció la pena? Creo que no, realmente. ¿Cincuenta hombres muertos a apenas unos meses del fin de la guerra? No, no valió la pena.
Les volvió a Inglaterra y fue profesor en una escuela de Canvey Island antes de trasladarse a Sudáfrica, donde reside actualmente con su esposa y sus dos hijos.
Dick Churchill
Sidney Albion Churchill acabó en Sagan después de que su bombardero ligero resultara abatido por un Messerschmitt 109 sobre Ludwigshafen, en septiembre de 1940.
A diferencia de lo que ocurre en la película, en la evasión real no hubo ningún estadounidense, lo que fue una pena pues sí que participaron activamente en la construcción del túnel. Pero los trasladaron al Recinto Sur poco antes de que nos fugáramos. Fue una lástima. Roger Bushell era un hombre de gran determinación. Y nuestro oficial superior,Wings Day, era un hombre que inspiraba tal respeto que, si nos hubiera ordenado asaltar las alambradas, un centenar de nosotros lo hubiéramos hecho sin pensárnoslo dos veces, incluso tratándose de una misión suicida. Pero no quiero darle vueltas a lo que pasó hace casi 60 años. Prefiero concentrarme en pensar qué van a hacer con sus vidas mis cinco nietos.
Dick, que actualmente tiene 86 años, vive en Devon, Inglaterra.
Sydney Dowse, Cruz al Mérito Militar
Apodado cariñosamente «the Laughing Boy» («el Sonrisas») por su jovialidad y facilidad de trato, Sydney Hestings Dowse, piloto de Spitfire, fue uno de los principales excavadores de Harry, después de haber llevado a cabo ya dos intentos de fuga.
Estaba decidido a escapar y a incordiar a los alemanes todo lo que pudiera. Yo estaba a cargo de uno de los principales equipos de excavación y me encantó trabajar en el túnel. Al fin y al cabo, estábamos haciendo algo útil por el esfuerzo de guerra, aunque sé que a muchos otros no les gustó tanto. En la película, el personaje que interpretaba el ídolo del pop de los 60 John Leyton estaba probablemente basado en mí, y mi compañero de fuga Stanislaw Danny Krol estaba interpretado por Charles Bronson.
Fuimos dos de los primeros en salir. Sentirse libre era una sensación absolutamente fantástica. Danny era polaco, por lo que nos dirigimos hacia Polonia. Pero nos pillaron a los 12 días. A mí me enviaron a Sachsenhausen, donde vi a Jimmy James y me enteré de que habían asesinado a «los cincuenta», entre los que se encontraba Danny. El único efecto que tuvo sobre mí es el de querer escaparme otra vez, lo cual hice. La Gran Evasión merecía la pena. Creamos un gran desconcierto entre los alemanes y mantuvimos a miles, si no a millones de ellos, ocupados en buscarnos.
Al finalizar la guerra Sydney fue nombrado secretario privado del rey Jorge VI y trabajó en el Servicio Colonial. En la actualidad, a la edad de 84 años, pasa su tiempo entre Londres y Montecarlo.
Bertram Jimmy James, Cruz al Mérito Militar
Jimmy James se encontraba pilotando un bombardero Wellington cuando fue abatido en junio de 1940. Su verdadero nombre es Bertram pero alguien empezó a llamarle Jimmy cuando estaba en la RAF y con ese nombre se quedó. Tras ser capturado estuvo implicado al menos en 12 intentos de fuga, por lo que fue condecorado con la Military Cross (Cruz al Mérito Militar) y recibió una Mención de Honor.
Cuando llegué al pozo de salida, trepé por la escalera y lo primero que vi fueron las estrellas. Pensé en el lema de la RAF «Per ardua ad astra», (por la adversidad a las estrellas). No es fácil imaginar un contexto más apropiado para el lema que aquel momento. A medida que ascendía por la escalera hacia las estrellas pensaba en el duro esfuerzo que habían realizado todos los implicados. A un terrible precio. Yo perdí algunos buenos amigos en aquella fuga. Excelentes personas, de lo mejor que he conocido nunca. Pero muchos de nosotros perdimos buenos amigos en aquella guerra, ¿verdad…?
Ahora, a la edad de 89 años, Jimmy vive con su esposa, Madge, en los bucólicos alrededores de Shropshire, donde es un asiduo jugador de golf y un pilar para la comunidad.
Paul Royle
Paul Gordon Royle estaba en la Real Fuerza Aérea australiana cuando fue abatido mientras sobrevolaba Francia en 1940.
Participé en varias tareas distintas durante la construcción del túnel. Algo de excavación, algo de esparcimiento de tierra y también de vigilancia de los movimientos de los «animales». Lo único que recuerdo del túnel en sí es la fuga: una oscuridad sin fin, hasta que de pronto alguien tira de ti ¡y estás libre! Me dirigí a pie hacia el sur, a través del bosque, y fui capturado a la noche siguiente. Finalmente me enviaron de nuevo al campo y me metieron en la «nevera» durante dos semanas. Cuando salí, me enteré de que 50 de nuestros compañeros no habían vuelto.
Supongo que en lo más profundo sentía que había tenido suerte. Pero en su conjunto, nunca fue algo tan importante para aquellos que tomaron parte en el asunto como parece serlo para otros. Había millones de personas haciendo todo tipo de cosas en aquella guerra, de la que nosotros sólo éramos una pequeña parte.
Paul trabajó en la minería por todo el mundo antes de establecerse al oeste de Australia con su segunda esposa. Tiene cinco hijos y cinco nietos.
Mike Shand
En la película, cuando el guardia alemán da con la salida abierta del túnel y atrapa a los prisioneros que van saliendo, hay uno que intenta distraer su atención antes de salir corriendo hacia el bosque. En la realidad se trataba del neozelandés Michael Moray Shand. Piloto de Spitfire en la Batalla de Inglaterra, Mike fue el último en escapar.
No sabía muy bien qué estaba pasando pero intuía que nos habían descubierto. Tampoco creo que el «animal» supiera muy bien de qué iba aquello. Todos nos quedamos petrificados. Entonces, en cuanto miró hacia otro lado, salí corriendo hacia el bosque. Eso fue todo: estábamos fuera.
Estuve caminando por el bosque durante un par de días, en dirección a Checoslovaquia. Pero la policía local me pilló cuando trataba de colarme en un tren. Me metieron en la cárcel, como parecía haber pasado con todos los demás fugados de Sagan. Acabé volviendo al campo, donde yo creía que estarían ya todos. Pero al llegar allí me enteré de lo que había pasado. Me impresionó un poco pero, para ser sinceros, creo que el sentimiento general que tuve fue el de haber tenido mucha suerte de que no me hubieran fusilado.
Mereció la pena. No creo que ninguno de nosotros creyera que podríamos haber llegado hasta Inglaterra. Era ridículo habiendo controles de la policía y de la Gestapo en cada esquina. En esas circunstancias, con gélidas noches e inhóspitas campiñas, era imposible atravesar Alemania sin ser descubierto. Pero algo había que hacer. Lo que pretendíamos era sembrar el caos tras las líneas enemigas y eso es exactamente lo que hicimos.
Después de la guerra, Mike regresó a su Nueva Zelanda natal donde vivió en una granja con su esposa británica, que falleció hace 14 años. Mike, que actualmente cuenta 89 años, tiene dos hijos.