Capítulo 11


Barco de Estados Unidos John C. Stennis

CVN 74, 225 kilómetros al este de Perú

Veintiocho horas después

Tras casi siete años enteros de guerra continuada, el USS John C. Stennis había recibido misteriosamente la orden de partir de su puerto en San Diego, California, con solo la mitad de sus aviones de combate, mientras que los que no estaban en la lista para volar fueron almacenados abajo, en sus hangares. La tripulación del barco, de algo más de cinco mil personas, se mostraba curiosa ante la extraña embarcación tendida sobre la cubierta de vuelo en once piezas distintas de secciones de tres metros. Sabían que pronto se enterarían, ya que otro barco de guerra se había unido a ellos a primera hora de esa mañana. El USS Iwo Jima, un navío de combate de la Marina, estaba hasta arriba de helicópteros de la Marina de Estados Unidos y los rumores decían que esos helicópteros se llevarían el extraño embalaje de la cubierta del Stennis.

El Departamento de la Marina no quería correr riesgos y por ello otro grupo de batalla de portaaviones se encontraba a trescientos veinte kilómetros al este del Stennis para ayudar ante cualquier emergencia, ya que estaban escasos de aviones de combate. El USS Nimitz iba a su lado, haciendo que la tripulación a bordo del gigantesco barco se sintiera un poco mejor tras las apresuradas órdenes de zarpar que habían recibido.

Las secciones envueltas en Styrofoam se transportaron por aire desde Luisiana hasta Los Ángeles, donde fueron transferidas a Blackhawks UH-60 del Ejército y desde ahí al Stennis, a doscientos sesenta kilómetros de Suramérica. Eso anularía la necesidad de volar sobre territorio terrestre y marítimo extranjero, al igual que la necesidad de solicitar permiso a los gobiernos que cada vez se mostraban más curiosos y desconfiados. El plan fue trazado por Niles Compton, haciendo uso de la autoridad del presidente, y la misión fue clasificada como una prueba de campo por parte de una empresa privada; una empresa que resultaba ser el Grupo Evento.

El suboficial Jenks y el equipo de apoyo del Grupo seguían trabajando con los motores y los componentes electrónicos del Profesor. La tarea se hizo más complicada aún por haber tenido que salir precipitadamente de Nueva Orleans a California y después haber tenido que instalarlo todo con el barco separado en once secciones. El suboficial ya había amenazado las vidas de casi todo su equipo y algunas del de Stennis. De hecho, sin pensarlo, Jack había hecho ademán de sacar una pistola, que en ese momento resultó no llevar encima, cuando Jenks se le había encarado por algo sobre lo que él no tenía control. En realidad, Jenks se quedó avergonzado cuando descubrió que Jack Collins estaba ejerciendo como jefe de la expedición y que era básicamente el hombre que salvó a su barco de convertirse en un montón de chatarra. Por todo eso, Carl lo había visto hacer algo que el suboficial nunca antes había hecho: se había disculpado ante el comandante.

Carl se unió a Danielle en la plataforma de Transmisiones que daba a la cubierta de vuelo, y agradeció el aire del mar.

—Esto es lo que más echo de menos del servicio en el mar —dijo él—. El aire. No puedo encontrarlo en el desierto.

Ella sonrió y siguió observando la actividad que se desarrollaba debajo, en el Profesor.

—Hola —dijo Sarah al unirse a ellos.

—¡Vaya! ¡Pero si es Salvaje Bill McIntire! —exclamó Carl en broma.

—Muy gracioso —respondió ella dándole un pequeño puñetazo en el brazo.

—En serio, Jack ha dicho que en Little Bighorn te las apañaste como una auténtica profesional.

—Bueno, señora Serrate, ¿ya le ha asignado Jack alguna tarea? —preguntó Sarah al dirigirse a la francesa.

—Sí, al parecer ayudaré al grupo de Cripto del profesor Ellenshaw; los tres lo haremos —respondió—. Y, por favor, llámame Danielle. Después de todo, vamos a ser camaradas de a bordo. —Sonrió, aunque mirándola con tanta intensidad que casi la apabulló.

Sarah no respondió. Había algo en esa mujer que no le cuadraba, pero no sabía qué. Claro que podría ser el hecho de que la atracción entre Danielle y Carl era evidente para cualquiera que tuviera ojos y que eso le hiciera preguntarse si sentía celos por su mejor amiga, que había muerto hacía aproximadamente un año; la amiga a la que Carl había amado y que había muerto en una misión no muy distinta a la que ahora estaban llevando a cabo. ¿Y ahora la exmujer del coronel Henri Farbeaux, un enemigo al que cualquiera del Grupo querría atrapar aunque para ello tuviera que renunciar a su sueldo durante cinco años, aparecía precisamente ofreciendo su ayuda? Sarah no se tragaba lo que esa intrusa estaba vendiéndoles, ni siquiera aunque lo hicieran su director e incluso Jack.

—Tengo entendido que tú dirigirás tu propio equipo científico —dijo Danielle.

Sarah asintió y se echó atrás para poder ver al otro lado de Carl.

—Sí, un equipo de Geología de dos personas, aunque formaremos parte del equipo adjunto de Ciencias Globales de Virginia.

Danielle estaba a punto de añadir algo cuando se abrió la escotilla de acero.

—El comandante dice que nos necesitan en la sala de oficiales. El profesor Ellenshaw quiere hablar con el Grupo —dijo Mendenhall al asomar la cabeza por la escotilla. Aún tenía la frente cubierta por una venda como consecuencia de las esquirlas de piedra que lo hirieron dos días antes durante el tiroteo.

Carl iba a decir algo, pero Sarah alzó la mano y lo detuvo.

—Ya hemos oído lo de tu mote para el departamento de Cripto de Ellenshaw, así que no lo digas —dijo anticipándose al chiste.

—¿Qué dices? ¿Que están a punto de informarnos los del departamento de Horripizoología?

Sarah volteó los ojos, sin más.

El profesor Charles Hindershot Ellenshaw III les informó acerca de la mano de un esqueleto, aunque allí no había evidencias que apoyaran ninguna conclusión en cuanto a los orígenes o la morfología del animal. Sí que tenía muchas teorías y se había preparado a fondo para cualquier contingencia, pero aun así carecía de información real que proporcionarles, aparte del hecho de que consideraría un crimen herir a semejantes especies si es que verdaderamente existían. Jack lo cortó en cuanto empezó a divagar acerca de los derechos de los animales y de lo especial y única que esa criatura tendría que ser para estar viva en el mundo moderno.

El informe de Sarah fue más concreto y tenía un propósito. El oro, si es que existía, no se tocaría. La mina, si es que existía, sería zona vedada porque así lo había ordenado el presidente. El equipo de Geología seguiría al pie de la letra las órdenes que había recibido. Con la ayuda del comandante Collins y de su equipo de seguridad, si la mina en realidad contenía depósitos de oro, tal como decía la leyenda, sería tratada como propiedad de Brasil.

—Comandante —dijo Mendenhall al entrar en la sala de oficiales—, los helicópteros del Iwo están empezando a alinearse y están casi preparados para llevarse al Profesor.

Los helicópteros transportarían las secciones del barco hasta una pequeña aldea de Río Feliz, en el Amazonas, a unos ciento sesenta kilómetros al oeste de la frontera peruana. Ahí era donde el Grupo Evento daría comienzo a su expedición, ahorrando un tiempo muy valioso al atravesar volando un hueco en los Andes e ir directamente a la fuente, la confluencia del Aguas Negras que se alimentaba del río Amazonas. La ruta era exactamente tal y como el capitán Padilla la había trazado en el mapa y también, supuestamente, igual que la había descrito en el diario.

El presidente había proporcionado la información tanto al gobierno peruano como al brasileño de que estaban experimentando con unos nuevos procedimientos y un software de cartografía, y que los dos gobiernos serían los beneficiarios de esos nuevos dispositivos experimentales y de los mapas subacuáticos más precisos; algo que el equipo llevaría a cabo como procedimiento de rutina de cualquier modo.

Fue impresionante ver a los helicópteros Seahawk, la versión para la Marina de los Blackhawk, alinearse en el aire junto a la popa del John C. Stennis y, uno a uno, ir acercándose mientras Jenks supervisaba la ensambladura de las secciones del Profesor. Once Seahawks en total transportarían las secciones hasta la aldea, donde las partes formarían un todo, y el equipo al completo rezaba para que ese trasto flotara. Los de Hallazgos se encontraban sobre la cubierta cuando la última sección, la proa, forrada con un plástico que se ajustaba a su forma, se alzó en el aire. Después, el último helicóptero suspendido se acercó y con asombro vieron cómo el Osprey MV-22 de la Marina, una aeronave de alas cortas y robustas y rotores basculantes, aterrizaba lentamente sobre la cubierta de vuelo del Stennis, con sus dos impresionantes hélices generando un zumbido desde su posición en el extremo de las cortas alas. Antes de que se dieran cuenta, un segundo Osprey aterrizó detrás del primero.

—¡Odio estas cosas! —gritó Carl al oído de Danielle.

—¿Por qué? ¿Porque tienen un diseño innovador? —preguntó ella sujetándose su gorro tipo militar ante el viento que levantaban los Osprey.

—No, ¡porque un piloto marine está conduciendo esos diseños innovadores!

Mientras cargaban sus bolsas y artículos personales, Jack se giró y miró hacia el puente de vuelo, desde donde el capitán del Stennis les decía adiós. Jack le devolvió el gesto. El Stennis se mantendría apartado de la costa mientras la misión estuviera en progreso por si se metían en problemas.

Y de esta manera la tercera expedición se encaminó al valle de Hernando Padilla, donde una bella laguna estaba preparada para derramar sus secretos. Lo que ellos no sabían era que otro grupo ya estaba acercándose a las legendarias aguas negras.