El funeral de Cixí. Brooke Astor, filántropo estadounidense, era un niño en Beijing y observó con su familia desde la muralla de la ciudad la procesión: “Durante todo el día pasó por debajo de nosotros a través de la puerta. Había sacerdotes budistas y taoístas con túnicas blancas y los lamas budistas de amarillo con fajas rojas. Había un sinfín de bandas de eunucos vestidos de blanco, que lanzaban billetes al el aire (para el uso de la emperatriz en su camino al cielo)… Había veinticuatro camellos blancos, con las tiendas de brocado de color amarillo en la grupa… y toda una compañía de ponies blancos… había réplicas de cartón piedra de todos los palacios de la Emperatriz… Todo esto se acompañaba por los gritos de los dolientes, que se arrancaban el pelo y golpeaban el pecho con platillos”. El colosal palanquín estaba cubierto de brocado amarillo bordado con aves fénix. Cuando pasaba, todos los occidentales se levantaron y se quitaron el sombrero.