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(Taninè—Don Pirrotta)

—¿Desde cuándo no te confiesas, Taninè?

—Desde que me casé, don Pirrotta.

—¿Tanto tiempo? ¿Y por qué?

—¡Pues…! En verdad, no lo sé. Se ve que el matrimonio me desvió.

—¡Vaya razonamiento! ¡El matrimonio es un sacramento! ¿Cómo un sacramento puede desviar de los demás sacramentos?

—Tiene razón. Entonces quizá sea porque a mi marido no le interesa.

—¿Tu marido te dice que no vengas a la iglesia?

—No, señor, no me dice ni fu ni fa. Pero una vez que estaba saliendo de casa para venir a la iglesia, él se echó a reír y me espetó: «Ven aquí que yo te daré los sacramentos que necesitas». Y me llevó al dormitorio. Así que se me pasó el pensamiento.

—¡Sacrílego! ¡Blasfemo! ¡Tu marido se quemará en el fuego del infierno con ropa y todo! ¡Tienen razón en el pueblo cuando dicen de tu marido, Pippo, lo que dicen!

—¿Y qué dicen de Pippo en el pueblo, padre Pirrotta?

—¡Dicen que se entiende con los socialistas! ¡Con los peores enemigos de Dios!

—¡Padre, no crea en las malas lenguas!

—De acuerdo. ¡Pero si tú me cuentas las cosas que me estás contando!

—Bromeaba, padre Pirrotta.

—¿Cumplís con el deber conyugal?

—Pues… no sé… ¿qué quiere decir?

—¿Hacéis lo que hacen marido y mujer?

—No falta.

—¿Lo hacéis a menudo?

—Tres… cuatro veces.

—¿Por semana?

—¿Se burla? Por día, padre.

—Endemoniado, es un poseído por el diablo. ¡Pobre Taninè!

—¿Por qué pobre? A mí me gusta.

—¿Qué has dicho?

—Que me gusta.

—Taninè, ¿quieres jugarte el alma? ¡No debe gustarte!

—Pero ¿si me gusta qué puedo hacer?

—¡Debes hacer de modo que no te guste! ¡Sentir placer no es cosa de mujer honesta! Tú debes practicar con tu marido sólo con la intención de tener hijos. ¿No tenéis niños?

—No, señor, no vienen, pero los queremos tener.

—Escucha, Taninè. Cuando lo hagas con tu marido, repite mentalmente: «No lo hago para mi placer sino para dar un hijo a Dios». ¿De acuerdo? La mujer, la esposa, no debe sentir placer porque de otro modo la relación con el marido cambia de golpe y se convierte en un pecado mortal. La mujer no debe gozar, debe procrear.

—Padre Pirrota, yo no puedo decir eso que me dice.

—¿Y por qué, santa mujer?

—Porque sería un embuste, una mentira que le diría a nuestro Señor. También cuando Pippo se me pone atrás…

—¡Eh, no! ¡Eso es pecado! La Iglesia considera pecado hacerlo con el hombre detrás, si bien los hijos pueden nacer lo mismo.

—¿Padre, pero qué me cuenta? ¡Desde cuándo! ¡Donde la mete él no nacen los hijos!

—¡Oh, madre santa! ¿Me estás diciendo que lo hace por el otro vaso?

—¡Qué vaso ni vaso, padre!

—¡Es socialista, como que hay Dios!

—Padre, pero ¿qué tiene que ver el socialismo con el vaso, como dice usted?

—¡Tiene que ver! ¡Y cómo tiene que ver! ¡Hacerlo por el otro vaso es contra natura! ¡Y también el socialismo es contra natura!