CONCLUSIÓN

La verdadera historia, acaba ya.

El capitán y sus compañeros, catorce días después, desembarcaban en Batavia, la capital de la isla de Java, llevando con ellos la famosa Cimitarra de Buda. Pagaron generosamente a la tripulación malaya, que tan eficazmente les había ayudado en su última y más difícil empresa; se embarcaron al día siguiente en un bergantín en ruta hacia Macao, a donde llegaron poco más tarde. Un vapor se en cargó de conducirlos al día siguiente a Wampoa, el puerto de Cantón, y una barca les trasladó al hong danés.

Renunciamos a describir la alegre acogida que tuvieron por los colonos, los cuales, privados de noticias suyas durante tantos meses, los creían muertos en las salvajes regiones de Indochina. E igualmente renunciamos a describir las fiestas que se realizaron en su honor.