—Es un momento histórico —balbució Lobsang—. ¡Primer contacto! El sueño de un millón de años, cumplido. Y sé lo que debe de ser esto. Shalmirane… ¿No habéis leído La ciudad y las estrellas? Es una especie de organismo colonia.
—¡He aquí el extraterrestre! —exclamó Sally con malicia—. ¿Y ahora qué? ¿Vas a plantearle acertijos matemáticos, como Carl Sagan y esos tíos del SETI?
Joshua no hizo caso a ninguno de los dos. Habló con Primera Persona Singular.
—No te he dicho mi nombre.
—No hacía falta. Tú eres Joshua. Y yo soy Primera Persona Singular. —La voz de su cabeza sonaba como la suya propia.
Dentro de la piel traslúcida, las criaturas. Reconoció peces, pájaros y, aunque tardó un rato en identificarlo, algo que sin duda era un elefante, que se desplazaba poco a poco a través de la misteriosa sustancia del interior, medio andando, medio nadando, con los ojos cerrados. Y trolls, y elfos, y otros humanoides.
Estaba subiendo la marea. Con mucho cuidado, para no ofender ni causar alarma, Joshua retrocedió.
—Primera Persona Singular… ¿para qué es?
—Primera Persona Singular es la observadora de los mundos.
—Hablas bien mi idioma. —Era un comentario muy tonto, pero ¿qué se le decía a una babosa de kilómetros de longitud? La hermana Agnes lo habría sabido, pensó.
La respuesta llegó en el acto.
—Primera Persona Singular no sabe qué es «la hermana Agnes». Todavía estoy aprendiendo. ¿Puedes definirme lo que es una monja?
En aquella orilla inhóspita, Joshua se quedó boquiabierto.
Primera Persona Singular dijo:
—Referencia cruzada, sí… Una monja es un bípedo hembra que renuncia a la procreación para atender a las necesidades de otros miembros de la especie. ¿Comparable con los insectos eusociales, tal vez? Hormigas y abejas… Más. Viaja en grandes vehículos propulsados en último término por los restos de antiguos árboles. Más. Se dedica a la contemplación de lo numinoso. Lo anterior queda reconocido como descripción provisional a falta de una posterior investigación de los detalles relevantes… Yo misma podría ser considerada una monja, según ciertas definiciones. Percibo el mundo de mundos en su totalidad. Creo entender lo que significa «adorar sin aliento»… Deberías volver a la orilla.
El agua ya le llegaba a Joshua a las rodillas. Retrocedió por la arena.
Sally lo observaba atónita.
—¿Estás hablando con eso?
—Ella. No eso. Creo que sí. Oigo cómo mi propia voz me hace preguntas. Parece saber lo que pienso, o más bien sabe lo que sé. No tengo ni idea de lo que es, pero por lo visto desea aprender. —Suspiró—. Estoy un poco saturado de asombro, Sally.
Desde la mochila, la voz de Lobsang dijo:
—Volved al dirigible. Es hora de deliberar, creo.
Mientras regresaban hacia el Mark Twain, más pterosaurios les pasaron volando por encima, descarnadas siluetas sobre el fondo del cielo.
Sin la grúa, el ascenso de vuelta a la cabina fue bastante arduo, pero al llegar encontraron luces arregladas en todas las cubiertas y la caldera del agua funcionaba, de modo que por lo menos tuvieron café instantáneo.
Por supuesto, Sally quería que hablaran sin dilación, pero tuvo que ceder ante Joshua y Lobsang, por lo menos durante el rato que tardó en estar listo el café.
Después Joshua intentó explicar sus impresiones sobre la historia de Primera Persona Singular.
—Estaba sola en su mundo.
—Una superviviente —dijo Sally.
—No. No es eso. Emergió sola. Evolucionó así. Siempre estuvo sola…
Lobsang le sacó toda la información que pudo a base de preguntas, hasta que poco a poco recompusieron, si no la verdad, por lo menos una historia.
En la Tierra de Primera Persona Singular, conjeturaba Lobsang, como en muchas otras, las primeras etapas de la vida fueron largos eones de lucha por la supervivencia, protagonizados por criaturas a medio formar que aún no habían descubierto cómo usar el ADN para almacenar información genética y cuyo control sobre las proteínas con las que se construyen todos los seres vivos aún era pobre. En los océanos poco profundos se arremolinaban billones de células, pero todavía no eran lo bastante sofisticadas para poder permitirse competir entre ellas. En lugar de eso, cooperaban. Cualquier innovación útil pasaba de célula a célula. Era como si todo lo contenido en ese océano global funcionase como un solo megaorganismo.
—Con el tiempo —dijo Lobsang—, en la mayoría de los mundos, y desde luego en la Tierra Datum, la complejidad y la organización alcanzan un punto en que las células individuales pueden sobrevivir sin ayuda. Y entonces, en la mayoría de los mundos, empieza la competencia. Los grandes reinos de la vida comienzan a separarse, el oxígeno se filtra a la atmósfera en forma de residuo de unas criaturas que aprenden a canalizar la energía del sol y entonces arranca la lenta y larga escalada hacia las formas pluricelulares. Atrás queda la era de la cooperación global, sin dejar más rastro que unos enigmáticos marcadores en la composición genética.
—En la mayoría de los mundos, pero no en el de Primera Persona Singular —dijo Sally.
—No. En realidad ese mundo debe de haber sido un Bromista de tomo y lomo. Allí, la creciente complejidad impulsó una historia evolutiva de aspecto familiar… pero la unidad de aquel único organismo global no se perdió en ningún momento. Sin duda hemos viajado a una rama muy lejana del árbol de contingencia. Eso de ahí…
—Esa de ahí, Lobsang —corrigió Joshua.
—Esa, sí. El femenino resulta apropiado, ya que da la impresión de estar auténticamente grávida de formas de vida en apariencia sanas. Era más una biosfera en maduración que una criatura como un humano. A medida que aumentaba la complejidad, tuvieron que formarse nudos de control. Para seguir creciendo debió de volverse necesario que la estructura de información construyera y contuviese una copia de sí misma, para que el todo deviniera autorreflexivo. Es decir, consciente.
Sally frunció el ceño, intentando comprender todo aquello.
—Pero ¿qué puede querer una criatura así?
—Eso te lo puedo decir yo —respondió Joshua—. Compañía. Estaba sola. Aunque no lo sabía hasta que se encontró con los trolls.
—Ah.
Joshua cayó en la cuenta de que nunca sabrían cómo un grupo de trolls había acabado en aquel mundo remoto. Debían de haber atravesado la Brecha, y tal vez hubieran salido traumatizados, con varios heridos por la exposición al vacío.
—Pero la fascinaron —dijo, con los ojos cerrados, intentando recordar—. Por el mero hecho de que hubiese más de uno de ellos. La manera en que se miraban, trabajaban juntos… se reconocían entre sí. No estaban solos, como ella. Se tenían uno al otro. Ella quería lo que tenían ellos. Lo único en el mundo que le faltaba…
»Un troll se acercó al agua. —Tuvo una visión, como si soñara despierto, del despreocupado troll agachándose y cogiendo cangrejos en el agua poco profunda… hasta que un montículo acuático se alzó y lo abrazó.
—Y lo mató —adivinó Sally, cuando Joshua describió la escena.
—Sí. No era su intención, pero ese fue el resultado. Los trolls huyeron. Es posible que atrapara a otro, una cría… la estudió…
—Y aprendió a cruzar —supuso Lobsang.
—Sí. Le llevó mucho tiempo. Lo que nos hemos encontrado no es toda ella, todo lo que era; en un tiempo llenó un océano. Eso que hay en el mar aquí es… una expresión de ella. La esencia. Una forma lo bastante compacta para cruzar.
—De modo que siguió a los trolls —resumió Sally—. En dirección este por la cadena de mundos.
—Sí —dijo Lobsang—. Rumbo al Datum, lenta pero segura. Y sin duda ella es el motivo de la estampida de los trolls, y quizá de otras formas de vida. Estoy incubando la hipótesis de que ejerce sobre las especies presapientes como los trolls el mismo efecto que una gran congregación de humanos. Imaginad el estruendo de su pensamiento…
—Así pues, he aquí el monstruo de la migraña —dijo Sally—. No me extraña que los trolls huyan.
—No tiene malas intenciones —señaló Joshua—. Solo quiere conocerlos. Abrazarlos.
—Hablas como si esa cosa fuera casi humana, Joshua, ¿te das cuenta?
—Es la impresión que me ha dado.
—Pero es solo una percepción parcial —señaló Lobsang—. Hay más. La entidad que habéis encontrado es solo… una semilla. Un emisario de la biosfera integrada a partir de la que se originó. Su absorción de las formas de vida locales, incluidos los mamíferos superiores como los trolls, solo es un paso intermedio. Su meta es, debe ser, transformar la biosfera de cada Tierra en una copia de la suya. Esclavizada en su totalidad, con todos y cada uno de sus recursos dedicados a un solo fin. Es decir, su propia conciencia. No se trata de un fenómeno malevolente o incorrecto en ningún sentido. Aquí no hay malo de la película. Primera Persona Singular es una mera expresión de otra clase de sapiencia. Otro modelo, por así decirlo. Pero…
Sally tenía la cara cenicienta.
—Pero para las criaturas como nosotros representa un punto final. En última instancia lleva con ella el fin de la individualidad a cada Tierra que toca.
—Y el fin de la evolución —añadió Lobsang con gravedad—. El fin del mundo, en cierto sentido. El fin de un mundo tras otro a medida que avanza por la cadena de la Tierra Larga.
—Es una destructora de mundos —dijo Sally—. Una devoradora de almas. Si los trolls intuyeron algo de eso, no me extraña que estén aterrorizados.
Lobsang prosiguió:
—Por supuesto, está la cuestión de por qué no ha llegado aún a los mundos habitados. Por qué no ha consumido ya la Tierra. Por qué no la ha destruido a golpe de amor y curiosidad.
Joshua arrugó la frente.
—La Brecha. No puede ser casualidad que la hayamos encontrado tan cerca de la Brecha.
—Sí —dijo Lobsang—. No puede cruzar la Brecha. Todavía no, por lo menos. Si no fuera por eso quizá ya habría llegado a los mundos habitados.
—Nosotros podemos cruzar la Brecha —les recordó Sally—. Los trolls pueden. Seguro que acabará aprendiendo. Y además están los sitios blandos. Si pudiera usarlos… Dios mío. Es como una plaga que consume la Tierra Larga mundo a mundo.
—No —dijo Lobsang con firmeza—. Esto no es ninguna plaga, ni un virus o una bacteria maligna. Hablamos de una entidad consciente. Y en eso, creo, radica nuestra esperanza. Joshua, ¿cómo ha empezado a hablar? Has oído tu propia voz en tu cabeza, ¿no? Eso no suena a telepatía, una forma de comunicación de la que aún no he encontrado ni una sola prueba fiable. Parece más bien algo nuevo. ¡Te ha preguntado qué era una monja! Si me permitís aventurar una suposición, ha accedido a la información que en ese momento ocupaba la superficie de tus pensamientos. Estabas pensando en la hermana Agnes, ¿no? Como ingeniero todo esto me parece difícil de creer, pero, como budista, acepto que hay más maneras de pensar en el universo que las que pueden imaginarse.
—Por favor, decidme que no vamos a ponernos a hablar de religión —dijo Sally, cortante.
—Abre tu mente, Sally. Solo es otro marco para entender el universo, una herramienta más.
—¿Y en qué convierte eso a Joshua? —replicó ella—. ¿En el elegido?
Los dos miraron al aludido.
—En cierto sentido —reconoció Joshua a regañadientes—. Por lo menos ella ha parecido reconocerme. Eso, si no me esperaba directamente.
Sally frunció el ceño, con celos evidentes.
—¿Por qué tú?
Lobsang respondió con delicadeza en su lugar:
—Quizá se deba a las circunstancias del milagroso nacimiento de nuestro héroe, Sally. Los primeros compases de tu vida, Joshua, cuando estuviste completamente solo en otro mundo. Es evidente que tu llanto resonó por toda la Tierra Larga. O tu soledad, quizá. Y tú y Primera Persona Singular, igualmente solos, formáis una especie de dipolo.
La idea dejó perplejo a Joshua, que no por primera vez deseó que la hermana Agnes estuviera allí para poder hablarlo con ella.
—¿Por eso me has traído hasta aquí, Lobsang? No dejo de descubrir que habías previsto todo lo que hemos experimentado… ¿Sabías que pasaría esto?
—Sabía que eras especial, Joshua. Único. Sí, pensaba que esa faceta tuya resultaría… útil. Pero no sabía del todo cómo, eso lo reconozco.
Sally miró impasible a Joshua.
—¿Cómo te sienta que te hayan manipulado de esa manera?
Joshua apartó la vista, consumido por la ira hacia Lobsang, hacia el universo por hacerle diferente.
—Es evidente que necesitamos conocer mejor a Primera Persona Singular —dijo Lobsang.
—Cierto —replicó Sally—. Y tenemos que encontrar una manera de impedir que espante a los trolls. Por no hablar de comerse la Tierra Datum.
—Mañana iremos a verla otra vez. Sugiero que descansemos bien esta noche y nos preparemos para otro encuentro con lo inefable por la mañana. Pero esta vez, ya que Joshua se ocupó del contacto inicial, yo llevaré la voz cantante.
—¡Ja! ¡Lo inefable contra lo insoportable! Bah, me voy a la cama. —Sally salió de la cubierta hecha una furia.
—Tiene malas pulgas —señaló Joshua.
—Pero entiendes por qué está enfadada, Joshua —dijo Lobsang con suavidad—. Fuiste elegido. Ella no. Probablemente, nunca te perdonará.
Fue una noche extraña para Joshua. No paraba de despertarse, convencido de que alguien había pronunciado su nombre. Era alguien presa de una soledad desesperada, aunque Joshua no sabía de dónde había sacado esa certeza. Después dormía un rato más y el ciclo empezaba otra vez. No paró hasta que se hizo de día.
En silencio, se reunieron en la cubierta de observación una vez más. Sally también tenía cara de sueño, y Lobsang, en su unidad itinerante vestida con sobriedad y reparada deprisa y corriendo, no estaba tan locuaz como de costumbre. Joshua se preguntó cómo habrían pasado la noche ellos.
De buen principio les esperaba una sorpresa: Primera Persona Singular ya no estaba allí. Se la divisaba a unos ochocientos metros mar adentro, moviéndose tan despacio que casi no dejaba ni estela. Estaba claro que Primera Persona Singular no era dada a las prisas, aunque por otro lado cabía recordar que aquello tan poco dado a las prisas medía el doble que la isla de Manhattan.
No se puso en cuestión si debían seguirla. Todos daban por sentado que tendrían que hacerlo, pero el Mark Twain, que aún era capaz de cruzar de un mundo a otro, ya no disponía de medios para desplazarse dentro de ese planeta.
—Lobsang —dijo Joshua—, ¿no tienes otra unidad marítima? Sé cómo te pones con los repuestos. Casi no hay viento y tenemos más cuerdas que una carpa de circo. Nuestra gran amiga de allí no va lanzada que digamos. A lo mejor tu unidad marítima podría remolcarnos.
Funcionó, pero por los pelos. El Mark Twain, suspendido, tenía mucha resistencia al aire que superar. Sally comentó que era como si una lancha motora tirase del Titanic… pero era una lancha motora diseñada por Lobsang y construida por la Corporación Black, y gracias a eso la solución funcionó.
Normalmente la timonera era coto privado de Lobsang, pero ese era un día de puertas abiertas, y observaron los tres juntos la estela apenas visible de Primera Persona Singular. La mayor parte de la viajera estaba sumergida.
—Quién sabe cuál es su sistema de propulsión —dijo Lobsang—. Y ya que estamos, quizá podríamos al menos formular una hipótesis de por qué de repente el mar está lleno de peces a su alrededor.
Era cierto, comprobó Joshua. En el agua brillaban las aletas, y había hasta delfines dando saltos mortales en el aire. Primera Persona Singular viajaba con una guardia de honor. Joshua estaba acostumbrado a ver ríos bullentes de vida en los diversos mundos: en ausencia de humanidad, los mares de todas partes parecían tan poblados como los antiguos grandes bancos de Terranova, donde antaño, según se decía, un hombre podría haber caminado sobre el agua gracias a la densidad de bacalaos. La gente que nunca había salido de la Tierra Datum no sabía lo que se perdía. Pero probablemente ni siquiera los grandes bancos en su apogeo podrían haber presentado tal abundancia de peces como las aguas que rodeaban a la viajera.
—Es evidente —dijo Sally— que de alguna manera atrae a las criaturas inferiores. Quizá así las engañe para que se acerquen lo bastante para absorberlas.
Lobsang estaba de buen humor.
—Es magnífico, ¿verdad? ¿Veis esos delfines? ¡Mejor que una coreografía de Busby Berkeley!
—¿Qué demonios es un Busby Berkeley? —preguntó Sally.
Hasta Joshua sabía la respuesta.
Sally le interrumpió:
—Si os vais a poner los dos a hablar de películas viejas otra vez…
Lobsang carraspeó.
—¿Alguien experimentó algo… inusual anoche?
Joshua y Sally cruzaron la mirada.
—Tú has sacado el tema, Lobsang —dijo Sally—. ¿De qué estás hablando?
—En mi caso se produjo lo que yo experimenté como un intento de intrusión informática. Lo cual es todo un desafío. Los chicos de la Corporación Black intentaban colarse en mis sistemas por deporte, y desde luego me mantenían atento. Pese a todo, algo realizó un intento enérgico ayer por la noche. Pero creo que fue con intenciones benéficas. No se han llevado nada ni han cambiado nada, pero creo que han accedido a algunos bancos de memoria y los han copiado.
—¿Como cuáles? —preguntó Sally.
—Información sobre los trolls. Sobre cruzar. Confirma la información que recibiste, Joshua. Pero es una hipótesis muy parcial. Para mí es como intentar recuperar un recuerdo.
—«¿Era visión o sueño?». —La miraron y Sally se ruborizó, antes de replicar con aire de desafío—: ¿Qué pasa? ¿No puedo conocer a Keats? Mucha gente conoce a Keats, mi abuelo lo recitaba a menudo. Aunque siempre lo echaba a perder después diciendo que John Keats le encantaba, pero que los yonquis le ponían de los nervios.
—Yo conozco a Keats —intentó tranquilizarla Joshua—. Y la hermana Georgina también. Tienes que conocerla. Yo también tuve un sueño. Volví a percibir esa soledad.
—Yo también —reconoció Sally—. Pero en mi caso era algo maravilloso. Una especie de bienvenida.
—¿Una bienvenida lo bastante calurosa para que te dieran ganas de tirarte al agua y perder tu identidad? —preguntó Lobsang—. Nos estamos acercando, por cierto. Creo que de momento está dejando pasar el rato para que la alcancemos, y yo por lo menos no alcanzo a ver el momento de pasar el rato con ella.
—Perdona —dijo Sally—, pero yo no tengo ninguna intención de subirme a esa cosa flotante y convertirme en otro souvenir de un zoo interno.
—Por suerte, Sally, mi intención es que el único que pise a Primera Persona Singular sea yo, o por lo menos esta unidad itinerante. Quiero comunicarme con ella de forma mucho más plena, antes de que retome su viaje por los mundos, y convencerla de que pare.
Joshua reflexionó sobre eso.
—Y si no da media vuelta… ¿Es posible pararla?
Lobsang habló con brusquedad.
—¿Qué sugieres, Joshua? ¿Cómo lucharías contra ella? Como no te dediques a destruir todos los mundos que pueda habitar, avanzando de uno en uno con bombarderos nucleares… —Su tono era despectivo—. Qué cortos de miras sois los dos. Lo único que percibís es una amenaza. Quizá tenga que ver con vuestra fragilidad biológica. Escuchadme. Ella quiere aprender de nosotros, pero hay tanto que podemos aprender de ella por nuestra parte… ¿Qué sabe, ella que sin duda percibe a unas escalas de tiempo y espacio que escapan por completo al alcance de las humanas? —Su voz artificial no tenía inflexión, pero a la vez transmitía una extraña maravilla—. ¿Has oído hablar del universo participativo, Joshua?
—Gilipollez participativa.
—Escucha. La conciencia da forma a la realidad. Ese es el mensaje esencial de la física cuántica. Nosotros participamos en la creación del Datum, nuestra rama solitaria, nuestro mundo Bromista. A estas alturas hemos conocido otras mentes, los elfos y los trolls, y a Primera Persona Singular. De alguna manera, se diría que ellos participaron en el tejido de la Tierra Larga, un conjunto sutil y maravilloso, un multiverso creado por una comunidad de mentes a las que solo ahora empezamos a unirnos. Esta es la lección que debes llevarte de vuelta al Datum, Joshua. Olvida las variaciones geológicas y geográficas y los listados de animales exóticos. Esto sí que es fundamental para nuestra comprensión de la realidad, fundamental para explicar lo que somos. Y si puedo comunicarme con Primera Persona Singular, quien sin duda posee una percepción del universo muchísimo más allá de nuestras capacidades… En fin, eso es lo que pienso comentar con nuestra gorda amiga. Eso, y hacerla consciente de la amenaza que supone, aunque sea sin querer.
—Espera un momento —dijo Joshua, después de repasar las palabras de Lobsang—. Vas a bajar. Vas a meterte dentro de esa cosa.
—Dado que las criaturas integradas en la estructura aparentan una salud y una movilidad completas, no me parece un riesgo. Máxime teniendo presente que yo, y solo yo de entre nosotros tres, soy prescindible, por lo menos en la forma de mi unidad itinerante. Eso sí, me descargaré entero. Yo, Lobsang, me entregaré por completo a la unión.
—No piensas volver, ¿verdad?
—No, Joshua. Sospecho que mi unión con el ser debe ser a largo plazo, si no irreversible, sí irrevocable. Aun así, debo hacerlo.
Joshua se enfureció.
—Sé que tenías toda clase de motivos ocultos para enrolarme en este viaje. Me parece bien. Pero yo me enrolé con un objetivo: llevarte a casa sano y salvo. Era tu última salvaguardia, dijiste.
—Respeto tu integridad, Joshua. Te eximo de tu contrato. Incluiré un apéndice en los archivos de la nave.
—Eso no basta…
—Hecho.
—Venga, no me montéis una escena de honor entre machotes —dijo Sally con cinismo—. Tienes copias de seguridad por todas partes, Lobsang, o sea que en realidad no estás en peligro, ¿verdad?
—No pienso revelarte todos mis secretillos, pero en caso de que quedara incapacitado o me perdiera, encontraréis iteraciones de mi memoria en diversos almacenamientos, actualizadas cada milisegundo. Pero podría decirse que la «caja negra» definitiva está en la panza del dirigible, blindada por una aleación que puedo decir con confianza que hace que el adamantio parezca plastilina y que saldría indemne, estoy seguro, en caso de un impacto de meteoro de proporciones de extinción masiva.
Sally se rio.
—¿Qué sentido tendría sobrevivir a una colisión que segara toda la vida de un planeta? Es decir, ¿quién iba a enchufarte entonces?
—Sería muy probable que, a su debido tiempo, el planeta pudiera poblarse de nuevo de vida sapiente, que evolucionase hasta el punto en que fuera capaz de restaurarme. Puedo esperar. Tengo mucho que leer.
A Joshua le parecía que cuando rabiaba de ira era cuando Sally estaba más encantadora, si podía emplearse ese término a propósito de ella. Por primera vez en todo su tiempo juntos, sospechó que Lobsang estaba chinchándola adrede. Otro test de Turing superado, supuso.
—Entonces —dijo— pongamos que tienes éxito y la convences de que pare de comerse mundos. ¿Luego qué, Lobsang?
—Luego, juntos, continuaremos la búsqueda de la verdad que hay detrás del universo.
—Qué inhumano suena eso —replicó Sally.
—Al contrario, Sally, es extremadamente humano.
Ya estaban al lado de la enorme Primera Persona Singular. Unos objetos con forma de cuchara, como antenas carnosas, la recorrían en toda su longitud, y llevaba de polizones a muchos cangrejos pequeños, además de a varias aves marinas que posiblemente anduviesen detrás de los cangrejos.
—Bueno —dijo Lobsang—, el resto depende de vosotros. Como es obvio, necesito que llevéis el dirigible de vuelta al Datum. Poneos en contacto con Selena Jones, de transEarth. Ella sabrá qué hacer con los almacenes de datos de a bordo, para sincronizarme con la copia de mí mismo que hay en el Datum. ¿Lo ves, Joshua? Al final me llevarás a casa, en cierto sentido. Saluda a Selena de mi parte. Siempre he pensado que me ve como una especie de figura paterna, ¿sabes? Aunque en términos legales sea mi tutora. Qué se le va a hacer, todavía no tengo veintiún años.
—Espera —dijo Sally—. Sin ti, el Mark Twain no tiene conciencia. ¿Cómo va a llevarnos a ninguna parte?
—¡Detalles, Sally! Os dejo la respuesta de deberes. Y ahora, si me disculpáis, tengo que coger un misterioso organismo colectivo flotante. Ah, sí, una última cosa: cuidad de Shi-mi, por favor…
Y con eso se retiró por su puerta azul, por última vez.