(Confidencial)
Al Gran Oficial
Arrigo Monterchi
Real comisario de
Montelusa
Montelusa, 10 de octubre de 1891
¡Egregio colega y amigo!:
Ayer por la tarde, en el curso de la magnífica recepción privada que nos ofreció Su Excelencia Reverendísima Monseñor Gregorio Lacagnina, nuevo Obispo y Pastor de Montelusa, desde luego inspirado por el Cielo, me atreví a mencionarle, aunque sea en líneas muy generales, el estado de turbación que en estos últimos meses me ha atenazado sea por motivos estrictamente familiares sea por razones inherentes al alto cometido que me ha sido impuesto de Representante del Estado Italiano en ésta, permitidme que lo afirme por más que me duela, desheredada y malvada provincia de nuestra Bienamada Italia. Por lo que atañe a mis dramáticas vicisitudes podría, si vos no fuerais bergamasco sino napolitano como yo, resumíroslas escribiéndoos cinco números seguidos (59, 17, 66, 37 y 89) y vos tendríais una clara e inmediata visión de lo acaecido.
Mi segunda esposa (Eleuteria, mi primera consorte, falleció hace diez años de cholera morbus), que se llama Agostina, mucho más joven que yo, muy pronto me fue infiel (59) con un falso amigo (17) perpetrando a mis espaldas una odiosa traición (66). Al haber sido trasladado de Salemo a Montelusa, ella, obstinada desleal, para no dejar a su amante, se fugó (37), haciéndose inencontrable (89).
No hay quien no vea, entre los pocos a los cuales me he confiado, en estas amarguísimas vicisitudes las causas profundas de un malestar y un desamor que me hacen difícil el cotidiano desempeño de la vida y del trabajo. Pero tanto da.
Por añadidura, a mi llegada a la Prefectura de Montelusa he encontrado la oficina presa de rumores, subterfugios, tramas, mentiras, sospechas e intrigas, todos tendentes a un único objetivo: hacerme cada vez más daño, porfiadamente.
Me ocurre, además, que considero la situación política de la isla (y particularmente de esta horrenda provincia) del todo semejante a un cielo cubierto de nubes espesas y amenazantes, precursoras de inminentes tempestades.
Como vos bien sabéis, turbulentos e insensatos agitadores bakunianos, malonianos, radicales, anarquistas y socialistas recorren libremente el País esparciendo por doquier a manos llenas la triste semilla de la revuelta y del odio.
¿Qué hace el diligente y atento campesino?
Cuando ve en el canasto colmado de apetitosas frutas una manzana podrida no vacila y, al instante, la tira para que no extienda la infección y no se propague el contagio.
Por el contrario, alguien en las altas esferas piensa que no se deben tomar medidas que otros podrían estimar represivas; pero, entretanto, mientras se habla y discute, la mala semilla arraiga, echa sólidas pero, por desgracia, invisibles raíces.
De hecho, son muy hábiles en ocultar con frecuencia sus infames proposiciones bajo el aspecto de una convivencia civilizada.
A modo de ejemplo, mirad estas tres cartas de un tal Filippo Genuardi, cuya copia os adjunto.
Desde hace tres meses no me dejan pegar ojo. ¡Qué malicia! ¡Qué temeraria mofa!
¿Por qué, me he preguntado, se emperra en llamarme Parascianno cuando mi apellido es Marascianno?
He reflexionado largamente sobre ello, a veces descuidando los deberes de mi cargo, lo confieso, pero al fin he conseguido entenderlo.
Este ignominioso individuo, al cambiar la «m» de mi apellido por la «p», en realidad, actúa con sorna. Eh, sí, porque en nuestro dialecto el término parascianno (o a veces paparascianno) se refiere a los que están chochos. Y vos también sabréis que suele denominarse así a una persona considerada vieja y pesada.
Pero, hasta aquí, transeat.
Genuardi, sin embargo, en su luciferina malicia, no satisfecho con la alusión, continúa hasta la ofensa sangrienta.
En la jerga más trivial en uso entre la mala vida napolitana con parascianno (o paparascianno) se define a un miembro viril de proporciones animalescas.
En conclusión, este ignominioso individuo, con el cambio, en apariencia inocente, de una consonante, ¡acaba llamándome «grandísimo c…!».
Y aún más: ¿por qué de carta en carta acentúa un manifiesto servilismo hacia mi persona?
¿A qué apunta? ¿A qué emboscada me está arrastrando?
Estoy aquí para implorar vuestra generosa ayuda. ¿Podríais pedir información sobre las orientaciones políticas de este Genuardi a algún subordinado vuestro de Vigàta?
Yo, por mi parte, haré lo mismo con la Benemérita.
Agradecido, y con sincera amistad de vuestro devotísimo
Vittorio Marascianno
P.S. Como habréis advertido, desde luego, con vuestra gran inteligencia y sutileza, aposta he preferido no emplear papel con membrete de la Real Prefectura. Por tanto, os ruego que, si me respondéis, lo hagáis tomando la misma precaución.