45

Los gritos les siguieron por la escalera. Gritos de rabia y desafío se mezclaban con chillidos de dolor y con el repiqueteo de acero contra acero. Poco antes de llegar al segundo puesto de guardia, Tavi casi atropella a un guardia que subía por la escalera con gesto preocupado.

—Tavi —lo reconoció el guardia—. ¿Qué pasa ahí arriba?

—Canim —jadeó Tavi—. Intentan llegar hasta el Primer Señor.

—Cuervos —maldijo el guardia—. ¿Bartos los está deteniendo?

—Bartos ha muerto —informó Tavi con tono amargo—. Ahí arriba va mal, pero ha sonado la alarma. Si resisten, pueden mantener a los canim en el vestíbulo hasta que lleguen los refuerzos, pero si los canim consiguen llegar a la escalera…

El guardia asintió y sus ojos se posaron en Kitai.

—Ella viene conmigo —anunció Tavi de inmediato.

El guardia dudó, pero entonces asintió con un gesto seco, regresó al puesto de guardia y empezó a gritar órdenes para que los hombres se preparasen y subieran al piso superior. Tavi se apartó de su camino y siguió hacia abajo, mientras los leves sonidos de la batalla y de la alarma se fueron difuminando hasta quedar en silencio cuando llegaron al fondo. Tavi atravesó corriendo la antecámara para entrar en la cámara de meditación.

Gaius seguía tendido como antes, sin moverse, con Fade agachado a su lado. Max estaba estirado en el camastro en la misma posición que le había dejado Tavi, más inconsciente que dormido. Cuando Tavi atravesó la puerta, el maestro Killian se puso en pie con un solo movimiento, aferrando con fuerza su bastón. Sir Miles se levantó del escritorio con la espada en la mano.

—¡Marat! —gruñó Miles y saltó hacia delante con la espada extendida.

—¡No! —gritó Tavi.

Kitai se agachó por debajo de la estocada, se quitó la capa de los hombros y la lanzó en un arco amplio contra sir Miles, como si fuera una red. El soldado la cortó en el aire, pero en ese tiempo, Kitai salió de la sala de vuelta a la escalera, donde se agachó en una pose felina con los ojos brillantes y sin miedo.

Tavi se interpuso entre Miles y la puerta.

—¡Está desarmada! —gritó—. Sir Miles ella no es el enemigo.

—Miles. —La voz de Killian restalló como un látigo—. Quieto.

Sir Miles, con uno ojos llenos de odio, se detuvo, pero no dejó de mirar a Kitai.

—Tavi —prosiguió Killian—, supongo que esta ha sido tu compañera en la fuga de Maximus de la cárcel.

—Sí, maestro —reconoció Tavi—. Es Kitai, la hija del jefe marat, Doroga. Y mi amiga. Si no me hubiera ayudado esta noche, Max seguiría en prisión y yo estaría muerto. Pero no tengo tiempo para hablar de todo esto.

La cara de Killian se ensombreció a causa de la ira, pero Tavi casi pudo ver cómo se obligaba a conservar la calma.

—¿Por qué?

—Porque veinte canim están bajando por la escalera para matar al Primer Señor —explicó Tavi, intentando que la satisfacción reivindicativa que sentía no se mostrase en su voz—. Se ha dado la alarma, pero ya estaban en el primer cuerpo de guardia cuando bajamos. El centurión Bartos ha muerto, y no creo que los puedan retener durante demasiado tiempo en la escalera.

Miles lanzó una maldición encolerizada y emprendió camino hacia la puerta.

—No, Miles —ordenó Killian.

—Los hombres están en peligro —gruñó el capitán.

—Como el Primer Señor —replicó Killian—. Saldremos juntos. Miles, tú vas delante. Tavi, despierta a Max. Él será el siguiente. Fade y tú colocad a Gaius sobre el camastro de Max y cargad con él.

Tavi cruzó la habitación hasta donde se encontraba su amigo antes de que Killian terminase de hablar y se limitó a agarrar un lado del camastro y tirar a Max al suelo. El joven aterrizó en el suelo con un gruñido y consiguió despertarse.

—Oh —exclamó—. Eres tú.

—Max, en pie —ordenó Tavi en voz baja—. Consigue una espada. Unos guerreros canim están bajando por la escalera.

Cogió el camastro y lo arrastró hacia la cama, donde Fade se puso en pie y levantó a Gaius sin ningún esfuerzo. El esclavo lo colocó en el camastro y colocó sábanas sobre el anciano. Tavi levantó la vista y vio que Fade llevaba su espada colgada del cinturón, aunque quedaba casi totalmente tapada por la caída de su sobreveste larga y andrajosa.

Max se puso en pie, se colocó la ropa y murmuró.

—¿Dónde hay una espada?

—En la antecámara —respondió Killian—. Cajón inferior del gabinete de licores. Es la de Gaius.

Max se detuvo.

—Si me concedéis un minuto, puedo transformarme. Es posible… Quiero decir que si están aquí por Gaius y creen que lo tienen… —Dejó que su voz se difuminase.

La expresión de Killian era pétrea, y asintió.

—Hazlo.

—De acuerdo —aceptó Max antes de intercambiar una mirada con Tavi que no pudo ocultar su miedo y entonces salió a la antecámara.

Tavi se entretuvo un momento para coger la manta de la cama. Quería colocarla sobre el Primer Señor inconsciente. Después la estiraría con fuerza y la fijaría para conseguir que el anciano no se moviese del camastro en caso de que se produjesen movimientos bruscos.

—Estamos listos para trasladarlo —anunció Tavi en voz baja.

—Muy bien —asintió Killian—. ¿Maximus?

Tavi y Fade cargaron con el camastro y salieron de la cámara de meditación. Se detuvieron y oyeron un leve quejido antes de que Max, con la apariencia de Gaius, apareciera en el quicio de la puerta. Llevaba en la mano la espada larga y pesada del Primer Señor.

—Listo —anunció, aunque su voz seguía siendo la de Maximus, que frunció el ceño, tosió un par de veces con la mano en la garganta y, esta vez con la voz de Gaius, repitió—: Listo. No estoy seguro de que pueda utilizar muchos artificios, maestro.

—Haz lo que puedas —lo tranquilizó Killian en voz baja.

Kitai emitió un siseo desde la escalera con sus ojos fijos en los escalones superiores. Sin pensar realmente en ello, Tavi extrajo el cuchillo del cinturón y se lo lanzó. Ella miró de reojo, lo agarró por el mango al acercarse y lo colocó en una posición de combate baja, sin apartar los ojos de la escalera.

Killian ladeó la cabeza un segundo más tarde y sus ojos ciegos se entornaron.

—Buenos oídos, muchacha —murmuró—. Miles.

El capitán se deslizó al lado de Kitai y se agachó con la espada dispuesta unos escalones por encima de ella. Entonces apareció algo por la esquina y Miles se puso en pie con la espada en la mano. Se produjo un relampagueo de acero, el sonido de la lucha y un grito asustado.

—Prios —gruñó Miles—, hombre, soy yo. Tranquilo, tranquilo.

Miles bajó ayudando a un guardia herido. Prios era un hombre de estatura y constitución medianas, que era más conocido por su buen ojo que por su manejo de la espada. El brazo derecho le colgaba inerte y cubierto de sangre, y había perdido el yelmo. Una herida hacía que se le pegase el cabello al cuero cabelludo en el lado izquierdo de la cabeza. Blandía la espada con la mano izquierda y estaba pálido.

Disimuladamente, Tavi acomodó una sábana para tapar la mayor parte de la cara de Gaius. Se produjo un momento de silencio, hasta que Killian le dio un codazo a Max.

Max tosió de nuevo.

—Informa guardia. ¿Qué está ocurriendo?

—Están locos —jadeó el guardia—. Locos, señor. No se molestan en defenderse. No hacen caso de unas heridas que los deberían dejar tendidos en el suelo. Es como si no les preocupase el vivir o no.

Max colocó una mano sobre el hombro del hombre.

—Prios, necesito que me informes sobre la situación táctica.

—S-sí, mi señor —jadeó el guardia—. Los canim nos han expulsado del primer cuerpo de guardia y algunos de ellos están resistiendo allí contra los refuerzos. Al menos una docena más están bajando. Mi brazo bueno está inservible y Karl el Rojo es el lanza más veterano. Me ordenó que me dirigiera al segundo cuerpo de guardia, atrancase todas las puertas detrás de mí y bajara a informarle, mi señor.

Tavi pensó que eso significaba que los guardias en la escalera se acababan de encerrar con los canim y habían entregado sus vidas en un esfuerzo por dar un poco de tiempo al Primer Señor. Max inhaló con fuerza y miró a Killian.

—Entonces están perdidos, y lo saben.

—Mi señor —intervino Miles—. Si los podemos detener en el segundo cuerpo de guardia, tendremos más posibilidades de vencerles. Tendrán que entrar por la puerta y lucharemos sobre terreno llano en lugar de la escalera.

—De acuerdo —asintió Max—. Adelante.

Miles asintió con un gesto seco y empezó a subir por la escalera, seguido de Prios, Max y Killian. Cuando el maestro puso un pie en la escalera, se detuvo y ordenó:

—La chica marat irá la última.

Fade le lanzó una mirada a Tavi antes de emprender la subida de la escalera, cargando con el camastro sin ningún esfuerzo aparente. Tavi tuvo que gruñir y esforzarse durante un momento cuando el peso recayó en él, pero mantuvo nivelado su extremo y siguió el paso de Fade.

Kitai se colocó detrás de él.

—¿La hechicería de tus guerreros no los puede quemar? —siseó.

Tavi gruñó y jadeó, respondiendo mientras subía.

—No se atreven en un espacio tan cerrado. Un artificio de fuego engulliría la mayor parte del aire y calentaría el resto hasta que nos quemase en los pulmones. Y estamos a tanta profundidad que un artificio de tierra podría derrumbar el techo y un artificio de viento sería tan débil que no tendría ninguna utilidad. Tenemos que luchar.

—Silencio —bufó Miles.

Tavi apretó los dientes y se concentró en mantener el extremo del camastro nivelado y seguir adelante. Cien escalones más tarde, los brazos y los hombros de Tavi le empezaron a temblar y a doler, pero Kitai se colocó a su lado en la escalera.

—Deja que coja esta punta —sugirió.

Demasiado cansado para discutir, Tavi apartó la mano para que Kitai pudiera cargar con la mitad del peso y siguieron hacia arriba.

—Alto —llegó una orden en voz baja desde la escalera—. Estamos cerca. Esperad.

Tavi oyó las botas de Miles en los escalones antes de que todo quedase en silencio. Un momento después, les llamó Miles.

—Todo despejado en el segundo cuerpo de guardia. Las dos puertas siguen en pie. Deprisa.

Reemprendieron la marcha y entraron en el cuerpo de guardia.

—Apartaos de la puerta —avisó Tavi a Miles—. La otra la derribaron de un solo golpe y mataron al centurión Bartos.

Miles miró a Tavi, se colocó a un lado de la puerta de hierro, colocó una mano sobre ella y cerró los ojos. Se oyó un murmullo muy bajo. Miles frunció el ceño con los ojos cerrados.

—Sire, recomiendo que hagamos todo lo que podamos para reforzar este acero antes de que lleguen los canim.

—Por supuesto —asintió Max, que se acercó al otro lado de la puerta y apoyó la mano en ella, tal como estaba haciendo Miles. El murmullo fue más fuerte.

—Fade, a ese rincón —ordenó Tavi.

Tavi, Fade y Kitai llevaron al Primer Señor hasta el rincón más alejado de la habitación y depositaron el camastro con suavidad en el suelo. Después Tavi arrastró la pesada mesa hasta el rincón y la tiró de lado para formar una barrera improvisada. Fade rodeó el parapeto a toda prisa, y se agachó con los ojos perdidos y la boca abierta en una expresión idiota.

—Bien —aprobó Killian y señaló con la punta del bastón el armero que colgaba de la pared—. Armaros.

Kitai se acercó al armero y cogió un par de espadas cortas y pesadas, además de una lanza de mango corto, que lanzó a Tavi que la agarró y comprobó su equilibrio. Killian también cogió una espada, mientras asía el bastón con la mano izquierda.

No hubo ningún aviso previo, solo el rugido ensordecedor de un impacto y un chirrido de metal retorcido cuando una sección de la puerta del tamaño de un jamón de Finales del Invierno se dobló hacia fuera con la fuerza del golpe. Ocurrió dos veces más y aparecieron otras abolladuras enormes en la puerta atrancada, pero los cierres aguantaron.

—No podremos aguantar mucho. Al doblar el metal también lo están calentando —gruñó Miles.

Siguieron apareciendo abolladuras en la puerta, una cada cuatro o cinco segundos. Tavi dejó de lado la lanza, cogió un aguamanil y lo hundió en el barril de agua que se encontraba a un lado apoyado contra la pared, y después, sin mayores ceremonias, lanzó el agua contra la puerta. Se levantó una nube de vapor con un siseo.

—Bien hecho, muchacho —reconoció Miles—. Así ganaremos un poco de tiempo.

Tavi corrió de vuelta al barril y regresó con más agua. En el acero aparecieron más abolladuras y otras fueron creciendo con la repetición de los golpes, hasta que empezó a gruñir el marco de la puerta y el acero se dobló y retorció hasta que ya no encajaba con el hueco. Tavi vislumbró un cane encapuchado al otro lado mientras tiraba más agua sobre el metal caliente.

Entonces percibió un olor acre a quemado, y Miles gruñó en voz baja.

—No puedo resistir. En medio minuto me tendré que apartar de la puerta y entrarán. Que todo el mundo esté preparado.

Tavi tenía el corazón desbocado en el pecho y cambió el aguamanil por la lanza. Fade se agachó detrás de la mesa. Prios, que se había colocado el brazo derecho inerte en cabestrillo, se alejó varios pasos de la puerta y sostenía el gladio con la mano izquierda en una extraña posición de combate. Kitai, con una expresión despreocupada, hizo girar la espada en la mano derecha y después en la de la izquierda, y se colocó al lado de Tavi delante de la mesa derribada.

—¿Sabes cómo usarlas? —murmuró Tavi.

—¿Qué dificultad tiene? —respondió Kitai.

Tavi arqueó una ceja.

—Hashat me lo mostró una vez —explicó Kitai.

—Oh —se sorprendió Tavi—. Bueno, cuando empiece intenta quedarte cerca e intentaré protegerte.

Kitai echó la cabeza hacia atrás y dejó escapar una carcajada resonante y hermosa, que recorrió la sala en una oleada de diversión incongruente y todo el mundo, excepto Miles y Max, se dio la vuelta para mirarla.

—Tú me vas a proteger. Eso resulta divertido —comentó Kitai, moviendo la cabeza y con la diversión marcando sus palabras—. Eso es muy divertido, alerano.

Tavi se ruborizó.

—De acuerdo —le indicó Miles a Max con voz tensa—. Después del próximo impacto nos retiraremos, dejaremos que caiga la puerta y atacaremos al primero que entre.

—Tengo una idea mejor —jadeó Max.

La puerta tembló bajo el siguiente impacto y Miles gritó:

—¡Ahora! —y retiró la mano de la puerta.

Pero Max no lo siguió. En su lugar, retiró la mano derecha con los dientes apretados y al hacerlo la piedra a su alrededor tembló con una tensión súbita. Max dejó escapar un rugido y lanzó el puño hacia delante.

La puerta, que ya no era tan fuerte y flexible gracias al artificio de las furias de Max y Miles, salió volando de sus goznes con un chirrido de metal arrancado. Cayó al suelo, como había ocurrido bajo los golpes de los canim en el primer cuerpo de guardia, y el cane que se encontraba delante murió aplastado bajo su peso. Se produjo un latido de silencio sorprendido antes de que Miles saltase sobre la puerta caída, moviendo la espada en un ataque frontal.

La diferencia entre la esgrima de sir Miles y la del guardia medio era la misma que entre el tejón y su primo gigantesco, el gargante. Su espada atravesaba cota de mallas, carne y hueso con sorprendente facilidad, destrozaba las espadas de acero escarlata de los canim y teñía de sangre la escalera y las paredes. Antes de que los canim se pudieran recuperar de la sorpresa, Miles había regresado al cuerpo de guardia pasando por encima de la puerta. Un cane siguió los talones de Miles, pero Max estaba preparado y la espada del Primer Señor bajó como una centella a dos manos y casi partió en dos el torso del cane.

Vomitando sangre y moribundo, la cabeza silenciosa del cane se giró para ver a quien lo había matado. Entonces los ojos del cane se abrieron de par en par y un rugido débil y burbujeante surgió de su morro. El cane se lanzó contra Max, golpeó con dureza al joven que mostraba los rasgos de Gaius y lo aplastó contra la pared de piedra, empezando a morder a Max con los colmillos.

Miles miró a Max y dio un paso hacia él, pero por la puerta entró otro cane y Miles se vio obligado a enfrentarse a él antes de que pudiera traspasar el espacio limitado de la puerta y entrar completamente en la sala.

Prios avanzó y tajeó con fuerza al cane terriblemente herido. El golpe fue torpe pero poderoso y se hundió hondo en el muslo superior del cane, provocando que perdiera aún más sangre.

No pareció que el cane se diera cuenta. El guerrero destrozado ya debería haber muerto, pero la horrible voluntad del vord se negaba a rendirse ante la muerte y otorgaba al cane una ferocidad cada vez mayor a medida que le impactaban los golpes salvajes. Max chilló.

—¡Max! —gritó Tavi y avanzó hacia él.

Se dirigió hacia el flanco izquierdo del cane y le hundió la lanza entre las costillas. La cruz de la lanza impactó con fuerza y el peso de la carga de Tavi apartó al cane de Max. Se retorció y cayó, mordiendo la lanza que tenía clavada en el costado, pero el gesto fue inútil. El cane se derrumbó de repente con las mandíbulas repartiendo dentelladas.

Tavi sacó la lanza del cane caído y giró la cabeza para mirar a Max, que seguía con los rasgos de Gaius pero cubierto de sangre. Tenía una herida salvaje en el antebrazo izquierdo, que sangraba profusamente, y también le manaba sangre de la cabeza. Una de sus piernas estaba retorcida, de manera que el pie miraba hacia el lado opuesto al normal. Tavi agarró el cuello de la camisa de Max y lo arrastró detrás de la barrera improvisada. Max estaba inerte y pesado, y Tavi se tuvo que emplear a fondo para moverlo unos pocos centímetros, hasta que apareció Fade a su lado, levantó a Max por debajo de los brazos y lo arrastró detrás de la barricada.

El maestro Killian les siguió detrás de la mesa, esbozando un sonrisa lúgubre mientras miraba hacia abajo con ojos ciegos y pasaba los dedos por encima de Max. Sacó un cuchillo, cortó la manga de Max y usó la tela para vendar con fuerza la herida en el antebrazo y detener la hemorragia.

—Tavi, ayuda a Miles y Prios. Esa puerta debe resistir a toda costa.

Tavi asintió y regresó al hueco de la puerta, jadeando en busca de aire y cada vez más aterrado. Miles ya había abierto media docena de heridas en el cane que intentaba entrar en la habitación. El guerrero lobo de ojos inyectados en sangre no mostraba señales de dolor ni de miedo y luchaba con una ferocidad silenciosa y constante. La espada del cane no era rival para la velocidad y la habilidad de Miles, que seguía ileso, pero los golpes poderosos que caían sobre él le estaban obligando a retroceder, centímetro a centímetro.

Al acercarse Tavi, Miles bufó:

—Tavi, parada alta.

Tavi reaccionó por instinto con una velocidad automática. La espada del cane bajó y Tavi se abalanzó sobre el hombro de Miles para detener la hoja con la cruz de la lanza y apartarla a un lado, bloqueando la espada con el quicio de la puerta.

—¡Bien! —ladró Miles, que ya estaba en movimiento, acercándose y lanzando un tajo con un arco ascendente que abrió al cane de la ingle al cuello, regando de sangre y cosas peores la entrada mientras el cane sufría estertores impotentes y caía muerto al suelo.

El siguiente cane en la escalera dio un paso al frente con una velocidad increíble, pero se encontró con otro arco brillante y plateado de los tajos mortales de Miles. Tavi se tuvo que agachar hacia un lado para apartarse del salto del cane, que cayó al suelo agitándose salvajemente y partido en tres trozos.

Y entonces se produjo un movimiento en la escalera y un borrón de una capa gris. Tavi solo tuvo tiempo de sorprenderse de que algo se pudiera mover tan deprisa, antes de que la figura saltase hacia un lado, se impulsara en la pared y pasase por encima de Miles. El capitán movió la espada en un nuevo ataque, pero fue un pelín demasiado lento, y la silueta lo pasó con limpieza, se giró en el aire para impulsarse a cuatro patas en el techo y se lanzó contra el herido Prios.

El guardia no tuvo tiempo de gritar antes de que una mano delgada cubierta de una piel brillante de color verde y negro y los dedos rematados en unas garras relucientes, le abriese la garganta de lado a lado.

Tavi precipitó la lanza contra la figura, pero esta fue demasiado rápida y la punta levantó chispas al golpear las piedras del suelo donde se encontraba justo antes de saltar hacia la pared para impulsarse contra sir Miles. La espada de Miles describió un arco y golpeó a la silueta con una repentina lluvia de chispas. La figura chilló con una horrible voz metálica que había perseguido a Tavi en sus pesadillas durante dos años.

—¡Alerano! —advirtió Kitai—. ¡Cuidado! ¡La reina vord!

Las garras salieron disparadas hacia Miles, literalmente demasiado rápidas como para verlas, pero el capitán de la Legión de la Corona tenía toda una vida de experiencia y ya tenía dispuesta la espada para detener a la reina vord, moviendo los pies para mantener una distancia prudencial que lo mantuviera fuera del alcance de la reina, mientras se movía hacia un lado… y Tavi se dio cuenta de repente que Miles estaba obligando a la reina vord a dejarle el flanco y la espalda descubiertas.

Miles dio otros dos pasos hacia un lado y Tavi lanzó la punta de la lanza contra la espalda de la reina vord, pero solo se pudo quedar sorprendido por la velocidad de la criatura al dar la vuelta, agarrar el astil de la lanza y en un movimiento continuo lanzar a Tavi hacia un lado.

La visión de Tavi se emborronó mientras volaba por el aire. Tuvo una visión fugaz de los ojos aterrorizados y ciegos de Prios antes de golpear con algo duro, caer y aterrizar sobre las piedras.

La cabeza le daba vueltas, pero el chico intentó ponerse en pie, mirando rápidamente a su alrededor. Estaba despatarrado encima de la puerta de acero que Max había derribado hacia el exterior y que estaba muy caliente.

También estaba rodeado por los canim.

Dos ya habían entrado en el cuerpo de guardia. Otro tenía un pie sobre la puerta caída y sus ojos escarlatas vacíos miraban directamente al muchacho. Mientras lo miraba, otro canim tomado apareció detrás de él con los ojos escarlata vacíos y otro detrás de este.

Cada uno de ellos mostraba unos colmillos ensangrentados y aferraban espadas aún más sangrientas.

Cada uno de ellos lo podía destrozar literalmente en menos de un latido.

Y todos ellos se volvieron hacia Tavi.