E

(Taninè—Don Nenè—Pippo)

—¡Papá! ¡Papá! ¡Virgen santa, qué hermosa sorpresa!

—¿Cómo estás, Taninè?

—Ahora mejor, papá. Pasa. ¡Pippo, papá ha venido a verte!

—¡Don Nenè! ¡Qué placer! ¡Qué honor! ¡Esta casa se honra de recibirle por primera vez!

—¿Qué tienes, Pippo? Pasé por el almacén y Caluzzè me dijo que no te sentías bien. ¿Qué ocurre?

—Nada, un poco de fiebre. Acaba de marcharse el médico. Dice que es por el miedo que pasé.

—Todos pasamos miedo. Y yo he venido a pedirte disculpas.

—¿Usted? ¿A mí? ¿Por qué?

—Cuando me dijeron que los carabineros te habían esposado, en seguida pensé que habías hecho alguna gran tontería. Te creía capaz. En cambio, no habías hecho nada y te pido perdón por haber pensado mal.

—¿Quién le dijo que era inocente como Cristo?

—El delegado Spinoso, que es una buena persona. Me explicó que el teniente de los carabineros se confundió. Te arrestó a ti en vez de a otro. ¿Qué haces, lloras?

—No lo hagas, Pippo de mi corazón, que me haces llorar también a mí.

—¡Taninè, papá, lloro! ¡Lloro, sí, usted, papá, no puede imaginarse lo que es ser inocente y estar en la cárcel!

—Basta, Pippo, no hagas eso. Si Dios quiere, ya pasó.

—Tiene razón, papá. Pasó. ¿Puedo permitirme llamarlo papá?

—Claro, hijo mío. Taninè, en cuanto Pippo se sienta mejor, venid a cenar a casa.

—Papá, ¿cómo está Lillina?

—Taninè, ¿qué puede decirte? Estos días no se siente demasiado bien. Precisamente, mañana debía partir para Fela, no puede estar más de una semana lejos de su padre y de su madre. En cambio, me ha dicho que lo aplazará.

—También tú, Pippo, mañana tenías que ir a Fela, ¿no?

—Sí, Taninè, te lo había dicho, tengo una cita con los hermanos Tanterra para una partida de madera. ¡Paciencia!

—Bien, entonces de acuerdo. En cuanto te sientas bien, venid donde nosotros. Lillina se pondrá contenta. Está siempre en casa y nunca ve a nadie.

—En cuanto me recupere, venimos.

—Taninè, ¿me acompañas a la puerta?

—Taninè, ¿ya se marchó papá?

—Sí, Pippo.

—¿Dónde estás, Taninè?

—Estoy en la cocina, Pippo.

—¿Y qué haces, Taninè?

—Preparo la comida, Pippo.

—Ven aquí, Taninè.

—Aquí estoy, Pippo. ¡Virgen bendita! ¿Qué haces todo desnudo? Ponte bajo la sábana, que tienes fiebre, Pippo.

—Sí, tengo fiebre, Taninè. Acuéstate, que no puedo contenerme.

—¡Oh, Virgencita santa! ¿Qué te ha cogido? Desde esta mañana temprano que no paras… Sí… sí… sí… así… así…