Cerré la puerta de la jaula con fuerza. Los dos chicos de negro se aferraron a las barras de acero y las sacudieron.
—¡No escaparás! —gritó uno de ellos.
Mi «padre», el domador de leones, se había ido. Yo estaba solo en la jaula… con Hércules.
—Tranquilo, chico. Tranquilo… —murmuré avanzando centímetro a centímetro a lo largo de un lado de la jaula. El león se quedó en el centro, observándome.
Los dos tipos volvieron a sacudir la puerta de la jaula, que se abrió. Entonces entraron, mirándome furiosamente.
—No escaparás tan fácilmente —me advirtió uno de ellos. El león les gruñó.
—No es más que un viejo león de circo —dijo el otro—. No nos hará daño.
Sin embargo, noté que no estaban muy convencidos de lo que decían. Hércules les volvió a gruñir, con más fuerza esta vez, y ellos se detuvieron en seco. Yo avancé un poco más hacia el otro lado de la jaula. Tenía que ponerme detrás del león para que éste se interpusiera entre los dos tipos de negro y yo. Era mi única esperanza.
Uno de ellos dio un sigiloso paso hacia delante y el animal soltó un rugido. El tipo retrocedió.
Los ojos de león se debatían entre aquellos chicos y yo. Sabía que intentaba decidir cuál sería más apetitoso.
—Será mejor que salgáis de aquí —les advertí—. Hércules aún no ha comido.
Los dos tipos miraron a Hércules con cautela.
—A mí no me atacará —les avisé, tirándome un farol—. Soy su amo. Pero si yo se lo ordeno, ¡se os lanzará al cuello!
Ambos intercambiaron miradas.
—Está mintiendo —dijo uno. El otro no parecía muy seguro.
—No miento —insistí—. Salid de aquí ahora mismo. ¡O le azuzaré para que os ataque!
Uno de los tipos quiso dirigirse hacia la puerta de la jaula, pero el otro le tiró del brazo y le hizo volver.
—No seas gallina —espetó.
—¡A por ellos, Hércules! —grité—. ¡A por ellos!
Hércules dejó escapar su rugido más fiero y saltó. Los dos tipos de negro salieron corriendo de la jaula y cerraron la puerta de golpe cuando Hércules intentó salir tras ellos.
—¡No escaparás! —gritó uno a través de los barrotes—. ¡Volveremos!
—¿Qué queréis de mí? —chillé—. ¿Qué he hecho? ¿Qué he hecho?