18

Sally Broadbent le vio quitarse la camisa a la luz tenue del farol de queroseno. Percibía el frío del acero en sus muñecas y tobillos, la humedad del aire, y un goteo en algún sitio. El lugar donde estaba parecía una especie de cueva o de mina abandonada. Con dolor de cabeza, y un gusto a cobre en la boca, tuvo la sensación de que aquello le estaba pasando a otra persona.

No se creía que su secuestrador fuera a soltarla después de recibir el cuaderno de Tom. La mataría. Lo veía en sus ojos, en el hecho de que no se tapara la cara y que tuviera tan pocos reparos en revelar información sobre sí mismo.

—¿Qué te parece?

Lo tenía de cara, desnudo de cintura para arriba, sonriendo a medias mientras flexionaba despacio los pectorales y los bíceps.

—¿Preparada?

Tendió los brazos, encorvó la espalda… y se giró de golpe.

Sally estuvo a punto de gritar. Toda la espalda estaba cubierta por la imagen tatuada de un Tyrannosaurus rex en pleno ataque, con las garras levantadas y la boca abierta. Estaba tan bien hecho que parecía a punto de saltar. Cuando el secuestrador movió los músculos, fue como si el dinosaurio se agitase.

—Guay, ¿eh?

Sally se lo quedó mirando.

—Te he hecho una pregunta.

Seguía dándole la espalda, tensando alternativamente los músculos de uno y otro lado de la espalda para que el tiranosaurio moviera una garra, luego la otra y luego la cabeza.

—Ya lo veo.

—Cuando estaba en la cárcel decidí que necesitaba un tatuaje. Por tradición, ¿comprendes? Pero también por necesidad. Así se ve quién eres, y defines tus alianzas. Los tíos sin tatuar suelen acabar de bujarrones. Lo que pasa es que yo no quería la típica calavera, ni ninguna chorrada de esas de la muerte. Quería un tatuaje que me representara, que les dijera a los demás que no estaba dispuesto a que me dieran por el culo, y que podía valerme por mí mismo sin tener que jurar lealtad a nadie. Por ese elegí un tiranosaurio, que es lo más peligroso que ha vivido en el planeta.

»Pero, claro, había que encontrar el dibujo. Como dejara mi espalda en manos de un idiota, acabaría con Godzilla o con la idea que se hiciera de un tiranosaurio el típico preso subnormal. Y yo quería uno de verdad. Quería precisión científica.

Una contracción muy fuerte de los músculos dorsales los abultó de manera grotesca, haciendo que la boca del tiranosaurio pareciera abrirse y cerrarse.

—Total, que escribí al principal experto del mundo en tiranosaurios. Lógicamente no me contestó. ¿Cómo quieres que un tío así se cartee con un asesino que cumple condena en Pelican Bay?

Sonrió con suavidad y volvió a contraer los músculos.

—Mira cuanto puedas, Sally. Nunca ha habido una representación tan exacta de un tiranosaurio, ni en libros ni en museos. Refleja todos los últimos descubrimientos científicos.

Sally tragó saliva, sin dejar de escuchar.

—Bueno, pues resulta que después de un año sin recibir ninguna respuesta, el experto en dinosaurios me escribió, y nos carteamos durante una buena temporada. Me enviaba las últimas investigaciones, hasta lo que aún no estaba publicado. También me mandó un dibujo hecho por él, que fue lo que le di a un tatuador experto de los de verdad. Durante el tiempo que tardó en darle forma al dinosaurio, cada vez que yo tenía alguna duda mi asesor de fuera de la cárcel me la solucionaba. Me dedicaba su tiempo, el tío. Se esmeraba por que el tiranosaurio fuera completamente fiel a la realidad.

Otra contracción.

—Acabamos siendo amigos o, mejor dicho, hermanos. ¿Sabes qué hizo al final?

Sally consiguió pronunciar: ¿Qué?

—Sacarme del trullo. Me habían echado de diez a veinte por homicidio con agravantes, pero él respondió por mí en la vista, y me dio dinero y trabajo. Por eso, cuando me pidió un favor, no se lo pude negar. ¿Sabes de qué favor te hablo?

—No.

—Conseguir el cuaderno.

Sally volvió a tragar saliva, luchando contra otro ataque de miedo. No le habría explicado todo aquello si no planeara matarla.

El secuestrador dejó de mover los músculos, se volvió y se puso la camisa.

—¿Entiendes ahora por qué me lo tomo tan a pecho? Tengo que hacer una llamada. Volveré.

Dio media vuelta y salió de la pequeña celda.