DELEGACIÓN DE POLICÍA DE VIGÀTA
Al señor comisario
de
Montelusa
Vigàta, 25 de octubre de 1891
Objeto: Motes
A propósito del informe que usted me solicitó y que yo rápidamente le envié sobre Filippo Genuardi, de Vigàta, usted me reprocha que me deleite en lo superfluo. Y me reproduce, como indicación, mi puntual transcripción del mote correspondiente a cada nombre citado.
Hago propósito de enmienda, y le prometo que de ahora en adelante me atendré a sus órdenes.
Siento, no obstante, la necesidad de aclararle el sentido de mi acción.
La mayor parte de los sicilianos debidamente registrada en el Registro Civil con nombre de pila y apellido, en la realidad es apelada desde el nacimiento con un nombre diferente.
Un tal Filippo Nuara, pongamos por caso, será llamado por todos, empezando por sus padres y parientes, Nicola Nuara. Este nombre convencional, a su vez, será cambiado por el diminutivo de Cola Nuara.
En este punto comenzarán a coexistir dos personas distintas. Una, Filippo Nuara, sólo tendrá existencia en los documentos legales; la otra, Cola Nuara, tendrá, en cambio, una absoluta vida real. En común, los dos tendrán sólo el apellido.
Cola Nuara, sin embargo, muy pronto, será dotado de aquel que usted llama mote y que nosotros llamamos «injuria», sin que haya ninguna intención ofensiva. Si, supongamos, nuestro Cola Nuara cojea ligeramente, será inevitablemente «Cola u zoppu», o «Cola ticche tacche», o bien «Cola mare a prua», y así a continuación con una fantasía desenfrenada.
En este punto un desprevenido ujier del Tribunal de Montelusa tendrá muchas dificultades para hacer coincidir a «Cola Nuara u zoppu» con el Filippo Nuara al que debería entregarle una notificación.
Conozco a decenas de personas condenadas en rebeldía que no eran rebeldes: su identificación había sido ardua o incluso imposible.
Sólo en el momento de su muerte (ocurrida a la edad de noventa y tres años) el maestro de escuela Pasqualino Zorbo supo, con gran estupor, que en el registro civil se llamaba Annibale.
Mi colega el delegado de policía Antonino Cutrera, orgullo de todos nosotros por la profundidad de su ingenio y con cuya amistad me honro, aventuró un día, razonando conmigo, una explicación para una costumbre tan difundida en la isla.
El uso de un nombre diverso del oficial, con el añadido de un mote («injuria») conocido sólo dentro de la restringida muralla de un pueblo, obedece a dos exigencias opuestas.
La primera es la del ocultamiento en caso de peligro: con un doble (o triple) nombre se favorece el intercambio de personalidad, se genera un equívoco que favorece a quien es objeto de cualquier búsqueda. La segunda exigencia, por el contrario, es la de hacerse exactamente reconocible, en caso de necesidad, para evitar la confusión.
Le pido perdón por haberme extendido tanto.
Siempre a sus órdenes
El delegado de policía de Vigàta
(Antonio Spinoso)