—¿Tienes idea de la hora que es? —murmuró Ehren—. Y tenemos un examen de historia a la tercera campana. —Se dio la vuelta, se volvió a acomodar en la almohada y murmuró—: Vuelve después del examen.
Tavi miró hacia el camastro de Gaelle al otro lado de la habitación y los dos sacaron a Ehren de la cama. El chico flacucho dejó escapar un aullido mientras lo arrastraban hacia la puerta del dormitorio. De camino, Tavi agarró unos pantalones, calcetines y botas, que estaban perfectamente dispuestos para ponérselos por la mañana.
—Silencio —le ordenó a Ehren—. Vamos. No queremos que los vigilantes nocturnos vengan a buscarnos.
Ehren se calmó y empezó a tambalearse hasta que les pudo seguir el ritmo, y después de varias docenas de pasos parpadeó y murmuró:
—¿Qué está pasando?
—Te lo cuento dentro de un minuto —respondió Tavi.
Gaelle y él condujeron a Ehren hacia la zona cubierta de maleza del recinto de la Academia donde se suponía que se encontraba el aula de Killian. Tavi sacó la llave de la puerta de debajo de una piedra cercana, abrió la puerta y los tres jóvenes entraron deprisa.
Una vez dentro, Tavi se aseguró que las sombras eran bastante espesas antes de murmurar:
—De acuerdo —indicó a Gaelle, que hizo que la llama de una lámpara de furias cobrase una vida mortecina.
Ehren le lanzó a Gaelle una mirada cohibida, recuperó su ropa y se la puso con bastante precipitación, a pesar de que su camisón de dormir le llegaba bien por debajo de las rodillas.
—Nos vamos a buscar un problema —comentó—. Tavi, ¿qué estás haciendo?
—Necesito vuestra ayuda —respondió en voz baja.
—¿No puede esperar? —preguntó Ehren.
Tavi negó con la cabella y Gaelle le frunció el ceño.
—Tavi —murmuró—. ¿Qué va mal? Tienes un aspecto horrible.
Ante ese comentario, Ehren también frunció el ceño y lo estudió.
—¿Tavi? ¿Te encuentras bien?
—Estoy bien —contestó Tavi y respiró hondo—. Mi tía no lo está. Ha venido a la capital para su presentación durante la conclusión del Final del Invierno. Su grupo fue atacado. Su compañera y sus guardias han sido asesinados. A ella la han secuestrado.
Gaelle emitió un jadeo.
—Oh, furias, Tavi, eso es horrible.
Ehren se pasó los dedos ociosos por el cabello enmarañado.
—Cuervos.
—Está en peligro —prosiguió Tavi en voz baja—. La tengo que encontrar y necesito vuestra ayuda.
Ehren bufó.
—¿Nuestra ayuda? Tavi, sé razonable. Estoy seguro de que la Legión Cívica ya la está buscando y la Corona va a poner el Reino patas arriba hasta que la encuentre. Gaius no puede permitir que le ocurra nada a la estatúder Isana.
Gaelle frunció el ceño.
—Ehren tiene razón, Tavi. Quiero decir que soy tu amiga y haré todo lo que pueda para ayudarte, pero estoy segura de que hay personas mucho más capaces investigando la desaparición de tu tía.
—No —replicó Tavi en voz baja—. No las hay. Al menos no creo que nadie con una posibilidad real de éxito la va a buscar.
La expresión de Ehren se volvió insegura.
—¿Tavi? ¿Qué quieres decir?
Tavi respiró hondo antes de contestar.
—Mirad, se supone que no os debería decir nada, pero la Corona se encuentra, por el momento, extremadamente limitada en la ayuda que puede proporcionar.
—¿Y eso qué significa? —preguntó Gaelle.
—No puedo darte detalles —respondió Tavi—. Basta con decir que la Corona no va a ponerlo todo patas arriba para buscar a mi tía.
Gaelle parpadeó, sorprendida.
—¿Y los cursores? Lo más seguro es que ellos puedan ayudar.
Tavi negó con la cabeza.
—No, hay… —Sonrió con tristeza—. No os puedo decir nada más. Lo siento. La única ayuda que va a recibir mi tía es la que le pueda proporcionar yo.
Ehren frunció el ceño.
—Tavi, ¿no confías en nosotros?
—No es eso —contestó Tavi—, porque sí confío.
Gaelle lo miró fijamente.
—Eso significa que tienes órdenes de no hablar con nosotros al respecto —afirmó en voz alta.
Ehren asintió pensativo.
—Y el único que da una orden de ese tipo es el maestro Killian.
—O el Primer Señor —murmuró Gaelle—. Lo que significa… —Su cara palideció un poco.
Ehren tragó saliva.
—Lo que significa que está ocurriendo algo muy serio… Algo lo suficientemente serio como para ocupar todos los recursos de los cursores y de la Corona. Y quienquiera que le dio la orden teme que haya una traición dentro de la Ciudadela, porque ni siquiera nosotros conocemos toda la historia.
Gaelle asintió de manera pausada.
—Y como estudiantes que acabamos de aprender un poco sobre inteligencia, representamos un riesgo menor para las cuestiones de seguridad. —Le frunció el ceño a Tavi—. ¿Le ha ocurrido algo al Primer Señor?
Tavi utilizó toda la experiencia adquirida al criarse con una tremendamente sensible artífice del agua, para eliminar cualquier expresión de su cara o de su voz al contestar.
—No os puedo explicar nada más de lo que ya he dicho.
—Pero si lo hacemos —presionó Gaelle—, estaremos en peligro.
—Probablemente —reconoció Tavi en voz baja.
Ehren tembló.
—Yo diría que se lo habrías pedido primero a Max —comentó—. ¿Por qué no está aquí?
—No estoy seguro de dónde está —respondió Tavi—. Pero en cuanto lo vea, también se lo pediré a él.
Ehren frunció el ceño y bajó la mirada hacia el suelo.
—Tavi, nos quedan dos días más de exámenes, y aún tenemos que completar nuestros ejercicios finales para Killian. Es imposible hacerlo y, además, investigar.
—Lo sé —reconoció Tavi—. Os estoy pidiendo una quimera a ambos. Por favor, creedme cuando os digo que no lo haría si no estuviera desesperado. Tenemos que encontrar a mi tía, tanto por ella como para ayudar a la Corona.
—Pero… —Ehren suspiró—. Historia.
—Creo que más tarde podremos conseguir que la Academia nos otorgue un trato especial —replicó Tavi—. Pero no te puedo prometer nada, Ehren. Lo siento.
—Mi admisión en la Academia estuvo condicionada. Si suspendo cualquier asignatura me devolverán a casa —le informó Ehren.
Tavi movió la cabeza.
—Te has estado formando como cursor, Ehren. La Corona no dejará que te expulsen si el deber te ha alejado de los estudios.
Gaelle arqueó las cejas.
—Pero ¿esto es el deber, Tavi?
—Lo es —respondió Tavi.
—¿Cómo podemos estar seguros? —preguntó Gaelle.
—Tendréis que confiar en mí. —Tavi la miró fijamente.
Gaelle y Ehren intercambiaron una mirada.
—Bueno, por supuesto que te vamos a ayudar, Tavi —aceptó por fin Gaelle con un pequeño jadeo—. Eres nuestro amigo y tienes razón en la importancia de tu tía para la Corona. —Sonrió sin alegría—. Tampoco me lo estaba pasando precisamente bien con el encargo de Killian.
—Oh, bien —suspiró Ehren—. Sí, por supuesto que te vamos a ayudar.
—Muchas gracias —se lo agradeció Tavi y esbozó una ligera sonrisa—. Si queréis, incluso os puedo ayudar con los encargos para el maestro. Ese será nuestro pequeño secreto.
Ehren dejó escapar una carcajada irónica.
—Casi no me puedo imaginar adónde nos puede llevar eso. —Terminó de atarse las botas—. Dinos lo que puedas sobre el ataque contra tu tía.
Tavi les explicó la visita a la fiesta de jardín de lord Kalare y lo que había descubierto allí y más tarde, omitiendo cualquier referencia a Max o a Brencis y a sus matones.
—Parece que Kalare envió a esos sicarios para matar al séquito de tu tía —comentó Ehren.
—Parece una conclusión demasiado obvia —intervino Gaelle—. Es posible que fuera un encuentro planeado para despistar a Tavi.
—No creo que importe —replicó Tavi—. Los hombres que se la llevaron no la van a llevar en ningún caso a la mansión de Kalare, que se ha estado protegiendo de cualquier relación con los asesinos y el secuestro.
—Eso es cierto —reconoció Ehren y miró a Gaelle—. Es posible que el personal de la casa de Kalare haya visto algo. Y es bastante probable que el mayordomo emplease el servicio de proveedores externos para servir parte de la comida. Es posible que vieran algo sin darse cuenta.
Gaelle asintió.
—Debía haber personas en las calles cercanas. Llamaremos a las puertas y hablaremos con la gente en el recorrido. También se deben estar extendiendo los rumores y nunca se sabe cuándo pueden ser útiles. ¿Tú qué prefieres?
—Las calles —respondió Ehren.
Gaelle asintió.
—Entonces yo me dedicaré al personal de Kalare y a los proveedores.
—Si la han secuestrado —comentó Tavi—, es posible que se estén preparando para irse con ella. Yo me ocuparé del río y hablaré con los responsables de los muelles y de las calzadas para asegurarme de que tienen los ojos bien abiertos. —Esbozó una media sonrisa—. Escuchadme, sonamos casi como cursores.
—Sorprendente —reconoció Gaelle con la boca curvada en una pequeña sonrisa.
Los tres jóvenes se miraron y Tavi pudo ver reflejado en los ojos de sus amigos el nerviosismo que sentía en su vientre.
—Tened cuidado —les recomendó en voz baja—. No corráis riesgos y salid corriendo ante la primera señal de peligro.
Ehren tragó saliva y asintió. Gaelle puso brevemente la mano sobre la de Tavi.
—De acuerdo —concluyó Tavi—. En marcha. Deberíamos salir por separado.
Gaelle asintió y apagó la luz de la lámpara de furias. Esperaron hasta que los ojos se ajustaron a la penumbra y salieron del aula.
—Buena suerte, Tavi —jadeó Ehren unos instantes más tardes y se desvaneció en la oscuridad de la madrugada.
Tavi se agachó en la oscuridad con los ojos cerrados y de repente se sintió muy pequeño y muy asustado. Acababa de pedirles a sus amigos que lo ayudaran. Si sufrían cualquier daño, él sería el culpable. Max languidecía en la Torre Gris como prisionero porque había intentado ayudarlo. Él también era el culpable. Y no importaba lo que se dijese para convencerse, también se sentía responsable de lo que le había ocurrido a su tía Isana. Si no se hubiera visto implicado en los acontecimientos que condujeron a la segunda batalla de Calderon, es posible que el Primer Señor no hubiera visto nunca la oportunidad de utilizarla al nombrarla estatúder.
Por supuesto, si no se hubiera visto implicado, su tía también podría estar muerta, junto con el resto de los habitantes del valle de Calderon. Aun así, no podía evitar que lo aplastase el peso de la culpa.
Si no hubieran detenido a Max, pensó Tavi. Si Gaius se despertase. Las órdenes directas del Primer Señor podían poner en movimiento a la Legión Cívica, podían enviar a la Legión de la Corona para que ayudase en la búsqueda, podían cobrarse favores que debían por igual, señores, grandes señores y senadores, y en general, podían cambiar toda la situación.
Pero Gaius no podía emprender ninguna acción. Max estaba encerrado en la prisión de máxima seguridad del Reino, con artificios de las furias que nadie podía sortear…
Al menos que alguien pudiera.
Tavi alzó la cabeza sorprendido al darse cuenta de algo. De hecho, había alguien capaz de sortear el tipo de artificios de seguridad que mantenían a Max encerrado en la Torre Gris. Alguien que, sin utilizar artificios propios, había conseguido sortear, evitar o inutilizar los artificios que protegían por igual los negocios de joyeros, orfebres y las más humildes panaderías y herrerías.
Y si había podido superar sin ningún esfuerzo esos artificios, también podría entrar en la Torre Gris. Si alguien podía llegar hasta Max y sacarlo de su prisión sin llamar la atención, los guardias podrían permanecer en su ignorancia durante el tiempo suficiente para que Max pudiera regresar a la Ciudadela y volver a interpretar el papel de Gaius Sextus. Y entonces habría un Primer Señor que podría volver patas arriba la ciudad para liberar a su tía Isana de sus captores.
Eso significaba que el paso siguiente de Tavi estaba totalmente claro.
Tenía que encontrar y atrapar al Gato Negro.
Aquello ya no era un simple ejercicio del que dependía su graduación. Tavi tenía que convencer al ladrón para que lo ayudase a entrar en la Torre Gris y liberase a su amigo Max. Lo antes posible. Cada instante que recorrían las estrellas en el cielo era un momento en que quienquiera que retuviera a su tía podía disponer de ella.
Tavi entrecerró los ojos reflexionando antes de ponerse en pie, abandonar el aula y cerrar la puerta a sus espaldas. Devolvió la llave a su escondite y salió corriendo en silencio, perdiéndose en la noche con pasos decididos.