¡Y qué desmoronamiento había sobrevenido en Sicilia de todas las ilusiones, de toda la fervorosa fe con la que se había encendido la revuelta! ¡Pobre isla, tratada como tierra de conquista! ¡Pobres isleños, tratados como bárbaros a los que era preciso civilizar! Y habían descendido los continentales a civilizarlos: descendido las nuevas soldadescas, aquella columna infame al mando de un renegado, el coronel húngaro Eberhardt, que había venido por primera vez a Sicilia con Garibaldi y luego estuvo entre los que le dispararon en Aspromonte, y aquel otro tenientillo saboyano, Dupuy, el incendiario; descendido todos los desechos de la burocracia; y disputas, duelos y escenas salvajes, y la prefectura de Medid, los tribunales militares y los hurtos, los asesinos, las rapiñas, urdidas y ejecutadas por la nueva policía en nombre del Real Gobierno; y falsificaciones y sustracciones de documentos y procesos políticos ignominiosos: ¡todo el primer gobierno de la Derecha Parlamentaria! Y luego había subido la Izquierda al poder, y había comenzado también ella con las disposiciones excepcionales para Sicilia; y usurpaciones, estafas, extorsiones y favores escandalosos y escandalosa dilapidación del dinero público; prefectos, delegados y magistrados puestos al servicio de los diputados ministeriales, y clientelas descaradas y fraudes electorales; gastos disparatados, servilismos degradantes; la opresión de los vencidos y de los trabajadores, asistida y protegida por la ley, y asegurada la impunidad de los opresores…

LUIGI PIRANDELLO, Los viejos y los jóvenes