(Confidencial)
Al señor comisario
de
Montelusa
Vigàta, 7 de abril de 1892
Ilustrísimo señor comisario:
Le agradezco la amabilidad de haberme enviado, de forma privada, copia de la carta (en ella no hay ni una relación ni una nota informativa) remitida por el teniente de los RR CC Ilario Lanza-Scocca a S.E. el prefecto de Montelusa y que su suplente, el comendador Parrinello, le ha hecho llegar en cumplimiento de sus funciones. ¿Qué puedo decirle, señor comisario? Se me caen los brazos.
Lo que los RR CC de Vigàta están haciendo desde hace tiempo respecto de Filippo Genuardi se puede llamar, sin temor a desmentido alguno, una persecución ciega y obstinada. Yo abrigaba la confianza de que, con la sustitución del teniente Lanza-Turò por otro comandante, las cosas irían, de algún modo, mejor. ¡Pero en vez de dejar de llover ha llegado el diluvio!
Han mandado como sustituto al teniente Ilario Lanza-Scocca, que no sólo es primo de su predecesor, sino que siempre ha sido, perdóneme la expresión vulgar, carne y uña con él.
Todos en Vigàta pueden ser testigos de ello: cuando el teniente Lanza-Turò aún prestaba servicios en Vigàta, a menudo venía a verlo su primo el teniente Lanza-Scocca y los dos siempre estaban juntos, paseando por el muelle o tomando un helado en el local Caffè Castiglione. A veces se dirigían juntos a algún baile en Montelusa.
Está claro que el teniente Lanza-Scocca está haciendo de todo para rehabilitar a su primo, a costa quizá de cometer una injusticia contra alguien como Genuardi, que no es un santo, pero al que ni siquiera se le pasa por la antecámara del cerebro estafar al seguro. Y esto no por escrúpulo moral, sino por el incierto resultado de la empresa.
A Genuardi le interesaba más aquel velocípedo de motor que su propia vista, al punto de haberse peleado con su suegro, que no quería que lo comprase: durante mucho tiempo las relaciones fueron tensas por culpa del aparato.
A la desesperada, si hubiera tenido necesidad de quemar algo para realizar una estafa, Genuardi habría prendido fuego al almacén de maderas y no, desde luego, al velocípedo.
Cuando no lo usaba (estaba siempre espantando a los ignorantes a causa de las frecuentes explosiones provenientes del motor), Genuardi guardaba el velocípedo en el correspondiente almacén, dejando de día la puerta abierta para permitir la circulación del aire: cualquiera, al pasar, podía ver el carburo que Genuardi tenía acumulado como reserva.
Y además: ¿el teniente Lanza-Scocca opina seriamente que Genuardi pueda haber contado, para satisfacer sus necesidades, con la pasta que habría recibido del seguro? ¿¡Al contado!? A Genuardi le saldrían canas antes de conseguir ver aunque sea una lira de La Fondiaria Assicurazioni, que es conocida en toda Italia por los increíbles sofismas que se inventa para evitar hacer desembolsos.
Si quiere la pasta para la línea telefónica, Genuardi tendrá que ir a llorarle a su suegro, que le hará sudar sangre a litros por cada metro de cable.
Si usted me pregunta, en cambio, si me he formado una idea sobre los motivos del incendio del velocípedo de motor, le respondo, con cautela, que me estoy formando una opinión.
No se trata, como alguien ha supuesto, de un acto vandálico, quizá movido por la envidia: ¿a estos desconocidos les habría dado envidia después de meses y meses que el aparato había aparecido por Vigàta?
Por el contrario, yo pienso que, de algún modo, está relacionado con la frecuentación de Genuardi de un personaje de respeto, como se dice por aquí. Se trata de una persona que, con sistemas no lícitos y con afiliaciones mafiosas, ha obtenido un gran poder, pero es un hombre difícil de manejar. Puede ser que un error o un desaire, incluso involuntarios, de Genuardi hayan inducido a esta persona a mostrar su autoridad, provocando en él una reacción que es típica, es decir, entregar a las llamas olivares y casas de campo. Ahora bien, con el progreso, habrá venido el tiempo de los velocípedos de motor.
Mi hipótesis es corroborada por algunos rumores que me han llegado: el personaje de respeto habría ejercitado presiones sobre algunos propietarios para que no concedieran a Genuardi el permiso para la colocación de los postes de la línea telefónica que debería atravesar sus terrenos.
Aprovecho la ocasión para un desahogo que su bondad se dignará, desde luego, a perdonar. Después de un año de servicio en Vigàta, propuse el confinamiento policial para esta persona de respeto.
Supe, por el señor comisario de la época, que la solicitud había sido rechazada por el presidente del Tribunal de Montelusa (que es el mismo que hoy, por tanto, es en vano insistir).
Al año siguiente, conseguí que le quitaran el permiso de armas: pues bien, le fue restituido dos meses después con muchas disculpas. No satisfechos con esto, ¡quienes lo protegen lo han distinguido con el título de los honestos y de los obedientes a las leyes! Consideraré mi deber informarle en cuanto tenga hechos precisos, no rumores ni suposiciones.
Le pido una vez más clemencia si me he dejado llevar por la ira, pero los despropósitos me hacen subir la sangre a la cabeza.
Sinceramente suyo
El delegado de policía de Vigàta
(Antonio Spinoso)
P.S. Como antes le he dicho, el teniente Lanza-Scocca quiere rehabilitar a su primo sobre todo a los ojos del comendador general de Saint-Pierre, el cual actuó, me permito sumisamente recordárselo, siguiendo su personal indicación ordenando el traslado del teniente Lanza-Turò.