Damyan la había seguido hasta allí. Cuando salió del hospital fue hacia su casa y buscó el coche. Le costó un poco encontrarlo, ya que lo había aparcado en la parte de atrás del edificio, lo que le hizo pensar que estaba en lo cierto y que casi con toda seguridad planeaba algo. Estuvo varias horas allí sentado, esperando. Finalmente la vio. Vestía de la misma forma que cuando la descubrió ocultándose en el hospital.
La siguió a cierta distancia para que no se diera cuenta. Llegaron a un polígono abandonado y vio que se detenía. Se quedó un rato sin hacer nada, aunque le dieron ganas de bajarse del coche, ir hacia ella y obligarla a acudir a la policía; pero no lo hizo. Quizá la pondría en peligro, ya era demasiado tarde. Pensó en llamar a Carol de todos modos, pero ¿y si lo estropeaba todo? No sabía lo que Tara se traía entre manos, incluso podía estar metida en algo ilegal y quizá la perjudicara si avisaba a la policía. Estaba dándole vueltas a la cabeza, sin saber qué hacer, cuando la vio salir del coche y meterse por un callejón. La lluvia caía con fuerza y la visibilidad era nula.
Esperó un minuto y miró hacia los lados para ver si había alguien por los alrededores. Parecía que estaba solo, así que salió del coche y entró por el mismo callejón que había entrado ella. No la veía por ningún lado, había desaparecido. Se maldijo a sí mismo. Avanzó por la calle buscando una posible entrada a uno de los edificios hasta que vio una puerta medio rota y entró. La oscuridad lo envolvía y sacó el móvil para tener algo de luz. No parecía que hubiera pasado alguien por allí, no había huellas ni el suelo estaba mojado. Era una gran nave sin ninguna otra puerta de salida. Decidió irse, pero cuando se disponía a salir vio a varios hombres subir por esa misma calle.
Pensó en seguirlos, pero no se dio cuenta de que eran ellos los que lo estaban siguiendo a él. Cuando lo descubrió fue demasiado tarde, ya estaba atrapado entre dos hombres que le sacaban una cabeza cada uno. Intentó forcejear, pero era absurdo. El de la derecha, rubio y con el pelo de punta, parecía un boxeador, era dos veces más grande que él. Le apuntó con una pistola, la presionó sobre sus costillas y lo empujó. Recorrieron unos metros hasta que llegaron a una puerta y entraron. Tres hombres los esperaban, uno de ellos se acercó hacia él. Tenía unos ojos negros y penetrantes e iba elegantemente vestido; el pelo corto y canoso le daba todo el aspecto de un gran hombre de negocios.
—Vaya, no sabía que el enfermero también se uniría a la fiesta. Tara no ha sido muy lista al meterte en esto.
—Ella no ha tenido nada que ver. La he seguido sin que se diera cuenta. —Damyan forcejeó intentando soltarse—. ¿Quién coño eres tú?
Igor se quedó mirándolo a los ojos, estudiando si decía la verdad o no. Veía la confusión reflejada en su rostro, realmente parecía perdido.
—¿Es usted amigo de Gael? —Damyan insistió con otra pregunta.
Igor sonrió.
—No tienes ni idea de quién soy, ¿verdad?
—No, señor.
—Bueno, ahora lo descubrirás, no quiero perder más tiempo.
Se dio la vuelta y siguieron por un pasillo. A lo lejos, se oían golpes que iban haciéndose más fuertes a medida que avanzaban. Llegaron a una pequeña habitación, y cuando entraron, a Damyan se le heló la sangre. Gael estaba encima de Tara, asfixiándola; ella oponía resistencia, pero tenía la cara roja por la falta de aire. Angustiado, intentó ir hacia ellos, pero los dos gorilas lo tenían sujeto con fuerza. Sintió algo de alivio al ver que Gael la soltaba. Cuando ella lo vio, la angustia se reflejó en su cara.
—¡Hija de puta! ¿Lo has llamado tú? —Gael miraba furioso a Tara, a la vez que retrocedía—. Igor, yo… No fue mi intención, no sabía que a tu hijo le iba a ocurrir aquello.
«Igor», pensó Damyan. «Es el jefe de la organización de la historia que me contó Tara. ¿Estaba en contacto con ella? Quizá fue él quien la llamó cuando estaba en su apartamento». Ahora le encajaba todo. ¿Por qué demonios no se lo había dicho?
El jefe avanzaba hacia él sin decirle ni una palabra, desprendiendo con todos sus movimientos un aura de poder y peligro que llenaba la habitación. El miedo se reflejaba en la cara de Gael.
Tara cogió una manta del suelo y corrió hacia donde estaba Sonia.
—¿Estás bien? —preguntó a la vez que la abrazaba y le ponía la manta por encima. Su amiga asintió y correspondió a su abrazo—. Lo siento tanto…
—No es culpa tuya, Tara.
Igor chasqueó los dedos y los otros dos hombres cogieron a Gael y lo ataron a una columna. Su cara era de absoluto pánico; ahora no se mostraba tan prepotente como lo había hecho hacía unos minutos.
Tara miró a Damyan, que la observaba fijamente, preguntándole con los ojos si estaba bien. ¿Qué demonios hacía allí? Había intentado por todos los medios mantener a la gente que quería apartada de aquel lío, y allí estaban, las dos personas que más le importaban, atrapadas con los dos demonios de su pasado.
—No te imaginas lo que me ha costado que llegase este momento. Eres una rata sarnosa. —Igor hablaba a Gael muy cerca de su cara—. Pero no te creas que te vas a librar, pronto llegará tu hora.
—Igor, por favor…
Le agarró de la mandíbula y lo apretó con fuerza.
—Por favor, ¿qué? Mi hijo no pudo pedir nada. Lo mataron por lo chivato y rastrero que has sido siempre.
—Ellos me obligaron…
—¡No mientas! —Le dio un puñetazo en las costillas—. Sé perfectamente cómo eres. Aunque no pensé que tendrías valor para delatarme. Si lo hubiera sabido ni hubieras entrado en la cárcel, habría acabado contigo hace tiempo.
—¿Y por qué no me has matado en el hospital? —le preguntó asustado.
Igor miró a sus dos matones y uno de ellos se acercó y le entregó una caja alargada.
—Verás, Gael —le dijo a la vez que abría la caja—. Tú mejor que nadie sabes lo que es esperar algo con mucha impaciencia. —Miró hacia Tara—. ¿Crees de verdad que iba a deshacerme de ti de una forma tan sencilla?
Gael forcejeó intentando soltarse, pero estaba fuertemente atado a la columna. Igor se acercó más a su rostro y le susurró.
—Voy a matarte de forma lenta y muy dolorosa —dijo de forma pausada—. Desearás que termine pronto, pero no lo haré, querrás morir, pero no te mataré. Yo decidiré cuándo y cómo.
Lo que ocurrió a continuación, fue una sucesión de gritos y súplicas por parte de Gael, mientras que Igor le iba rompiendo despacio los dedos del pie derecho, uno a uno; luego siguió con la mano izquierda. Sonia miraba al suelo horrorizada, la agonía se reflejaba en cada grito, en cada siniestro sonido de huesos rotos, pero Tara no sentía nada, ni alegría ni pena. No podía tener compasión de él, estaba fría como si se hubiera convertido en una estatua incapaz de sentir.
Gael se desmayó del dolor.
—Le daré un respiro, es mejor que nos vayamos de aquí. Continuaré con él en otro sitio. Desatadlo.
Mientras sus esbirros desataban a Gael, Igor se acercó a Tara.
—Ahora me tengo que encargar de ti. —Miró hacia ella y fue acercándose—. Me caes bien y he de reconocer que has hecho un buen trabajo, pero como comprenderás, no puedo arriesgarme a dejarte con vida.
Se levantó y se alejó un poco de Sonia.
—Por favor, déjelos libres, ellos no deberían estar aquí.
—Es cierto, Tara, pero lamentablemente se han metido en este asunto y no puedo arriesgarme. —Llegó hasta ella y apuntó con la pistola a su pecho—. No te preocupes, mis muchachos lo harán rápido.
Vio cómo acercaban a Damyan donde estaba Sonia. Lo obligaron a ponerse de rodillas. Los iban a ejecutar.
Tara observó la escena aterrorizada; nada había salido como lo había planeado, todo estaba siendo un completo desastre. Los tres iban a morir allí y no iba a poder hacer nada para evitarlo. Esa tarde, antes de ir a ver a Damyan al hospital, había tomado una importante decisión e hizo una llamada que no se había decidido a hacer antes. Creyó que de ese modo lograría tener alguna posibilidad, pero no sabía por qué no estaba saliendo bien. ¿Dónde demonios estaba Carol?
* * *
Carol estaba en el tejado, no paraba de llover y todos esperaban la orden para atacar, pero no llegaba.
—¿Cuándo coño van a confirmar si es él? Tenemos que entrar ya.
—Tranquila Carol, todavía no han podido hacer un reconocimiento. Antes de atacar tienen que estar seguros de que es Igor el que está dentro o la operación no habrá servido para nada.
—Te recuerdo que tienen rehenes y que dentro está mi informador. Si no entramos ya, será demasiado tarde. Gael está allí, lo hemos visto.
—El equipo está muy cerca, ya han accedido al edificio, en cuanto nos den autorización, actuamos.
Carol no quería esperar más, le daba igual lo que le dijese su jefe. Él era uno de los mejores, pero estaba segura de que si no actuaban pronto, Tara acabaría muerta. Esa misma tarde la había llamado para explicarle todo lo que le había ocurrido durante esos días. Cuando le dijo que Igor se había puesto en contacto con ella no le sorprendió, pero sí que hablaran todas las noches. Tara le dijo que tenía que terminar de una vez por todas con todo aquello. Le pondría en bandeja a Igor y a Gael.
Ambas sabían que era un plan arriesgado y muy peligroso, pero Tara prefería morir que seguir viviendo así. Además estaba convencida de que si no la mataba Gael, lo haría Igor. Le contó que tenía a su amiga Sonia y que ya no solo dependía de ella.
En cuanto colgaron Carol se lo contó a su jefe y se preparó todo el despliegue. Llevaban mucho tiempo detrás de Igor, por lo que varios departamentos tendrían que trabajar juntos para que todo saliera bien. Apenas tenían tiempo, Tara había llamado con muy poca antelación, pero consiguieron organizarlo lo mejor posible.
Tenían que ponerle un pequeño rastreador para saber en todo momento dónde estaba, pero no podían verse, así que, como Tara le dijo que iría al hospital a ver a Damyan, un policía de paisano le dejó el rastreador en uno de los lavabos de la quinta planta. Si los hombres de Igor la estaban siguiendo pensarían que iba a ver a su novio y no sospecharían.
Tara había seguido bien las instrucciones, el rastreador era un lápiz de labios de lo más normal. Tara se lo metió en el bolso y la policía no tuvo problemas para seguirla.
El equipo táctico había entrado en acción, estaban viendo lo que sucedía, pero no había iluminación, sólo unas antorchas que apenas proporcionaban alguna luz, y no se podía distinguir el objetivo desde esa distancia.
¿Cuánto tiempo más tendría que esperar?, se preguntó Carol.
* * *
Tara pensó que la policía no entraría, quizá el rastreador no había funcionado. Aunque antes de irse del coche le había mandado un mensaje a Carol para que supiera dónde estaba, por si habían tenido algún problema al seguirla, pero no sabía si lo había recibido. Se dio cuenta de que estaba sola. O hacía algo ella o nadie los salvaría. No le quedaba otra opción.
Igor la cogió del brazo para acercarla donde estaban Damyan y Sonia. Su mirada se cruzó con la de Damyan que, sorprendentemente, parecía haber adivinado sus intenciones. Suavemente negó con la cabeza para que no lo hiciera, pero ya era demasiado tarde, había tomado una decisión. Entrecerró los ojos y antes de que Igor se pudiera dar cuenta, le cogió de la muñeca y le retorció el brazo situándose detrás de él y colocando la punta de un cuchillo justo sobre su garganta. Unos minutos antes, Tara había perdido el arma cuando forcejeó con Gael, pero cuando entró Igor y fue a ponerse la camiseta lo cogió del suelo y lo ocultó. Ahora estaba utilizando a Igor como escudo.
—Diles que tiren las armas o te juro que te mataré.
—Vamos, no seas absurda. Nunca has matado ni a una mosca.
Ella presionó con la afilada punta en su cuello.
—No te imaginas lo que puede hacer el odio; si no llegas a entrar por esa puerta, Gael estaría muerto. Lo único que tengo que perder se encuentra en esta habitación. Déjalos marchar y no tendrás que comprobar si soy o no capaz de hacerlo.
Igor se quedó callado.
—Hacedlo.
Los dos matones que estaban cerca de Sonia y Damyan tiraron las armas. Los otros dos, que tenían a Gael agarrado por los brazos, lo soltaron e hicieron lo mismo.
—Damyan, llévate a Sonia de aquí.
—No me iré sin ti —contestó él.
—Por favor, por una vez haz lo que te pido. Necesito que la saques de aquí.
—Ven con nosotros —le suplicó él.
—Sí, lo haré, pero cógela y ve saliendo. La policía debe estar fuera.
Sintió cómo el cuerpo de Igor se tensaba.
—Sí, creías que no diría nada, ¿verdad? —susurró Tara en su oído—. Estoy cansada de ambos, sabía que no iba a salir viva de aquí. Al menos si tengo que morir, tú tampoco te librarás, por todos los crímenes que has cometido. Pagarás por la sangre derramada de mi tío, por todas las familias que habéis extorsionado durante todos estos años.
—Tenía que haber terminado contigo cuando tuve la ocasión —le espetó con rabia.
—Quizá, pero ahora no tendrías a Gael. No se puede tener todo.
—Te equivocas…
En ese momento él le dio un puñetazo en el estómago y Tara se tambaleó. Sorprendida, le soltó y perdió la ventaja que tenía sobre él. Sus hombres al ver lo que ocurría se lanzaron a por las pistolas, a la vez que Damyan se abalanzaba hacia uno de ellos para impedírselo. Tara logró darle una patada para evitar que la volviera a golpear mientras, con una mano, lo amenazaba con el cuchillo para que no se acercase. Era más grande que ella y si lograba cogerla no sería capaz de soltarse.
Todo sucedió muy rápido, Tara vio que el hombre rubio con el pelo de punta alcanzaba un arma del suelo y apuntaba hacia Damyan para que dejase de golpear al otro hombre con el que luchaba. Le pareció que todo ocurría a cámara lenta… El gigante rubio disparó el arma, pero Damyan se situó detrás de su oponente y la bala no lo alcanzó y, cuando se disponía a disparar de nuevo, una bala alcanzó al gigante en el pecho. Tara miró hacia la puerta: no paraban de entrar hombres con chalecos azules. Solo se oían gritos: «Quietos», «tirad las armas»… Nadie lo hizo, y comenzó un tiroteo. Tara se ocultó detrás de la columna, miró hacia donde estaba Sonia y la vio apoyada en la pared, acurrucada y tapándose la cara con las manos. Damyan corría en dirección a Tara, esquivando las balas mientras que Igor se enfrentaba con la policía.
De pronto sintió un fuerte tirón en el pelo, se dio la vuelta como pudo y vio a Gael, la cogió de la muñeca, se la retorció intentando clavarle el cuchillo que ella misma tenía en la mano. Su cara desprendía rabia y odio. Veía la punta afilada acercarse a su hombro, tenía demasiada fuerza, sintió el acero profundizando en su piel y gritó. La estaba apuñalando y notaba cómo cortaba su carne. Tara recordó que él tenía rotos los huesos de los dedos de la otra mano, así que se la retorció con todas sus fuerzas. Él se separó unos centímetros al sentir el intenso dolor, a la vez que retiraba el cuchillo. Le dio un cabezazo y Gael perdió el equilibrio. Una bala silbó cerca de su oreja y Tara se estremeció. Él gritó y fue de nuevo hacia ella y justo cuando la iba a apuñalar otra vez, recibió un tiro en el estómago. La miró fijamente a los ojos a la vez que se tocaba la herida; en su cara la sorpresa y el temor se mezclaron con el odio al saber que no podría alcanzarla. Se cayó de rodillas y se quedó inerte en el suelo.
Tara se dio la vuelta y vio a Carol apuntando con el arma hacia Gael. La había vuelto a salvar la vida. Miró a su alrededor, dos policías estaban hablando con Sonia. Parecía que le preguntaban si se encontraba bien. Otro agente esposaba a uno de los hombres de Igor. Observó que los otros tres hombres estaban muertos. No veía a Damyan y desvió la vista hacia su derecha; cerca de ella yacía el cuerpo de Igor con una bala en la cabeza.
—¿Dónde está Damyan? —dijo Tara mirando a Carol.
Ambas comprobaron de nuevo la habitación y entonces lo vio. Estaba debajo de uno de los hombres de Igor. Tara salió corriendo en su busca, le dio un pinchazo de dolor en el brazo, pero no le importó. El corazón latía violentamente en su pecho. Llegó hasta él y con gran esfuerzo apartó el pesado cuerpo que tenía encima.
—¡Damyan! —gritó. Le dio la vuelta y tenía los ojos cerrados—. ¡Por favor, despierta! —Lo abrazó con fuerza—. Mierda, Damyan, joder, no me hagas esto.
Y entonces oyó su voz.
—Que boquita tienes, Tara… —murmuró con voz algo débil.
Lo miró con los ojos vidriosos y vio que sonreía.
—¿Te has hecho el muerto para que te abrazase?
—No, cariño, me he dado un golpe en la cabeza cuando ese gigante se ha caído sobre mí. Aunque reconozco que ha sido una escena conmovedora. —Se tocó las costillas, dolorido—. Solo te ha faltado decir esas dos palabritas que te cuesta tanto pronunciar.
—Serás… —Y le pegó en el pecho.
—¡Ay!, cariño, que estoy débil. —Damyan vio que Tara estaba herida y se incorporó de golpe—. Mierda, nena, estás sangrando.
—No es nada —dijo a la vez que se miraba el hombro.
Carol se acercó a ellos.
—Chicos, vamos a salir de aquí. El equipo médico ha llegado, será mejor que te vean esa herida.
Salieron a la calle. Damyan no la soltaba, ayudándola a andar. Sonia estaba en una de las ambulancias, tumbada en una camilla. Tara entró y se sentó a su lado.
—¿Estás bien? —preguntó Sonia—. Tenía miedo de que te hubieran hecho algo.
Tara la agarró de la mano.
—Estoy bien, ¿y tú?
—Ahora sí.
Sonrieron y se dieron un fuerte abrazo, pero ambas se quejaron por las heridas que tenían.
—Estamos hechas un asco, será mejor que vayamos al hospital —dijo Sonia.
Se fueron los tres en la misma ambulancia, pero antes Tara se despidió de Carol, que le prometió que iría a verla al hospital en cuanto pudiera.
* * *
Al día siguiente se despertó con el brazo dolorido. Habían tenido que darle unos puntos, pero se encontraba bien. No había nadie en la habitación, estaba sola. Recordó el día anterior y parecía que había sido un sueño. Damyan le dijo que iría a la comisaría con Carol a declarar, y después a casa a ducharse. Quería volver esa misma noche, pero Tara se lo impidió. Prefería que ambos descansaran y podría verla al día siguiente.
—Hola, ¿estás despierta? —giró la cabeza y vio a Carol.
—Sí, pasa. —Le tendió la mano—. ¿Cómo ha ido todo?
—Muy bien, la pena ha sido que Igor murió en el tiroteo. Lo querían vivo, pero bueno, al fin lo hemos atrapado, por lo que si antes la organización estaba debilitada, ahora prácticamente ha desaparecido. No tenía muchos aliados que digamos.
—Gracias por todo Carol, siempre has estado ahí para mí. Siento no haberte dicho lo que ocurría, pero tenía miedo y necesitaba esperar y ver cuál era la opción correcta.
—Y lo hiciste bien, pero me hubiera gustado que confiaras antes en mí.
—Lo importante es que lo hice. —Sonrió.
—Sí, me alegro de que así fuera. Espero que sigamos en contacto ahora que ya eres libre.
Tara no se atrevía a preguntar.
—¿Y Gael?
Carol miró hacia abajo e hizo una mueca.
—Bueno, tenía un disparo en el estómago. Ayer le operaron de urgencia y por ahora está en observación, su estado es muy crítico. —Tara asintió y se acarició el pelo algo nerviosa—. No te preocupes, si sobrevive esta vez no saldrá del hospital. Irá derecho a la cárcel.
—Sí, lo sé —murmuró.
No estaba del todo segura de que fuera así, parecía que Gael encontraba siempre la forma de renacer de sus cenizas. Era como si tuviera siete vidas y solo las viviera para lograr martirizarla, como si ese fuera su único aliciente. Se preguntó si realmente habría acabado todo.