Egregio señor
Filippo Genuardi
Via Cavour, 20
Vigàta
Palermo, 4 de enero de 1892
Queridísimo Pippo:
De acuerdo con tu carta del 27 de diciembre del año pasado (a propósito, te agradezco la felicitación, que correspondo de todo corazón), en la mañana del 31 de diciembre, después de haber comprado en el Mercado cinco langostas de segunda calidad, me dirigí a la Administración de Correos y Telégrafos de Corso Tukory para entregarlas, según tus instrucciones, al doctor Ignazio Caltabiano.
Habiéndome olvidado de que la jornada del 31 era laborable hasta mediodía, encontré las oficinas vacías, pero un conserje, tras una propina, me proporcionó la dirección particular del doctor Caltabiano. El doctor se mostró agradecidísimo por las langostas (que entretanto empezaban a apestar) y por la molestia que me había tomado. Estaba contento de que hubiera ido a verlo a su casa y no a la oficina porque así, me dijo, podría hablarme con absoluta libertad, sin temer a oídos indiscretos.
Trataré de referirte lo que me dijo con la mayor claridad posible. Parece que la Administración de Correos y Telégrafos, antes de dar inicio a las diligencias inherentes a la concesión de una línea telefónica privada, tiene la obligación de adjuntar testimonios confidenciales sobre la conducta moral y política del solicitante. Obedeciendo a cuanto se le había requerido, la Delegación de Policía de Vigàta presentó un informe del que no resultaba nada inconveniente sobre tu persona. Seguro de ello, el doctor Caltabiano se sintió en el deber de escribirte que todo iba bien. Pero al día siguiente de haberte expedido la carta tranquilizadora, le llegó, inesperado en tanto no requerido, otro informe del Puesto de los RR CC de Vigàta del cual se desprendía —el doctor Caltabiano ha querido que te lo transcribiera literalmente— que «estando en curso averiguaciones especiales sobre las actividades políticas de Genuardi, la debida cautela exige la suspensión, por el momento, de los trámites de la concesión gubernamental».
El doctor Caltabiano no podría en absoluto ignorar la comunicación del Puesto de Vigàta. Afortunadamente ha conseguido que aún no fuera protocolizada. Si fuera protocolizado, el informe habría llegado oficialmente, mientras que en el estado actual el doctor Caltabiano podría sostener que no lo ha recibido. Y, por tanto, continuar el trámite basándose sólo en el informe de la Delegación de Policía.
Para arriesgarse tanto, sin embargo, el doctor Caltabiano me ha dicho explícitamente que es indispensable que sus espaldas estén no cubiertas, sino acorazadas. Su consejo es que tú hables seriamente de ello con el comendador Longhitano para que acuerde con su amigo Orazio Rusotto —momentáneamente encarcelado en el Ucciardone, pero esto no es un obstáculo— una línea de conducta a la cual el doctor Caltabiano se atendrá estrictamente.
Esto es todo. Por mi parte te pregunto: ¿se puede saber qué coño quieres tramar metiéndote en política? ¿No te parece un terreno peligroso? Yo mantendré intacta mi amistad contigo aunque tú te pongas a prender fuego a las prefecturas, pero debes también tener en cuenta que soy un funcionario del Estado que tiene unos deberes precisos.
Te ruego, por tanto, que no vuelvas a utilizarme para actos de corrupción o para mantener contactos con gente que, francamente, me parece poco recomendable.
Un abrazo
Angelo Guttadauro
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