D

(Pippo—Taninè)

—Taninè, tenemos que hablar.

—Primero come, Pippo, y después hablamos. ¿No ves? Te he hecho las delicias que tanto te gustan. Bacalao a la cazuela y coles en vinagre.

—Perdóname, Taninè, pero no puedo comer nada de nada. Tengo un nudo en el gaznate, la comida no me pasa por la garganta.

—¿Qué pasa? ¿Estás resfriado? ¿Te estás constipando? ¡No me hagas preocupar, Pippù!

—No es una enfermedad del cuerpo, Taninè, sino del alma. Escucha, es mejor que me vaya a acostar.

—¿De verdad que no puedes comer?

—¡Nooo! ¿Quieres que te lo cante con música?

—Está bien. Si tienes que hablarme, habla.

—Taninè, necesito ayuda.

—Aquí estoy.

—Tienes que hablar con tu padre, con don Nenè.

—¿Y qué tengo que decirle?

—Que pasamos apuros.

—Eh, no, Pippù, no quiero volver a hablar de pasta con mi padre. ¡Sólo el Señor sabe cuánto me costó pedirle la pasta para el velocípedo de motor que se te había metido en la cabeza comprar! ¿Sabes qué me dijo papá cuando me dio la pasta?: «Ésta es la última vez, díselo a ese gandul desvergonzado de Pippo, tu marido». Así, tal cual, me dijo.

—¿Desvergonzado? ¿Gandul? ¡Pero si me rompo los huesos de la mañana a la noche en ese hediondo almacén de maderas! ¡Hediondo, sí señor! ¡Si tú hubieras visto, en Fela, el almacén de los hermanos Tanterra! ¡Ése sí! ¡Tres empleados y cinco dependientes! ¡Maderas que vienen de Canadá, de Suecia! ¡Yo me tengo que conformar con cuatro tablas de las Madonie y con un guardalmacén inútil como Caluzzè ’a ficazzana! ¡Siento que me ahogo! ¡Necesito crecer! ¡Progresar! ¡Por eso tienes que hablar con tu padre!

—¡Y dale! ¡No, señor, no hablaré! ¿Sabes qué me responderá?: «Si Pippo necesita pasta, que coja el velocípedo de motor y lo venda. Seguro que encontrará a otro necio que se lo compre».

—¡Pero os habéis vuelto locos tu padre y tú! ¡El velocípedo es representativo, da prestigio! ¿Sabes qué ocurrió en Fela cuando llegué motorizado? ¡La de san Quintín! ¡El teatro de títeres! ¡Todos a mi alrededor mirándome! ¡Hasta los hermanos Tanterra salieron del almacén con la boca abierta! Si lo pongo en venta, dirán que estoy a punto de quebrar, con el agua al cuello.

—Pero ¿la pasta no te la puede prestar el banco?

—Ya lo ha hecho, pero ahora quiere que se la devuelva. No hablemos más, Taninè. Me voy a acostar, espero coger el sueño. ¿Tú qué haces, vienes?

—Levanto la mesa, me lavo un poco, rezo y vengo. Espérame despierto.

—Ah dios ah dios dios dios dios qué hermoso ah dios dios más más más ah dios así así así sí sí sí sííí me muero me muero me muero estoy muerta sigue Pippù sigue Pippù oh dios oh dios ¿qué haces, por qué te paras?

—Estoy harto, cansado.

—¿Qué haces, la sacas? ¿La sacas? No no no por favor métela métela Pippù así así oh dios oh dios así toda toda otra vez otra vez oh dios dios…

—¿Hablarás con tu padre, zorra?

—Sí sí sí hablaré hablaré dime otra vez zorra.