Gentilísimo contable
Rosario La Ferlita
Piazza Dante, 42
Palermo
Vigàta, 30 de agosto de 1891
Queridísimo Sasà:
Precisamente ayer por la tarde, mientras estábamos en el círculo, don Lollò Longhitano empezó a hablar (es más, a hablar mal) públicamente de ti. Sostenía don Calogero que tú, después de haber perdido en el juego con su hermano Nino nada menos que dos mil liras, habías desaparecido de la circulación. Don Lollò afirmaba que es sabido que las deudas de juego deben pagarse dentro de las veinticuatro horas, pero que tú, contando hasta las ocho de la tarde de ayer, te habías tomado dos mil quinientas setenta y dos horas. Conociendo bien al comendador Calogero Longhitano, es mejor no estar cerca de él cuando se cabrea (y ayer por la tarde echaba humo), me permití intervenir en nombre de nuestra vieja amistad. Al hacerlo, sabía el riesgo que corría: es peligroso contradecir a don Lollò, con él no valen chanzas. Pero el sentimiento de nuestra amistad fue más fuerte. Con mucho donaire, pero igual firmeza, le recordé que tú eres universalmente conocido como una persona siempre dispuesta a hacer honor a sus compromisos. A pesar de su respuesta (que no te transcribo para no causarte dolor), añadí que tú estabas en Nápoles desde hacía dos meses, ingresado en un hospital, por una grave afección pulmonar. En este punto don Lollò me preguntó la dirección del hospital y, de algún modo, yo conseguí eludir la respuesta. De vuelta a casa, tuve que beber tres copas de coñac francés y cambiarme la camisa sudada: enfrentarse con el comendador puede equivaler, a veces, a un suicidio. Sin embargo, estoy seguro de que don Lollò volverá a la carga para conocer tu dirección: quiere hacerte escupir esas dos mil liras que le birlaste a su hermano. Esperemos que yo, con ánimo firme, pueda seguir ocultándole tu verdadera dirección, que tú has querido revelarme como garantía de férrea amistad. Con la presente quiero pedirte un favor insignificante, que, desde luego, no querrás negarme considerando lo que he hecho y me propongo hacer por ti. Deberías rogarle a tu hermano Giacomino, o como se llame aquel que está empleado en la Prefectura de Montelusa, que solicite una respuesta a tres cartas enviadas por mí a ese grandísimo cornudo del prefecto Parascianno.
En la última poco faltó para que le lamiera el culo a ese napolitano de mierda. Sólo deseo informaciones para la concesión de una línea telefónica, no le estoy pidiendo el coño de su hermana.
Procura espabilarte.
Tuyo
Pippo Genuardi