Avanzaban hacia mí. Paseé una mirada frenética por el cuarto, buscando la manera de escapar.

Los dos tipos bloqueaban la huida hacia la puerta, así que no había modo de salir de allí.

—No vamos a hacerte daño, Matt —explicó Lacie con tono amable—. Queremos ayudarte. En serio.

Los chicos dieron otro paso hacia mí, por lo que me encogí aún más. A mí no me parecía que quisieran ayudarme lo más mínimo.

—No tengas miedo, Matt —insistió Lacie—. Tenemos que hablar contigo. —Se sentó frente a mí, intentando mostrarme que no debía tenerle miedo. Pero los chicos se quedaron vigilando, uno a cada lado de ella.

—Dime qué me está pasando —pedí.

—Estás atrapado en una deformación de la realidad —explicó ella, tras aclararse la garganta.

Como si yo supiera de qué estaba hablando exactamente.

—Ah, claro. Una deformación de la realidad —repetí—. Sabía que tenía que ser algo raro.

—Menos cuento —gruñó el tipo bajo—. Esto no es un juego. Nos estás causando un montón de problemas.

—Tranquilo, Wayne —le calmó Lacie—. Yo me ocuparé de esto. —Se volvió hacia mí y preguntó con su dulce voz.

—No sabes lo que es una deformación de la realidad, ¿verdad?

—No —contesté—. Pero sé que no me gusta.

—Cuando te quedaste dormido en la habitación de invitados de tu casa, caíste en un agujero de la realidad —explicó. Cuanto más hablaba, menos la comprendía.

—¿Hay un agujero en la realidad? ¿En la habitación de invitados?

Ella asintió.

—Te duermes en una realidad y te despiertas en otra. Has estado metido en ese agujero desde entonces. Ahora, cada vez que te duermes, cambias lo que es real y lo que no.

—¡Bueno, pues haced que pare! —rogué.

—Ya te pararé yo a ti —amenazó el tipo alto.

—Bruce, por favor —le espetó Lacie.

—¿Y todo eso qué tiene que ver con vosotros? —pregunté.

—Estás quebrantando la ley, Matt —explicó ella—. Cada vez que cambias, incumples las leyes de la realidad.

—¡No lo hago a propósito! —protesté—. ¡Jamás había oído hablar de las leyes de la realidad! ¡Soy inocente!

—Sé que no lo haces a propósito —dijo Lacie, intentando apaciguarme—. Pero eso 110 importa. La cuestión es que ocurre. Cuando cambias de cuerpo, cambias lo que es real y lo que no para mucha gente. Si sigues cambiando, sumirás al mundo entero en la confusión.

—¡No lo entiendes! —exclamé—. ¡Yo quiero pararlo! ¡Haré cualquier cosa para pararlo! ¡Yo sólo quiero volver a ser normal!

—No te preocupes —masculló Wayne—. Nosotros lo pararemos.

—Somos la policía de la realidad —me contó Lacie—. Nuestro trabajo consiste en mantener la realidad bajo control. Hemos intentado seguirte, Matt. No ha sido fácil, con todos los cambios que has hecho.

—Pero ¿por qué? —preguntó—. ¿Qué vais a hacer?

—Teníamos que capturarte —continuó Lacie—. No podemos permitir que incumplas las leyes de la realidad.

Pensé con rapidez.

—Es la habitación de invitados, ¿verdad? ¿Todo esto ha ocurrido porque dormí en la habitación de invitados?

—Bueno…

—¡No volveré a dormir allí nunca más! —prometí—. No me importa si no vuelvo a ser el de siempre. Este cuerpo flaco de catorce años no está tan mal.

—Es demasiado tarde, Matt —lamentó Lacie, sacudiendo la cabeza—. Estás atrapado en el agujero. Ya no importa dónde duermas. Cada vez que te duermes y te despiertas, cambias la realidad. Estés donde estés.

—¿Quieres decir… que no puedo volver a dormir?

—No exactamente. —Lacie miró a los dos tipos. Luego posó sus ojos azules sobre mí—.

Lo siento, Matt. De verdad que lo siento. Pareces un buen chico.

Un escalofrío me recorrió la espina dorsal.

—¿De qué… de qué estás hablando?

—No tenemos elección, Matt —explicó ella, dándome palmaditas en la mano—. Tenemos que hacerte dormir… para siempre.