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MORFOLOGÍA DE LA PJ

Una ciudad como la de Castang, con unas trescientas mil almas dentro de sus límites y una tercera parte en el extrarradio, tiene una estructura policial elaborada y densa, tan complicada y rígidamente jerarquizada como todas las otras ramas de la administración europea. La policía municipal tiene una enorme subestructura en la brigada de «seguridad urbana», que es la que se ocupa de la mayoría de los crímenes, incluso de los llamados «crímenes de sangre». Las peleas y ataques, e incluso los homicidios no son terreno de caza acotado para la policía judicial.

La PJ es una oficina totalmente aparte, y sus «antenas» provinciales en la mayoría de las ciudades importantes están conectadas con el servicio central de París, el bien conocido «Treinta y seis» del Quai des Orfèvres que guarda los archivos, el sistema de telecomunicaciones, y la computadora. La PJ es un club, o una casta: un péjiste no es tan solo un flic. Naturalmente existe una élite de oficiales con títulos de derecho y un alto nivel de especialización: un club-de-oficios-extraños, y un departamento de-trabajos-sin-porvenir también (VR o «vaines recherches» como se les llama) pero las siglas en jerga son menos románticas.

A pesar de que está terriblemente centralizado, es menos rígido que muchas administraciones europeas y las latinas especialmente, y menos burocrático. Los jefes de las brigadas territoriales, comisarios de división como Richard, tenían bastante libertad para organizar sus servicios, y algunos como Richard, a quienes disgustan los organigramas y las pirámides rígidamente estructuradas, se han rodeado de oficiales de las diferentes graduaciones según convenía a sus métodos. Lo único que cuenta es la eficiencia; no hay otra posibilidad. La estructura de la PJ hoy en día es más morfológica que puramente anatómica…

Richard, por lo tanto, tenía sus brigadas BRI y VP, su experto financiero «Massip-el-Tramposo», y el típico grupo «mundano» o de la moral, especializado en prostitutas y narcóticos, a la vez que curiosidades como le-père-Bianchi, pero no se les mantenía en pequeños compartimentos estancos, y Castang, a pesar de ser oficialmente un inspector-jefe de homicidios, podía encontrarse efectuando un trabajo de rutina «antigángsters» con Cantoni, o cualquier cosa excepto las investigaciones especializadas sobre fraude o corrupción; cuando la gente se iba de vacaciones, o —alguna que otra vez— resultaban heridos, tomaba permisos atrasados.

Uno lo hacía lo mejor que podía para que no le pegaran un tiro, pero no había manera de no mojarse (únicamente Massip, el contable, no se mojaba nunca, y por supuesto el tesorero tampoco). Por lo tanto a Vera no le sorprendió y se mostró más comprensiva que enojada, cuando volvió a casa muy tarde, después de haber enviado el empapado bolso al laboratorio criminológico y haber dejado una nota para Richard, con los calcetines y los pantalones empapados. Una ducha caliente, una hirviente tisana de limón y miel, aspirina, cama, no demasiada charla. Perder el tiempo en charcas a medianoche, hacerse cortes en los dedos, quedar empapado, tener que enviar los pantalones a la tintorería (y el tesorero no lo aceptaría como un gasto), eran las actividades habituales de un péjiste. Dejando aparte el que le pegaran un tiro, pasaban cosas mucho peores.

La morfología de la Administración es como todos los organigramas, una vasta pila de cubos conectados por líneas en ángulo recto. Se puede decir también que es una inmensa masa de gas, natillas o ectoplasma; puesto que no tienen ninguna forma, ¿cómo puede tener una puñetera morfología? Pero la PJ es sumamente flexible. No cojas reuma.

Vera —como exgimnasta tenía una gran fe, conmovedora incluso, en el masaje— le frotó con alcohol, y por la mañana estaba como nuevo. Richard se sentía satisfecho.

—Puesto que los ingleses no se levantan temprano, y tampoco lo hacen los jueces de instrucción, si pueden evitarlo, tengo unos tres minutos. Muy bien, Castang, y eso te enseñará a ser un esnob intelectual; Orthez fue más vivo. Tienes tu prueba, y debes establecer una conexión. Aún están las ropas y las botas. Lasserre lo tiene preparado y se pondrá furioso si se cancela. Manos a la obra.

Sé flexible, más flexible…

En lo que quedaba de sus «tres minutos», Richard los observó mientras estaban en el patio, armando jaleo con sus ratoneras, con un cierto regocijo… El viejo Castang que se había mojado los pies, pero esta mañana volvía a llevar los zapatos magníficamente lustrados y la raya de los pantalones, y con sólo un pedazo de esparadrapo que le delatara, y Orthez, con su aspecto bruto de hincha de fútbol, subió llevando la chaqueta informal de los domingos… ¡los dos se llevaban bien! Y aquí venía Davignon, otro intelectual con sus aires de maestro de escuela. ¡Atajo de burgueses!

Otro asunto enojoso: los huesos de Davignon habían ido al laboratorio criminológico en donde se dijo categóricamente que estaban equivocados. Mientras esperaba otro informe especializado de la Facultad de Medicina, tenía dos casos sin resolver en lugar de uno, para el cual había estado lleno de esperanzas, e incluso de optimismo. Una desaparición inexplicada hubiera muy bien podido convertirse en una extremada y convincente presunción de homicidio: ¿quién enterró aquellos huesos? Mientras que ahora estaba aquí sentado con «vaines recherches».

Se deshizo de Davignon, fue reconfortado por la llegada de Cantoni con el quinto y hasta ahora fugitivo bandido, y aún más reconfortado por Fausta; aquel pañuelo utilizado para amordazar a una anciana, encontrada muerta a golpes hacía tres meses, era definitivamente de fabricación checa y únicamente había sido comercializado en la República Democrática Alemana. Lo cual era en cierto modo un progreso. Ahora a por los ingleses. Clientes difíciles e inflexibles. ¿Qué pensaría el juez de ellos? ¿Y qué pensarían ellos de este bolso?

Exactamente lo mismo que cualquier defensor. El bolso carecía en sí de sentido. Si uno coloca un cadáver en un coche, no hay ninguna diferencia entre esto y colocar un bolso en un estanque.

—Fausta, telefonea a IJ, ¿quieres?

El laboratorio criminológico no fue de gran ayuda. No se podía deducir nada de la empapada piel. El cierre metálico había sido limpiado totalmente, y las precauciones de Castang no habían servido para nada. El contenido era exactamente el que uno esperaría encontrar en el bolso de una mujer, con excepción de la pistola Luger que podría ser un bonito pisapapeles para Castang. Sí, era de ella, tenía sus huellas por todas partes. También el cargador con cuatro cartuchos, también una lima de uñas. Los documentos no se habían desintegrado durante la breve inmersión —sí, el factor tiempo sería más o menos exacto— y confirmaban su identidad inglesa y que era propietaria del coche.

—¿Tenemos ya un télex sobre el coche de Tours?

—Aún no, pero hablé con ellos por teléfono. Huellas de hombre en el exterior, que coinciden con los movimientos de Castang, de modo que son suyas. De mujer por todo el interior; de ella. La posición del asiento del conductor encaja con ella, y no hay señal de alteración por ejemplo en el retrovisor. Las numerosas señales de guantes de conducir de piel, que coinciden con los encontrados en el coche, evidencian que son de ella, puesto que encajan en su mano. Polvo, grava, etc., consecuentes con los movimientos que conocemos del coche. La ropa interior encontrada es por descontado suya. Si alguna otra persona movió el coche, era muy hábil, afortunado o las dos cosas a la vez —concluyó Fausta, volviendo la hoja de su bloc de taquigrafía—. El télex llegará esta mañana pero no pongas tus esperanzas en él. Una nota del comisario Benoît para decir que continúa en la línea seguida hasta ahora, hasta que le dé una nueva orientación.

—De acuerdo —dijo Richard consultando su reloj—. Tengo que encontrarme con los ingleses frente al Palacio de Justicia, y estaré con el juez de instrucción si me necesitas.

—Tra la, la, la —canturreó Fausta—. ¿El almuerzo?

—Me han invitado; a los ingleses les gustan mucho los almuerzos. No sé por qué, pero no puedo escaparme. Existe una impresión general de que almorzar juntos promueve el compañerismo.

—De acuerdo, pero no te retrases. Tienes a esa gente de Cantoni, a quienes madame Delavigne les ha prolongado la detención preventiva, y van a aparecer una o dos madres indignadas.

—Intercala a Bianchi en alguna parte. He leído su informe, pero quiero verle.

—Lo arreglaré —dijo Fausta.