En primer lugar, debo dar las gracias a Roy Conyers Nesbit, coordinador documental de la Royal Air Force en el Public Records Office (actualmente los National Archives) y prolífico cronista de la aviación. Roy me ha proporcionado una ayuda y una orientación infinitas en todas las cuestiones concernientes a la RAF, y nunca olvidaré su amabilidad y generosidad durante el tiempo que me dedicó en el Club de la RAF de Piccadilly. Gracias a Roy, he adquirido un interés permanente por la aviación y la RAF, y espero que éste no sea el último libro que dedique a este tema. Tengo una equiparable deuda de gratitud con Ian Sayer, escritor y cronista de fechorías nazis, que me ha ofrecido acceso a su extenso archivo sobre la Segunda Guerra Mundial y ha tenido la amabilidad de permitirme reproducir cartas escritas por algunos de los hombres de la Gran Evasión. Ian ha demostrado una generosidad continua con sus consejos sobre éste y otros libros. Quisiera dar las gracias asimismo a Hugh Alexander y Paul Johnson de la biblioteca de imágenes de los National Archives, así como al personal de la biblioteca de consulta de los archivos de Kew, del Imperial War Museum de Lambeth y de la British Library. Durante años he podido disfrutar de una enorme ayuda por parte del personal de los United States National Archives de Maryland, EE. UU., proporcionándome material para este libro y para mis documentales. Tengo una deuda especial con el general Albert Patton Clark, que estuvo en la United States Air Force Academy de Colorado Springs, EE. UU., y con el archivista de dicha academia, Duane Reade. Recuerdo con sumo agrado mis visitas a la academia y me siento muy agradecido por la valiosa ayuda que me prestó Duane cuando produje y dirigí un breve documental sobre la Gran Evasión en 1999. Duane también me proporcionó una copia de las memorias (sin publicar) del coronel Von Lindeiner y de los archivos del Ministerio del Aire británico referentes a la investigación del SIB llevada a cabo tras la guerra sobre las ejecuciones de los cincuenta aviadores de Sagan. Quiero dar las gracias a Jimmy James, uno de los más grandes hombres de la Gran Evasión, por la inestimable ayuda, los ánimos y los consejos que he recibido de él, y por el uso de gran parte de sus archivos personales. Gracias también a su compañero de fugas Sydney Dowse, así como a cuatro más de los oficiales que consiguieron escapar por el túnel aquella noche de marzo de hace 60 años: Tony Bethell, residente en Canadá; Les Brodrick, en Sudáfrica; Mike Shand en Nueva Zelanda, y Paul Royle, en Australia, que tuvieron la gentileza de ayudarme con sus recuerdos de la evasión, al igual que Desmond Plunkett que, por desgracia, falleció posteriormente. Gracias a Peter Elliott del Royal Air Force Museum, Hendon. Gracias a Halvor Sperbund de Bergen por orientarme y ayudarme sobre los dos noruegos que escaparon, Per Bergsland y Jens Muller; y al hijo del aviador holandés Bob van der Stok, también llamado Bob, en California, EE. UU. Gracias al Air Force Museum de Christchurch, Nueva Zelanda. Muchas gracias a Charlotte Bergsland, por las fotografías de su difunto esposo; a Elizabeth Cárter, por la ayuda prestada acerca de su hermano Roger Bushell y al biógrafo de Bushell, John D. Carr. Tampoco debo olvidar a los demás estudiosos cuyas fascinantes obras han arrojado luz sobre este asombroso período de la Historia y sin los cuales mi trabajo habría sido mucho más arduo. En concreto, Stalag Luft III: The Secret Story, de Arthur Durand, constituye una incomparable y erudita disertación sobre el tema. A Gallant Company, de Jonathan Vanee, es el estudio más completo que he leído jamás sobre las vidas de cada uno de los hombres de la Gran Evasión. Por último, quiero mencionar a Dick Churchill, el séptimo de los últimos hombres de la Gran Evasión, que se encuentra todavía entre nosotros. Dick dice que no quiere pensar en lo que pasó hace casi 60 años y que prefiere concentrarse en pensar en el futuro de sus cinco nietos. En mi opinión, es una actitud digna de elogio, pero que espero que no disuada a quienes todavía encuentran este episodio de la historia militar y de la Commonwealth tan cautivador como el primer día.