Dos de las plantas más nutritivas del mundo, la ajea y la verdolaga, son malas hierbas, y algunas dietas saludables, como la mediterránea, utilizan los vegetales silvestres. Los campos y bosques están repletos de plantas con niveles más altos de componentes fitoquímicos que las domesticadas. ¿Por qué? Porque esas plantas deben defenderse solas de las plagas y porque históricamente hemos seleccionado y cultivado plantas por la suavidad de su sabor; muchos de los compuestos de defensa que producen son amargos. También las cultivamos de modo que duren más, y por eso hemos preferido plantas con niveles bajos de ácidos grasos omega-3, ya que estas grasas se oxidan enseguida y se vuelven rancias. Los animales salvajes y el pescado también merecen ser incluidos en nuestra dieta. La caza suele contener menos grasas saturadas y más grasas buenas que el ganado, porque la mayoría de esos animales siguen una dieta de plantas muy variada, y no solo a base de cereales (véase la regla 27).