Entran Serebriakov, Voinitzkii, María Vasilievna con un libro entre las manos, Teleguin y Sonia.
SEREBRIAKOV (a Voinitzkii):
No lo recordemos más. Después de lo ocurrido en estas pocas horas, he sufrido y he meditado tanto, que creo hubiera podido escribir y legar a mis descendientes todo un tratado sobre «el arte de vivir»… De buen grado acepto tus excusas y, a mi vez, te ruego me perdones. Adiós. (Él y Voinitzkii se besan tres veces.)
VOINITZKII:
Seguirás recibiendo puntualmente lo de costumbre. Todo irá como antes. (Elena Andreevna abraza a Sonia.)
SEREBRIAKOV (besando la mano a María Vasilievna):
«Maman»…
MARÍA VASILIEVNA (besándole):
Retrátese y mándeme una fotografía… Ya sabe usted cuán querido me es.
TELEGUIN:
Adiós, excelencia. No nos olvide.
SEREBRIAKOV (después de besar a su hija).
Adiós… Adiós a todos. (Tendiendo la mano a Astrov.) Gracias por su grata compañía. Aprecio su manera de pensar, sus aficiones y sus ímpetus…, pero permita a este viejo añadir a sus palabras de despedida solamente una observación: ¡hay que trabajar, señores, hay que trabajar! (Con un saludo general.) ¡Deseo mucho bien a todos! (Sale seguido de María Vasilievna y de Sonia.)
VOINITZKII (besando apretadamente la mano de Elena Andreevna):
¡Adiós! ¡Perdóneme!… ¡No volveremos a vernos más!
ELENA ANDREEVNA (conmovida):
¡Adiós, querido amigo! (Le besa la cabeza y sale.)
ASTROV (a Teleguin):
¡Di que, de paso, preparen también mi coche, Vaflia!
TELEGUIN:
¡A tus órdenes, querido! (Sale.)
Astrov y Voinitzkii quedan solos en la escena.)
ASTROV (recogiendo las pinturas y guardándolas en la maleta):
Y tú… ¿por qué no sales a despedirlos?
VOINITZKII:
¡Qué se marchen!… ¡Yo…, yo no puedo!… ¡Me es muy penoso!… ¡Habrá que ocuparse cuanto antes de algo!… ¡Trabajar! ¡Trabajar!… (Rebusca entre los papeles que hay sobre la mesa. Pausa. Se oyen algunos timbrazos.)
ASTROV:
¡Se fueron!… El profesor se va, seguramente, contento. Nada le atraerá ya aquí.
MARINA (entrando):
¡Se fueron! (Se sienta en la butaca y empieza a hacer calceta.)
SONIA (entrando y secándose los ojos):
¡Se fueron!… ¡Que Dios les proteja!… (A su tío.) Bueno… Ahora tú y yo, tío Vania, vamos a hacer algo.
VOINITZKII:
¡A trabajar, a trabajar!…
SONIA:
Hace mucho que no nos sentamos el uno junto al otro ante esta mesa. (Enciende la lámpara sobre ella.) Me parece que no hay tinta. (Cogiendo el tintero se dirige al armario para llenarlo.) ¡Me da pena que se hayan marchado!
MARÍA VASILIEVNA (entrando lentamente):
¡Se fueron! (Sentándose, se sumerge en la lectura.)
SONIA (levantándose de la mesa y hojeando el libro de las facturas):
Haremos primero las facturas, tío Vania. Lo tenemos todo en un atraso terrible. Hoy han vuelto a pedir esa cuenta… Escribe… Escribiremos una tú y otra yo.
VOINITZKII (escribiendo):
«Factura a nombre del señor»… (Ambos escriben en silencio.)
MARINA (Bostezando):
Tengo ya ganas de irme a la camita.
ASTROV:
¡Silencio, plumas que chirrían y un grillo cantando!… ¡Calor…, un ambiente de intimidad!… ¡No le dan a uno ganas de marcharse! (Se oye un ruido de cascabeles.) ¡Ahí está ya el coche!… ¡No me queda otro remedio, amigos míos, que despedirme de ustedes, de mi mesa, y largarme! (Mete en la carpeta los cartogramas.)
MARINA:
¿Y por qué esa prisa? ¿Por qué no te quedas?
ASTROV:
No puedo.
VOINITZKII (escribiendo):
«Y las dos setenta, y cinco de la deuda anterior.»
(Entra el Mozo.)
EL MOZO:
¡Mijail Lvovich! ¡Tiene ahí el coche!
ASTROV:
Ya le he oído venir. (Entregándole el botiquín, la maleta y la carpeta.) Toma…, pero cuida de no arrugarla.
EL MOZO:
Como usted mande. (Sale.)
ASTROV:
Bien… (Se dispone a despedirse.)
SONIA:
¿Cuándo volveremos a vernos, entonces?
ASTROV:
Antes del verano seguramente no… ¡No creo que en invierno…! ¡Si algo ocurriera…, claro está…, avísenme! (Estrechándoles la mano.) ¡Gracias por su pan, su sal y su afecto!… ¡Por todo, en una palabra! (Yendo hacia el ama, la besa en la cabeza.) ¡Adiós, vieja!
MARINA:
¿Y te vas así…, sin el té?
ASTROV:
No tengo ganas, ama.
MARINA:
Puede que quieras un poco de vodka.
ASTROV (indeciso):
Quizá… (Marina sale. Después de una pausa.) Uno de mis caballos cojea un poco. Me fijé en ello ayer, cuando Petruschka lo llevaba al abrevadero.
VOINITZKII:
Habrá que volver a herrarle.
ASTROV:
No tendré más remedio que llevarle a Rojdestvennoe, a casa del herrero… No tendré más remedio. (Acercándose al mapa de África y contemplándolo.) En esa África hará seguramente ahora un calor terrible…
VOINITZKII:
Seguramente.
MARINA (volviendo a entrar con una bandeja en la que descansan una copa de vodka y un trocito de pan.)
ASTROV:
No. Lo prefiero así… Adiós entonces… (A Marina.) No me acompañes, ama. No hace falta. (Astrov, seguido de Sonia; ésta con una vela en la mano, sale. Marina se sienta en su butaca.)
VOINITZKII (escribiendo):
«Veinte libras de aceite, el dos de febrero… Otras veinte libras, el dieciséis… Granos de sarraceno…» (Pausa. Se oye un ruido de cascabeles.)
MARINA:
¡Se fue! (Pausa.)
SONIA (volviendo a entrar y depositando la vela sobre la mesa):
¡Se fue!
VOINITZKII (apuntando después de hacer la cuenta en el ábaco):
«Total…, quince…, veinticinco…» (Sonia se sienta y empieza a escribir.)
MARINA (bostezando):
¡Ay, pecadores de nosotros!…