Capítulo 4

Localizar a Issy al día siguiente durante la hora del recreo resultó imposible. Jana estuvo preguntando discretamente a algunos de sus compañeros de clase, y resultó que había ido a hablar con el profesor de Música acerca de algo relacionado con un concierto benéfico de los Drakul. El timbre sonó antes de que la muchacha saliese al patio…

A la hora del almuerzo tuvieron más suerte. En cuanto entraron en la cafetería la descubrieron en una esquina junto a la ventana, comiendo sola.

Jana pagó a toda prisa su ensalada y su zumo de naranja en la caja y, sin esperar a Álex, que aún estaba en la cola del autoservicio, se fue con su bandeja a sentarse frente a Issy.

Los intensos ojos azules de la muchacha se clavaron en Jana sin pestañear. No habló hasta que terminó de masticar el pedazo de pizza que tenía en la boca.

—¿Querías algo? —preguntó con desconfianza.

—En realidad, sí —dijo Jana, un poco molesta por el tono prepotente de la Drakul.

Lo normal habría sido que fuese Issy la que se pusiera nerviosa, no ella. Era más joven, estaba en primero, y además, tenía que saber quién era Jana…

—No tengo mucho tiempo —dijo Issy, concentrada en separar con su cuchillo un nuevo pedazo de pizza—. En cuanto termine de comer, me voy a la biblioteca a terminar un trabajo de Matemáticas. ¿Qué quieres?

—Es sobre tu amiga Kinow —contestó Jana sin dejarse impresionar—. Quiero saber dónde está.

El tenedor de Issy cayó sobre el plato, golpeando con un chasquido metálico la porcelana. Sus ojos permanecieron fijos en la pizza durante un momento.

—No sé dónde está —dijo en tono apagado—. Y tampoco entiendo por qué te interesa.

Para demostrar que se había repuesto de su momento de debilidad, Issy cogió su vaso lleno de refresco de cola y se lo llevó a los labios con pulso firme. Mientras bebía, sus ojos siguieron los movimientos de Álex, que acababa de sentarse junto a Jana con su bandeja.

—Vaya, las estrellas del colegio quieren hablar conmigo —gruñó Issy mientras se limpiaba los labios con una servilleta de papel—. No tenía bastante con una… ¡Qué suerte la mía!

—Nos han dicho que eres muy popular —comentó Álex sin hacer caso de la ironía de la joven Drakul—. ¿Cómo es, entonces, que estás tan sola?

—Soy lo bastante popular como para poder elegir estar sola cuando me da la gana. Créeme, poca gente en Los Olmos puede decir eso.

—Kinow era tu amiga, ¿no? —preguntó Jana. Issy la miró desafiante unos segundos antes de contestar.

—Es mi amiga.

Jana tragó saliva, incómoda por el desliz que acababa de cometer.

—Por supuesto, mejor hablar en presente. Es tu amiga Mira no me voy a andar con rodeos. La directora nos ha pedido que investiguemos su desaparición, y la mejor pista que tenemos eres tú.

—¿Yo? —Issy sonrió con amargura—. Pues entonces no es mucho lo que tenéis. Mira, Jana, sé quiénes sois. Sé que os consideran una especie de elegidos, que tenéis muchos poderes y todo eso. Pero déjame que te diga una cosa: si de verdad te interesa ayudar a mi amiga, no metas las narices en nuestros problemas. Ya estamos en ello, ¿entiendes? Y no necesitamos la ayuda de ninguna Agmar para encontrarla.

Con aquel largo discurso, Issy parecía querer dar por terminada la conversación; y, para subrayar sus intenciones, apartó el plato de pizza y se concentró en pelar la pera que se había servido de postre.

—Me parece que la que no lo ha entendido eres tú —dijo Álex, alargando el brazo para agarrarle la muñeca de la mano que sujetaba el cuchillo—. Esto no es algo que nosotros hayamos decidido. Nos lo han ordenado. Es una orden de la directora. Tenemos que encontrar a tu amiga y al otro chico que ha desaparecido… ¿Cómo se llamaba? Espera; Pórtal…

—¿También sabéis lo de Pórtal? —Issy suspiró, descontenta—. Railix no se va a alegrar mucho cuando se entere.

—¿Railix, el del gimnasio? ¿Qué relación tenía con los desparecidos? Vamos, Issy, por favor; colabora… Lo único que queremos es ayudar a tu amiga.

—¿Que qué relación tiene Railix con Kinow y con Pórtal? —A Álex le pareció que la piel morena de Issy se teñía de un ligero rubor—. Pues… todos somos Drakul. ¿Te parece poca relación?

—Dicen que Railix, además de entrenar a jóvenes Drakul, realiza misiones para la cúpula del clan —intervino Jana—. ¿Tú le conoces bien? Nos gustaría hablar con él…

—¿Kinow y Pórtal se entrenaban con Railix? —quiso saber Álex.

Abrumada por la insistencia de los dos jóvenes, Issy arrojó el cuchillo sobre el mantel y miró alternativamente a Álex y a Jana.

—A veces, sí —confirmó, impaciente—. A veces los entrenaba. Apartaos de este asunto, os lo advierto. No os conviene mezclaros… Los Drakul sabemos resolver nuestros problemas sin ayuda de nadie.

Issy iba a levantarse para vaciar su bandeja, pero Jana le puso una mano en el brazo con suavidad.

—Por favor, solo te pido que nos escuches un momento más. Lo último que queremos es perjudicar a tu amiga. Si no quieres decirnos nada, al menos llévanos hasta Railix… Es importante que hablemos con él.

Issy clavó los ojos en el dorso de sus manos mientras, con el índice de su mano izquierda, hacía girar la redonda piedra de luna engarzada a la sortija que llevaba en la derecha.

—Supongo que no habría ningún riesgo en eso —murmuró—. Railix sabe cuidarse. Y él es el único que puede tomar decisiones…

Sus iris, de un azul eléctrico, se alzaron hacia Jana.

—Está bien —dijo—. Hoy, a las cinco, vendrá a buscarme. Salid al aparcamiento de alumnos y buscad una Harley con un dragón de plata en el portaequipajes. Si quiere hablar con vosotros, hablará… Aunque mi consejo es que dejéis a Railix en paz y os olvidéis de todo este asunto.

Había caído una ligera llovizna durante las clases de la tarde, y quedaban charcos en el aparcamiento cuando Jana y Álex salieron en busca de Railix. Issy los estaba esperando apoyada en su flamante moto plateada. Sus botas altas de ante, con flecos negros por debajo de las rodillas, tenían las punteras empapadas.

—Llegará enseguida; siempre es puntual —dijo en cuanto Jana y Álex se le acercaron—. Tened cuidado con lo que decís. Es un guerrero Drakul… y no le caéis bien.

—¿Cómo lo sabes? —Preguntó Jana—. ¿Le has hablado de nosotros?

—Le telefoneé antes para advertirle de que estaríais aquí, conmigo —replicó Issy sin sonreír—. No es buena idea intentar jugársela a Railix, o que piense que intentáis tenderle una trampa. De todas formas, ya os conocía… Todo el mundo os conoce. Vosotros sois los que le entregasteis nuestro poder a los guardianes… Los culpables de que Erik muriese.

—¿De qué estás hablando? —exclamó Jana indignada—. No ocurrió así. Nosotros vencimos a los guardianes. Conseguimos la paz. Y Erik no murió por culpa nuestra…

—Yo creo que sí —dijo una voz varonil y ronca justo detrás de ella.

Railix se había acercado tan sigilosamente al grupo que ni Jana ni Álex lo habían oído llegar. Era un hombre alto, de cabello moreno y rostro bastante atractivo, curtido por el sol y las inclemencias del tiempo. La cicatriz que le atravesaba el párpado izquierdo volvía su mirada extraña… inquietante.

—Así que queríais verme. La princesa Agmar quiere entrevistarse con un humilde entrenador Drakul como yo… ¿A qué debo semejante honor?

Mientras hablaba, Railix se había inclinado en una reverencia cargada de ironía. A Álex no le pasó desapercibida la mirada socarrona que le dirigió a su protegida Issy.

—Estamos buscando a Pórtal y a Kinow Kuud por encargo de la directora Lynn —explicó Jana—. No queremos entrometernos en los asuntos de los Drakul, solo cumplir el encargo que nos han hecho. Tú, por lo visto, conoces bien a los dos desaparecidos. Los entrenabas…

Railix miró a derecha e izquierda para comprobar que no había nadie cerca. Algunos alumnos se dirigían charlando y riendo al aparcamiento de motos desde la salida posterior del patio.

—Este no es un buen sitio para hablar —dijo el entrenador Drakul—. Será mejor que vengáis conmigo. En La Rosa Oscura estaremos tranquilos… ¿Tenéis coche, o moto?

Álex y Jana hicieron un gesto negativo con la cabeza.

—De acuerdo. Issy tú lleva al chico. Yo llevaré en mi moto a la princesa Agmar. Nos vemos en La Rosa… Issy vete cogiendo sitio si llegas antes, y pídeme unas tortitas con sirope de fresa.

Mientras se subía al confortable sillín de cuero de la moto de Issy Álex se fijó en que Railix cojeaba un poco al caminar. Daba la impresión de que su pierna izquierda tenía que hacer un gran esfuerzo para seguir a la derecha. Si realmente se trataba de un agente de operaciones Drakul, aquella cojera debía de suponer un verdadero problema para él.

Iba a preguntarle algo a Issy sobre el asunto cuando el rugido de la moto ahogó su voz. Un instante después, el vehículo arrancaba con la precisión y la suavidad de una máquina perfectamente diseñada, y a los pocos segundos ya estaban rodando limpiamente por la carretera que conducía al centro de la ciudad.

Había bastante tráfico a esa hora de la tarde, ya que era el momento en que la gente terminaba su trabajo en fábricas y oficinas y regresaba a casa. Sin embargo, aquello no parecía suponer ningún obstáculo para Issy. Incluso en los cruces más congestionados encontraba un hueco para deslizar su moto entre los coches y escapar del atasco. Y lo hacía sin un solo frenazo y sin acelerones bruscos, cambiando de carril con la misma fluidez con la que un buen futbolista atraviesa las líneas del campo hasta meterse en el área del contrario.

Llegaron a La Rosa Oscura en poco más de quince minutos. Toda una proeza, teniendo en cuenta que la cafetería se encontraba en una zona de calles estrechas y llenas de tiendas donde la gente tenía por costumbre aparcar en doble fila, volviendo casi imposible la circulación.

En lugar de dejar la moto en la calle, Issy pulsó un mando justo enfrente de la cafetería, y de inmediato se puso en funcionamiento el portón metálico del garaje. Por lo visto, tenía una zona de aparcamiento reservada para ella entre dos columnas, al final del subterráneo. Allí fue donde, finalmente, detuvo la moto e invitó a su pasajero a apearse.

Álex estaba todavía intentando recobrar el equilibrio de sus temblorosas piernas, cuando el portón, que había empezado a descender, subió de nuevo para dejar pasar la moto de Railix.

El entrenador aparcó justo al lado de Issy. Jana descendió con las mejillas encendidas por el roce del viento y quizá también, pensó Álex, por la excitación de la vertiginosa carrera a través de la ciudad.

Los cuatro subieron en silencio en un montacargas pequeño y sofocante que comunicaba con el guardarropa de La Rosa Oscura. No había nadie en ese momento ocupándose de las perchas y las taquillas, así que no tuvieron que dar ninguna explicación por irrumpir allí de repente.

Estaba claro que Railix e Issy conocían el lugar como la palma de su mano. Fue la muchacha la que los guio a través de un estrecho pasillo hasta el salón principal del local, un espacio amplio y elegantemente decorado en blanco y negro que se parecía muy poco al antro vulgar saturado de olores rancios que Álex recordaba.

—¿Qué le ha pasado a este local? —preguntó—. Menudo cambio…

—Ha sido todo obra de Lilieth —explicó Issy, eligiendo una mesa para cuatro protegida de cualquier mirada indiscreta por un biombo de papel de arroz—. ¿No la conocéis? Es Írida… Podría haber estudiado en Los Olmos o en cualquier colegio Medu de élite, pero eligió trabajar aquí. Empezó de camarera, pero es muy lista.

—Lo es —confirmó Railix con una nota de orgullo en su voz—. Y sabe poner en práctica lo que enseñan… Gracias a eso, a sus dieciocho años se ha convertido prácticamente en la propietaria del local.

—Hay que admitir que lo ha dejado irreconocible —observó Jana, fijándose en el gran cilindro de cristal lleno de guijarros blancos del que sobresalían dos rosas negras de tallo larguísimo—. Qué flores tan impresionantes… ¡Parecen naturales!

—Lo son —dijo la camarera, acercándose a la mesa con una sonrisa—. Me alegro de que os guste… Eres Jana, la princesa Agmar, ¿verdad? Me llamo Lilieth. Es un honor tenerte por aquí.

Aquella cálida bienvenida no pareció agradar demasiado a Railix, que le dirigió a Lilieth una mirada ceñuda.

—Para mí lo de siempre —dijo con rudeza—. Tortitas con sirope de fresa y cerveza negra. A Issy sírvele un refresco isotónico, vamos a entrenar luego… Y a estos, lo que quieran.

Álex se disponía a pedir una Coca Cola cuando Lilieth le hizo un gesto con la mano para que se callara.

—No, esperad. Es la primera vez que vienen y quiero impresionarles… «Sueño blanco» para los dos. Creedme, no os defraudará.

La muchacha se alejó, agitando con gracia sus cortos cabellos negros. El uniforme que llevaba, del mismo color que su pelo, era moderno y elegante, como la nueva decoración del local.

—Supongo que ya no servirán hamburguesas —comentó Álex, recordando con una sonrisa la conversación que había mantenido con su hermana.

—¿Que no? Las mejores de la ciudad —dijo Railix—. Este es el reino particular de Lilieth y lo gobierna con mano de hierro. No se permite ni un fallo, y es capaz de dar órdenes incluso a sus clientes… Bueno, ya lo habéis visto.

—Eso del «sueño blanco»… No será ninguna bebida mágica ¿verdad? —Preguntó Jana con aprensión—. No me ha sonado demasiado bien.

—No te preocupes, no te hará daño —respondió Issy con ligereza—. Bueno, vamos al grano. Podéis contarle a Railix lo mismo que me habéis contado a mí…

—Es muy sencillo. Si no encontramos a Kinow y a Pórtal, la directora de los Olmos nos expulsará —explicó Álex con un suspiro—. Lo único que necesitamos es una prueba de que están bien. A lo mejor andan por ahí, metidos en alguna misión secreta de los Drakul —añadió mirando a Railix—. No nos interesan los detalles… Dadnos un vídeo que pruebe que están bien y que diga cuándo volverán, y asunto resuelto.

Issy y Railix intercambiaron una mirada que a Álex le pareció cargada de preocupación.

—Aunque tuviéramos esa información, no os la daríamos —dijo Railix con cautela—. Al menos, no gratis… Digamos que tendría su precio.

—¿Qué es lo que queréis, exactamente? —preguntó Jana.

Lilieth apareció en ese momento con las bebidas y las tortitas de Railix. Este no esperó a que la camarera se fuese para contestar a Jana.

—Dinero, quizá —murmuró, clavando en la joven Agmar sus penetrantes ojos castaños—. Pero tienes que dejarme que lo piense mejor. En principio, dinero…

—Un momento —Álex buscó la mano de Jana sobre el mantelillo de bambú que protegía la mesa—. Es un farol; no tienen nada… Nos está engañando.

Railix sonrió, y al hacerlo, la sombra de la cicatriz que le atravesaba el párpado pareció ensancharse, dándole el aspecto de un pirata.

—Yo no lo llamaría un engaño —dijo con total tranquilidad—. Como mucho, una pequeña exageración. Quizá sea cierto que no es demasiado lo que tengo… Pero al menos es algo, y vosotros necesitáis algo para empezar.

—¿Sabéis dónde están? —Preguntó Jana, harta de rodeos—. Ni siquiera necesitamos que nos digáis el lugar. Solo queremos poder llevarle una prueba a la directora Lynn de que están bien… y de que van a volver pronto.

—¿Cuánto podéis darme? —insistió Railix. Álex sostuvo su mirada retadora.

—Depende —dijo—. ¿Cuánto puedes darnos tú?

Railix frunció levemente las cejas, lo suficiente para imprimirle a su rostro una expresión feroz.

—Esto no va así, chico. Tú no eres el que pone las reglas. Tú compras y yo vendo, ¿lo entiendes? Pero solo vendo si me da la gana. Si me caes bien, o si me interesa lo que me ofreces… ¿Te vas aclarando?

Con gesto titubeante, Jana buscó el engarce de una pulsera de plata que llevaba en la muñeca derecha y lo abrió. Railix cogió la joya que la muchacha le tendía sin demasiado entusiasmo.

—¿Qué es esto, un recuerdo de familia? —preguntó—. La plata está muy devaluada últimamente…

—Tiene poderes —murmuró Jana—. Sirve para detectar la magia de cualquier objeto cercano. ¿No has visto como brillaba al pasar por encima del anillo de Issy? Eso significa que tiene magia.

—Muy práctico —dijo Railix, guardándose la pulsera en el bolsillo de su chupa de cuero con una descarada sonrisa—. Me sirve para empezar.

—Entonces, habla —exigió Álex, incapaz de seguir conteniéndose—. Ya hemos pagado. ¿Dónde están? ¿Puedes conseguirnos una prueba de su paradero?

Issy y Railix se miraron. Al contrario de lo que Jana esperaba después de la ventajosa transacción que acababan de lograr, sus rostros no reflejaban satisfacción, sino, más bien, desasosiego.

—La verdad es que no sabemos dónde están —murmuró Issy después de unos instantes.

—¿Que no lo sabéis? —Álex se inclinó hacia delante sobre la mesa—. ¿Me estás tomando el pelo?

—Ya os dije que no era mucho lo que teníamos —dijo Railix en tono cansado—. Pero es más de lo que vale esa baratija mágica que me acabáis de dar. Todo lo que os podemos decir es que no se han ido de vacaciones ni de exploración, y que no han dejado ninguna carta despidiéndose de sus amigos. En mi opinión, no ha sido decisión suya desaparecer… Espero que entendáis lo que significa eso.

—Significa que los han secuestrado —concluyó Jana—. O algo peor… ¿De quién sospecháis?

Railix se encogió de hombros.

—De nadie… y de todos —contestó, y antes de proseguir se llevó el botellín de cerveza a los labios y apuró un largo trago—. No voy a negar que hayan trabajado para mí, ni que hayan participado en varias misiones secretas de cierta importancia al servicio de los intereses de los Drakul. Si os digo esto no es para impresionarlos, sino para que entendáis que lo mejor que podéis hacer por esos chicos es dejar de buscarlos. Nosotros somos sus compañeros, casi su familia. Nadie está más interesado que yo en encontrarlos… Y estamos haciendo todo lo posible, creedme.

Jana sonrió con escepticismo.

—No creo que esa explicación le baste a la directora Lynn —observó—. Escúchame, Railix: solo queremos ayudar, y tú sabes que podemos hacerlo. Seguramente habrás oído hablar de nuestros poderes… Aunque no te caigamos simpáticos, estoy convencida de que eres lo bastante profesional como para aprovechar cualquier ayuda que le permita recuperar a los tuyos, venga de donde venga. Solo te pido que no nos dejes al margen. Que cuentes con nosotros…

—¿Y por qué iba a confiar en una traidora que vendió a su propio pueblo?

Aquello pareció herir profundamente a Jana. Tanto, que cerró los ojos por un instante, como si acabase de recibir un golpe, y no fue capaz de responder.

Álex decidió hacerlo por ella.

—Ni tú mismo te crees lo que acabas de decir —dijo con firmeza—. Los Agmar y los Drakul siempre habéis tenido relaciones conflictivas, pero te recuerdo que también ha habido épocas de colaboración.

—Eso he oído, sí —le interrumpió Railix, mirando a Jana con expresión burlona—. Incluso se rumorea que, si el rey Erik hubiese vivido, hubiésemos asistido a una fusión de los clanes… ¡Suerte para nosotros que ella te prefiriese a ti!

—Deja en paz el pasado —exigió Jana, apretando los puños bajo la mesa—. Deja en paz el pasado o te arrepentirás…

—Esperad, no perdamos la calma —dijo Álex—. Jana tiene razón, lo que debe preocuparnos ahora es el futuro… Sobre todo, el futuro de esos dos críos que han desaparecido. Sabemos que te estás guardando información, Railix. Supongo que es normal, si esas desapariciones tienen algo que ver con tus misiones secretas. Lo único que te pido es que te tomes un tiempo para pensar si te conviene o no aceptar nuestra ayuda. Es mucho, muchísimo lo que Jana y yo podemos hacer. No tomes una decisión precipitada. Consulta a tus superiores, si quieres…

Railix se puso en pie, y, por un momento, Álex creyó que iba a dejarlos allí plantados sin molestarse en darles una respuesta. Sin embargo, tras un instante de vacilación, el Drakul se decidió a hablar.

—Lo pensaré —dijo—. Es todo lo que puedo prometerles.

—¿Cuándo nos dirás lo que has decidido? —Preguntó Jana con ansiedad—. No podemos esperar mucho…

La muchacha pegó un brinco en el asiento, sobresaltada por el puñetazo que Railix acababa de descargar sobre la mesa.

—Las decisiones las tomo yo —dijo el entrenador con una voz extrañamente calmada—. Yo doy las órdenes, yo estoy al mando… Y yo decido si podéis o no podéis esperar.