Vive para el fútbol

Theo tiene seis años…

y lleva la camiseta con el número 6 del Mauerbach

Theo es una persona madura. Tiene seis veces la edad de un niño de pecho, triplica la de un bebé y es el doble de un niño pequeño. En resumen: es una persona madura. ¿Lo suficientemente maduro como para ir a la escuela? No, más. Hasta el otoño no empezará a ir a clase y, de momento, este año quiere disfrutar de su última temporada preescolar, en la línea de un f… (¡Un momento, un momento!).

Lo más grato, desde la perspectiva del autor, es que ya se puede hablar con Theo como si fuera un adulto. Escucha como lo hace un adulto (con medio oído orientado en otra dirección) y se hace el sordo como lo hace un adulto (con un oído y medio atento). Calla como los adultos (preferiblemente cuando le preguntan), arruga la frente como lo haría un adulto y sufre por el hecho de que, últimamente, todo el mundo le invita al diálogo; de vez en cuando se apiada de nosotros y dice un par de palabras.

No hace mucho le pregunto: «Theo, ¿ya sabes qué quieres ser de mayor?».

—No. ¿Y tú?

Yo respondo: «Yo no tengo que saberlo. Yo ya lo soy».

Su mirada ladeada denota un cierto aire de respeto.

—¿Tú qué eres? —pregunta él.

—Escritor —contesto yo.

—Ah, claro.

Suspira sin emitir ningún sonido y parpadea como si quisiera resultar reconfortante.

—Yo también soy algo —dice entonces.

La frase se convierte en algo secundario; lo que pretende Theo es herirme.

—¿Qué eres? —le pregunto.

—Futbolista —responde.

Lo dice de la manera más modesta que puede.

Bueno, ya está; ya ha hecho su aparición esa palabra sin la cual esta historia terminaría exactamente aquí.

El fútbol se coló en la vida de Theo en la primavera del año 2000. Y lo hizo con un lanzamiento tan directo y tan fuerte que a cualquier otra persona probablemente la habría dejado fuera de juego durante años. Quien no tenga interés ninguno en el fútbol, tiene dos posibilidades: o se olvida de Theo o deja que él le convierta.

Theo tiene cuatro vías de acceso al fútbol. La más espectacular, con diferencia, se llama SC Mauerbach. Juega en la Sub-8 (es la categoría, no es que juegue en ningún subterráneo) y él es el más joven y el más rubio de todos los futbolistas: el irisado número 6, el motor de medio campo, el tanque avalancha, el freno (de emergencia) de la defensa. En cuestiones técnicas, todavía es un diamante en bruto; pero es un currante incansable al que le gusta hacer correr al balón y al contrincante. Y, naturalmente, lo que más le gusta es correr él.

Su carrera con el SC Mauerbach se inició en otoño; y, como vive cerca, siempre tiene la ventaja de jugar en casa. Sobre la cantidad que se ofrece por su traspaso, no hay más que especulaciones (sus padres dicen que de momento, desde luego, les cuesta un montón transferirle continuamente de un campo a otro cuando juegan fuera de casa). Ya lleva a sus espaldas cinco torneos fuertes y los resultados responden por completo a las expectativas del entrenador quien, desde el principio, dijo: «Chicos, somos un equipo joven y nos falta entrenamiento; ya os podéis ir haciendo a la idea de que, durante una buena temporada, vamos a perder todos los partidos que juguemos».

La táctica funciona al cien por cien: Mauerbach contra Königstetten – 1:8. Mauerbach contra Langenrohr – 1:6. Tulbing contra Mauerbach – 5:0. Y así sucesivamente.

—Es importante que Theo aprenda también a perder —dice su madre.

¿Sabe esta mujer lo que está diciendo? Theo, que parece haber nacido para la victoria, la mira con un desprecio infinito.

Pero: el SC Mauerbach Sub-8 es un equipo con una gran fortaleza mental y, tras seis derrotas consecutivas, consiguió un sensacional 1:0. Lanzamiento a puerta: casi Theo. Él estaba a pocos metros reduciendo el área de defensa. Pregunta de después del partido: «Theo, ganar es una sensación bien bonita, ¿no?». Respuesta de Theo: «Sí, pero sólo para el vencedor». Así habla un profesional.

Su segunda vía de acceso al fútbol es el informe detallado del partido, el reportaje oral, el análisis posterior. Funciona de la siguiente manera: Theo va dando brincos alrededor de su selecto auditorio. Pulso: 180. Cabeza: roja. Aire: escaso. Voz: aguda, con gallos. Y el minuto trece: «Y viene el balón a mííííí, y entonces voy yo con la cabeza asííííí y viene Raffael corriendo por ahííííí y yo le doy al balón y luego le doy con el pie y el balón pega un salto asííííí y yo detrás corriendo…». Le sigue después el informe del minuto catorce. No se admiten interrupciones. Pero los padres lo intentan; si hace falta, con calzador: «¡Ya vale, Theo! No se entiende lo que dices. No ves que si no hemos estado ahí, no nos lo podemos imaginar». Theo se encoge de hombros: pues es culpa vuestra, deberíais haber estado ahí. Minuto quince: «Va y viene el balón volando asííííí y voy yo para allííííí…».

Tercera vía de acceso al fútbol: Theo lee el periódico, la Kronen Zeitung. (Para sus padres es importante aclarar que «sólo los domingos»). Su interés es parcial y compulsivo: sólo lee los acontecimientos futbolísticos, las alineaciones y las tablas de resultados. Las devora. Se las aprende de memoria. Conoce todo el panorama del fútbol austriaco en forma de papel de periódico; desde la liga nacional (la Max-Bundesliga) hasta los partidos más locales.

Al periódico está vinculado el Gran juego de las adivinanzas futbolísticas de Theo, cuyo punto culminante se alcanzó este verano. Se pasaba el día entero jugando a lo mismo; desde que se despertaba hasta que se dormía. Para ello le bastaba con un único candidato. En caso de cansancio desbordado o problemas de concentración, tenía que ser sustituido (el candidato, no Theo; él siempre le llevaba mucha ventaja).

Un ejemplo: ¿En qué equipo juega Kurusovic?

Candidato: ¿En el Estrella Roja de Belgrado?

Theo: ¡En el Bregenz! ¡Tú cero!

O algo de alto nivel: ¿Conoces a algún jugador del GFZ Großfeld?

Respuesta: Großfeld es un barrio. ¿Tienen equipo de fútbol?

Theo: Krainz, Blasanovic…

Un nivel aún más alto: ¿Quién ha metido cinco goles?

Candidato: ¿El Austria?

Theo: Akagündüz, Ambrosius, Brunmayr, Lässig, Pamic…

Pregunta para relacionar: ¿Dónde juega Pamic?

Pregunta trampa: ¿Cuántos goles ha metido?

Tiene que acostarse a las ocho. (Pamic no, Theo. Por suerte).

Su cuarta vía de acceso al fútbol es de carácter religioso. En una palabra: Rapid. Sólo con oír el nombre, se le iluminan los ojos y adquieren un tono verdiblanco. Adora a este equipo. Y el equipo a él también; de lo contrario no estarían en el primer puesto en la clasificación.

—¿Y por qué precisamente el Rapid, Theo? ¿No se te ocurría nada más original? —le pregunto yo, crítico con el sistema.

—El Rapid es el líder, el rey del invierno —responde Theo. (Un rango aún más alto que el de Papá Noel).

Pero Theo no apoya sólo a un vencedor. En la Eurocopa, lo mismo simpatizaba con Holanda que con Francia, con Portugal o con Italia. Cuando jugaban entre ellos, esperaba al resultado final y entonces decidía a cual de los dos equipos había estado apoyando él.

—¿Cuándo seas mayor jugarás en el Rapid? —le pregunto.

Es una pregunta que muchos chavales esperan en vano durante toda la vida; Theo es un hombre con suerte.

—Sí, claro —responde él con una decepcionante sobriedad—, pero sólo si entonces el Rapid todavía está en la Max-Bundesliga.

Ésta es la actitud que le llevará a jugar en la selección nacional (si es que entonces todavía existe).

¿Qué más cosas han pasado este año? A continuación un pequeño resumen.

Enero: los padres se trasladan a la casa nueva. Theo no sólo los acompaña, sino que, además, con la mudanza mantiene todavía un campo de fútbol descubierto (el jardín), con gradas para el público (la parada de autobús) y un pabellón cubierto para jugar en invierno (el salón) con porterías bastante endebles (las estanterías).

Febrero: vacaciones de invierno para esquiar en Going am Wilden Kaiser.

—¿Cómo te fue, Theo? —le pregunto.

Él arruga la nariz.

—Demasiados holandeses.

—¿Y qué tienes tú en contra de los holandeses?

—Nada. Pero la próxima vez, que hablen alemán —opina él.

Theo era el único no holandés del curso de esquí. Hasta el profesor era holandés y hablaba holandés.

—Llamaban de otra manera al telesquí —dice Theo, todavía hoy, sorprendido—, y hablaban del ancla. Pero el ancla está en el agua, no en la nieve.

El dedo en la sien bien podría significar: están como cabras estos holandeses.

Marzo, abril, mayo: poco movimiento, la rutina diaria de la guardería.

—¿Tienes amigos, Theo? —le pregunto.

—Claro. ¿Tú que te has creído? —replica él.

—Eh… ¿Tienes también amigas? (Que no me delate la sonrisita maliciosa).

—¿Chicas? —me pregunta Theo.

Exactamente eso es lo que yo quería decir: chicas auténticas.

—Sí —afirma—, pero las chicas… —hace una pausa—, las chicas… —hace una pausa—, las chicaaaaaaaas…

Sabe ponerle emoción.

—¿Qué pasa con las chicas, Theo?

—Las chicas siempre quieren… —hace una pausa.

¿Siempre quieren lo mismo? ¡Desembucha, Theo!

—… jugar a pillar —afirma liberado—. Van corriendo al campo de juego y me agarran de la mano y me sacan de allí.

¡Ajá!: secuestro de Theo en el campo de fútbol. Desde luego, una manera desagradable de atentar contra la fluidez del partido.

Junio: Eurocopa. Theo la descubre en el televisor de su casa y se vuelca por completo en ambos: en el aparato y en el fútbol. En las pausas saca su balón de cuero al jardín y allí hace la repetición de las jugadas más importantes mientras las comenta. Milagrosamente, no ha habido ninguna queja de los vecinos.

Julio, agosto: el papá de Theo se rompe la pierna entrenando (fútbol con Theo, por supuesto). Estará de baja el resto de la temporada. Como castigo, a partir de ahora (se registran temperaturas de hasta 35 grados) y hasta que acabe el verano (y Theo vuelva al SC Mauerbach), le lanzará la pelota al niño desde la posición de sentado.

Septiembre: treinta días de fútbol en vivo. Theo y la cadena ORF se van alternando, complementando y solapando en la retransmisión de los partidos.

Octubre: sexto cumpleaños de Theo. La celebración, en el más estricto entorno familiar, rodeado de sus incondicionales; se extiende hasta bien entrado el mes de noviembre. Theo relata todos los días sus episodios favoritos: «Un día me viene el balón por ahííííí, y entonces voy yo con la cabeza asííííí y viene Philipp corriendo hacia mííííí…».