E
(Pippo—Comendador Longhitano)
—¡Pippo Genuardi! ¿Me permite una palabra?
—¡Comendador Longhitano! ¡Qué feliz y afortunada coincidencia! Precisamente venía a verlo a usted.
—Y yo lo estaba buscando a usted. Así que estamos empatados.
—¡Qué bromista es usted, comendador! Nunca podré estar empatado con usted, usted siempre será superior a mí, yo soy una hormiga en comparación.
—¿Hablo primero yo o habla usted?
—Usted, comendador. Como debe ser.
—Pues… La información que usted quiso amablemente proporcionarme la otra noche mientras estábamos en el círculo, resultó correcta. Mandé a dos amigos míos a Palermo, a la dirección de Piazza Dante. Pero llegaron tarde, no lo encontraron, se había mudado, como, por lo demás, usted me había advertido en su carta desde Fela. Ninguno de los vecinos supo decir a mis amigos adonde había ido a esconderse el contable, como buena rata de alcantarilla que es. Paciencia. No obstante, quiero agradecerle igualmente… A propósito, ¿le respondieron de la Prefectura?
—Sí, comendador.
—¿Y a qué se debe esta carcajada? ¿Me hace el favor de explicármelo? Cuando alguien se me ríe en la cara y no puedo explicarme el motivo, me pongo nervioso.
—Discúlpeme, comendador, le pido perdón.
—Querría hacerle saber que el hecho de que mis amigos no hayan encontrado a nuestro contable no significa que la partida esté acabada. Porque, vea, a mí nadie me toca las narices, nadie me escupe encima. Y la nariz de mi hermano Nino, que es una persona muy querida, es mi propia nariz. ¿Me explico?
—Perfectamente.
—No es por las dos mil miserables liras que Sasà La Ferlita le ha birlado a mi hermano, sino por el ejemplo. ¿Me entiende?
—Cómo no. Al vuelo.
—Muy bien. Por tanto, si usted por casualidad se entera de adonde se ha trasladado ese grandísimo hijo de puta, tiene la obligación de informarme.
—Comendador, usted quiere ofenderme sin motivo. Yo conozco mi obligación sin que usted me la recuerde. ¿Se acuerda de que hace un momento me reía? Me reía porque usted no me ha preguntado la razón por la que lo estaba buscando.
—¿Y cuál es…? Explíquese mejor.
—Hay poco que explicar. Contable Rosario La Ferlita. Donde la familia Bordone. Corso Tukory, 15. Palermo.
—¿Está seguro?
—Se lo juro sobre el Evangelio.
—Entonces mire: nosotros no nos hemos visto, no hemos hablado. En su propio interés. Le debo una.
—Comendador, disculpe la pregunta. ¿Usted conoce a alguien en Palermo que trabaje en la Administración de Correos y Telégrafos? Mire, hace unos diez días he presentado una solicitud…