—¿SE puede saber qué pasa? —preguntó Charlie.
Miles acababa de llegar con Otis y lo había arrastrado por la comisaría hasta meterlo en una de las celdas. Después de que lo encerrara, Timson pidió ver a su abogado, pero Miles subió la escalera para ir al despacho de Charlie. Éste cerró la puerta; los demás agentes los miraron furtivamente por la ventana, esforzándose por disimular la curiosidad.
—Creo que es bastante obvio, ¿no te parece? —contestó.
—Éste no es lugar ni momento para bromas, Miles. Necesito respuestas y las necesito ahora mismo, empezando por Sims. Quiero saber dónde está el informe, por qué lo has soltado y qué demonios era ese asunto de vida o muerte; y también por qué has salido de aquí escopeteado y por qué Otis está abajo.
Charlie se cruzó de brazos y se apoyó en el escritorio.
En el siguiente cuarto de hora, Miles le contó lo ocurrido. Charlie, estupefacto, se puso a caminar de una punta a otra del despacho.
—¿Cuándo ocurrió todo eso?
—Hace un par de años. Sims no se acordaba exactamente.
—Pero ¿tú lo has creído?
Miles asintió.
—Sí. Si no decía la verdad, es el mejor actor que conozco. Tras la subida de adrenalina, que ahora se disipaba poco a poco, le sobrevino un profundo cansancio.
—Así que lo has dejado libre. —Era una afirmación, no una pregunta.
—No he tenido más remedio.
Charlie sacudió la cabeza cerrando un momento los ojos.
—No has debido hacerlo. Tendrías que haber hablado conmigo antes.
—Deberías haberlo visto. No me habría dicho nada si yo hubiese venido aquí para intentar llegar a un acuerdo contigo y con Harvey. Lo he decidido en el acto. A lo mejor piensas que me he equivocado, pero al final he recibido la respuesta que necesitaba.
Charlie se quedó mirando por la ventana mientras reflexionaba. Aquel asunto no le gustaba nada; y no sólo porque Miles se había extralimitado e iba a tener que dar muchas explicaciones.
—Desde luego, has conseguido una respuesta —dijo por fin.
Miles lo miró.
—¿A qué te refieres?
—Es que no lo veo claro, eso es todo. Sims sabe que volverán a meterlo en la cárcel a menos que haga un trato y de pronto dice que sabe algo de Missy… —Se volvió hacia su amigo—. ¿Dónde ha estado estos dos últimos años? Se ofreció una recompensa, y tú ya sabes cómo se gana la vida. ¿Por qué no se ha presentado antes?
Miles no lo había pensado.
—No lo sé. A lo mejor tenía miedo.
Charlie miró el suelo. «O quizá es que miente ahora.»
Miles pareció adivinarle el pensamiento.
—Oye, ¿por qué no hablamos con Earl Getlin? Si confirma los hechos, podemos pactar con él para que declare.
El sheriff no dijo nada. «Dios mío, qué lío.»
—Se cargó a mi mujer.
—Sims dice que Otis dijo que se cargó a tu mujer. Eso es muy distinto.
—Ya conoces mi historia con Otis. Charlie se volvió levantando las manos.
—Claro que sí, me la sé de memoria. Y por eso lo primero que hicimos fue comprobar su coartada, ¿o es que ya no te acuerdas? Hay testigos que declararon que la noche del accidente estaba en su casa.
—Eran sus hermanos…
Charlie sacudió la cabeza con frustración.
—Aunque tú no participaste en la operación, ya sabes lo mucho que nos esforzamos por resolver el caso. No somos una panda de payasos que se pasea por ahí, y tampoco lo son los de la patrulla de carretera. Sabemos investigar un crimen, y lo hicimos bien, porque queríamos dar con el responsable tanto como tú. Hablamos con quien debíamos hablar, enviamos la información necesaria a los laboratorios… Pero no encontramos nada que implicara a Otis: absolutamente nada.
—Eso no lo sabes.
—Estoy mucho más seguro de eso que de lo que me acabas de contar —replicó. Respiró hondo—. Sé que esto te ha carcomido desde que ocurrió, pero, ¿sabes?, a mí también. Y si me hubiera pasado a mí, habría hecho lo mismo que tú. Me habría vuelto loco si alguien hubiese atropellado a Brenda y hubiese quedado impune, y supongo que también habría buscado pistas por mi cuenta. Pero ¿quieres que te diga una cosa?
Se detuvo para asegurarse de que Miles lo escuchaba.
—No me habría creído el primer cuento que me contaran, sobre todo viniendo de una persona como Sims Addison. Piensa en quién es: ese hombre entregaría a su propia madre si le pagaran por ello. Y cuando lo que está en juego es su propia libertad, ¿hasta dónde crees que estaría dispuesto a ir?
—Esto no tiene nada que ver con Sims…
—Claro que sí. No quería volver a la cárcel y estaba dispuesto a decir cualquier cosa con tal de evitarlo. ¿Acaso eso no tiene más sentido que lo que me acabas de contar?
—No me mentiría sobre algo así.
Charlie miró a Miles a los ojos.
—¿Y por qué no? ¿Porque se trata de algo demasiado personal? ¿Por todo lo que conlleva? ¿Porque es demasiado importante? ¿No te has parado a pensar que él sabía lo que tenía que hacer para conseguir que lo sacaras de aquí? No es tonto, a pesar de todo lo que bebe; es capaz de decir cualquier cosa con tal de salir de un lío, y, por lo visto, eso es exactamente lo que ha sucedido.
—Tú no estabas allí cuando me lo ha contado, no le has visto la cara.
—Ah, ¿no? En realidad, no creo que sea necesario; me imagino perfectamente cómo ha ocurrido. Pero digamos que tienes razón, ¿vale? Supongamos que Sims ha dicho la verdad, y pasemos por alto que has hecho mal en soltarlo sin hablar antes conmigo o con Harvey, ¿de acuerdo? ¿Y entonces qué? Dices que oyó hablar a unas personas, o sea, que ni siquiera es testigo.
—No hace falta que lo sea.
—Ah, vamos, Miles, ya sabes cómo son estas cosas. En un tribunal, eso sólo es un testimonio de oídas; no sirve como argumento.
—Earl Getlin puede declarar.
—¿Earl Getlin? ¿Quién va a creerlo? Basta con echarle una mirada a sus tatuajes y a sus antecedentes penales para que pierda toda credibilidad para la mitad del jurado. Y si a eso le añades el acuerdo que pedirá, habrá perdido la de la otra mitad. —Hizo una pausa—. Pero te olvidas de algo importante, Miles.
—¿Qué es?
—¿Y si Earl no lo confirma?
—Lo hará.
—Pero ¿y si no es así?
—En ese caso tendremos que conseguir que confiese Otis.
—¿Y crees que lo hará?
—Confesará.
—Te refieres a que si lo presionas lo suficiente…
Miles se puso en pie, pues ya no quería seguir escuchándolo.
—Oye, Charlie, Otis mató a Missy; es así de sencillo. Puede que no quieras creerlo, pero a lo mejor sí que pasasteis algo por alto, y te aseguro que esta vez no voy a permitir que se me escape. —Se dirigió hacia la puerta—. Y ahora tengo que interrogar a un preso…
Con un gesto rápido, Charlie tendió la mano hacia la puerta y la cerró.
—No lo creo, Miles. Me parece que lo mejor será que no intervengas durante un tiempo.
—¿Qué?
—Lo que te he dicho: no te metas. Es una orden. A partir de ahora yo me ocupo de esto.
—Estamos hablando de Missy, Charlie.
—No, hablamos de un agente que se ha excedido y que, para empezar, ni siquiera tendría que haber actuado. —Se miraron fijamente hasta que al final Charlie sacudió la cabeza—. Oye, Miles, entiendo por lo que estás pasando, pero tú ya no llevas este caso. Interrogaré a Otis, buscaré a Sims para hablar con él e iré a ver a Earl. En cuanto a ti, creo que deberías irte a casa; tómate el resto del día libre.
—Acabo de empezar el turno…
—Y ya lo has acabado. —Cogió el pomo de la puerta—. Ahora, vete a casa. Déjamelo a mí, ¿vale?
Seguía sin gustarle.
Veinte minutos después, sentado en su despacho, Charlie no estaba nada convencido.
Llevaba trabajando como sheriff más de treinta años y había aprendido a confiar en su instinto. Y en ese instante su intuición brillaba como una luz estroboscópica, advirtiéndole de que se anduviera con cuidado.
En esos momentos ni siquiera sabía por dónde empezar; seguramente por Otis Timson, ya que estaba abajo, pero en realidad quería hablar antes con Sims. Miles estaba seguro de que le había dicho la verdad, pero a él eso no le bastaba.
Entonces no, no en aquellas circunstancias.
No tratándose de Missy.
Charlie había sido testigo directo de lo mal que lo había pasado Miles después de la muerte de su mujer. Dios, qué enamorados estaban… Eran como dos chavales que no podían parar de mirarse y toquetearse. Siempre se estaban abrazando y besando, o iban cogidos de la mano y se dirigían miradas coquetas; era como si nadie se hubiera molestado en decirles que se suponía que el matrimonio tenía que ser difícil. Y ni siquiera cambiaron cuando nació Jonah. Brenda solía decir en broma que seguro que al cabo de cincuenta años seguirían besuqueándose en un hogar de ancianos.
Y luego, cuando murió… De no haber sido por Jonah, seguro que Miles se habría reunido con ella. De todos modos, casi acabó con él: empezó a beber demasiado, a fumar, dormía poco, adelgazó… Durante mucho tiempo sólo pudo pensar en el crimen. No en un accidente, para Miles no, para él siempre fue el crimen.
Golpeteó la mesa con un lápiz.
«Ya estamos otra vez.»
Estaba al corriente de la investigación que había realizado Miles por su cuenta, y aunque sabía que no debía, hizo la vista gorda. Harvey Wellman se había puesto a despotricar cuando se enteró, pero ¿y qué? Los dos sabían que Miles no lo habría dejado por mucho que se lo hubiera dicho; si hubiese sido necesario, incluso habría devuelto la placa y habría seguido indagando.
Sin embargo, Charlie había logrado que no se acercara a Otis. Menos mal. Había algo entre los dos, algo más que la tensión habitual entre buenos y malos. Todos esos números que habían montado los Timson —no necesitaba pruebas para saber quiénes eran los culpables— formaban parte de ello. Pero eso, junto con la tendencia de Miles a detenerlos primero y pensar después, formaba una mezcla explosiva.
¿Era posible que Otis hubiera atropellado a Missy Ryan?
Charlie lo pensó. Sí…, pero aunque Otis era un resentido y había intervenido en unas cuantas peleas, nunca había traspasado el límite. De momento. Al menos eso lo podían demostrar. Además, ya lo habían investigado disimuladamente; Miles había insistido en que se hiciera, pero Charlie ya se le había adelantado. ¿Tal vez se le había escapado algo? .
Cogió un cuaderno y, como era su costumbre, empezó a anotar sus ideas para intentar aclararse. Sims Addison. ¿Había mentido?
La información que había suministrado en el pasado siempre había sido fidedigna. Pero esta vez era diferente; no la había dado por dinero, y se jugaba mucho más: quería salvarse. ¿Significaba eso que había más posibilidades de que dijera la verdad, o menos?
Tenía que hablar con él, ese mismo día si era posible; como mucho, al día siguiente.
Volvió a coger la libreta y escribió un nuevo nombre.
Earl Getlin. ¿Qué iba a decir?
Si él no confirmaba el relato de Sims, ya no había más que hablar. Tendría que soltar a Otis y pasarse un año convenciendo a Miles de que era inocente, al menos de ese crimen en particular. Pero ¿y si lo corroboraba? Con sus antecedentes, no era el testigo más fiable del mundo. Y seguro que querría algo a cambio, lo que al jurado nunca le sentaba bien.
En cualquier caso, debía hablar con él de inmediato.
Pasó a Earl al principio de la lista y anotó otro nombre.
Otis Timson. ¿Culpable o no?
De haber matado a Missy, la historia de Sims tendría sentido, pero, en ese caso, ¿qué pasaría? ¿Debería retenerlo mientras rastreaban más abiertamente esta vez, buscando más pruebas? ¿Tendría que soltarlo y hacer lo mismo? En cualquiera de los dos casos, Harvey no vería con buenos ojos un caso que sólo dependía de los testimonios de Sims Addison y Earl Getlin. Pero después de dos años, ¿qué pretendían?
Tenía que investigarlo, de eso no cabía la menor duda. Aunque creyera que no encontrarían nada, había que reanudar el procedimiento; por Miles, incluso por él.
Sacudió la cabeza.
«De acuerdo, supongamos que Sims ha dicho la verdad y que Earl lo confirma, una gran suposición, pero puede ser: ¿qué razón tendría Otis para decir algo así? La respuesta más obvia es que lo dijo porque era cierto. En ese caso, volvemos al problema de si tenemos suficientes pruebas para presentar una acusación. Pero…»
Tardó un momento en que la idea adoptara la forma de una pregunta.
Pero ¿y si Sims había dicho la verdad y el que mintió fue Otis?
¿Era posible?
Cerró los ojos, sin parar de pensar. En ese caso, ¿por qué lo haría?
¿Por su reputación? «Fíjate en lo que he hecho y de la que me he librado…»
¿Para asustar a Earl y conseguir que le diera el dinero? «Lo mismo te pasará a ti a menos que…»
¿O sólo se refería a que lo había ordenado, pero él no había hecho el trabajo sucio?
Las ideas daban vueltas y zigzagueaban de un extremo a otro mientras las analizaba.
Pero ¿cómo demonios iba Otis a saber que esa noche Missy saldría a correr por la carretera?
Menudo lío.
Al ver que no llegaba a ninguna conclusión, apartó el lápiz y se frotó las sienes, sabiendo que tenía otras cosas en las que pensar además de la situación de esas tres personas.
¿Qué iba a hacer con Miles?
Su amigo. Su ayudante.
Primero había llegado a un acuerdo con Sims y no había escrito el informe. Luego lo había soltado y se había marchado de la comisaría como si fuera el lejano Oeste para ir a buscar y encerrar a Otis sin ni siquiera molestarse en hablar con Earl Getlin.
Harvey no era mala persona, pero iba a darle problemas con ese asunto, problemas muy serios. Todos iban a tenerlos. Charlie suspiró.
—Oye, Madge —llamó.
La secretaria asomó la cabeza por la puerta. Regordeta y canosa, llevaba casi tanto tiempo como él en la oficina y se enteraba de todo lo que ocurría. Charlie se preguntó si habría oído la conversación que había mantenido con Miles.
—¿Joe Hendricks sigue siendo el director de Hailey?
—Creo que ahora es Tom Vernon.
—Ah, sí —asintió con la cabeza, acordándose de que lo había leído en algún sitio—. ¿Puedes darme su número de teléfono?
—Claro. Ahora mismo te lo doy, lo tengo en mi agenda.
Tardó menos de un minuto, y cuando Charlie cogió el papel, Madge aguardó un momento. No le gustaba la mirada que veía en sus ojos y esperó por si él quería hablar.
Charlie no dijo nada.
Tardó casi diez minutos en conseguir que Tom Vernon se pusiera al teléfono.
—¿Earl Getlin? Sí, sigue aquí —contestó.
Charlie garabateaba un papel que tenía delante.
—Necesito hablar con él.
—¿Un asunto oficial?
—Podría llamarse así.
—Por mí no hay ningún problema. ¿Cuándo piensas venir?
—¿Podría ser esta tarde?
—Conque tan pronto, ¿eh? Debe de ser algo importante.
—Lo es.
—De acuerdo. Avisaré de que vienes. ¿A qué hora crees que llegarás?
Charlie miró el reloj: eran las once pasadas. Si se saltaba la comida, podría estar allí a primera hora de la tarde.
—¿Qué te parece a las dos?
—Muy bien. Supongo que necesitarás hablar con él a solas.
—Si es posible…
—No hay ningún problema. Hasta luego. Charlie colgó, y cuando iba a coger la chaqueta, entró Madge.
—¿Te vas a la cárcel?
—Tengo que ir.
—Oye, mientras estabas hablando ha llamado Thurman Jones. Necesita hablar contigo. Era el abogado de Otis Timson.
Charlie negó con la cabeza.
—Si vuelve a telefonear, dile que estaré de vuelta a eso de las seis y que me llame a esa hora.
Madge arrastró los pies.
—Ha dicho que era importante y que no podía esperar. Abogados. Cuando ellos querían hablar, era importante; pero si era él quien necesitaba hacerlo, era otro cantar.
—¿Te ha dicho de qué se trata?
—No. Pero parecía enfadado.
Por supuesto. Su cliente estaba entre rejas y todavía no se habían presentado los cargos. Tanto daba: Charlie podía retenerlo igual, pero el tiempo apremiaba.
—Ahora no tengo tiempo. Dile que llame más tarde.
Madge asintió sin separar los labios, pero parecía querer añadir algo.
—¿Algo más?
—Poco después ha llamado Harvey. Y también quiere hablar contigo; dice que es urgente.
Charlie se puso la chaqueta mientras pensaba: «Por supuesto. En un día como hoy ¿qué más podía esperarme?»
—Si vuelve a llamar, dile lo mismo.
—Pero…
—Haz lo que te digo. Ahora no tengo tiempo para discutir. —A continuación, tras una breve pausa, añadió—: Y dile a Harris que venga un momento; tengo que encargarle algo.
Por la expresión de Madge era evidente que no le gustaba su decisión, pero obedeció. Poco después, el ayudante Harris Young entró en la oficina.
—Necesito que busques a Sims Addison y que lo vigiles.
Harris puso cara de no entender muy bien lo que le pedía.
—¿Quiere que lo detenga?
—No. Sólo quiero que lo encuentres y que no lo pierdas de vista; pero sin que se dé cuenta.
—¿Hasta cuándo?
—Estaré de vuelta a eso de las seis, así que al menos hasta entonces.
—A esa hora prácticamente se habrá acabado mi turno.
—Lo sé.
—¿Y si me llaman y tengo que irme?
—No lo hagas: hoy tu trabajo es ocuparte de Sims. Mandaré a otro agente para que te sustituya.
—¿Todo el día?
Charlie le guiñó un ojo, pues sabía que Harris iba a aburrirse como una ostra.
—Exacto. ¿Verdad que la labor de un agente de la ley es fascinante?
Cuando salió del despacho de Charlie, en lugar de volver a casa, Miles dio una vuelta con el coche por el pueblo, doblando una esquina y luego otra y atravesando New Bern sin rumbo fijo. No pensaba en hacia dónde iba, sino que se dejó llevar por el instinto hasta que se acercó al arco de piedra del cementerio de Cedar Grove.
Aparcó, salió del coche y se abrió camino entre las lápidas hacia la tumba de Missy. Sobre la pequeña losa de mármol había un ramo de flores, secas y marchitas, como si llevaran allí varias semanas. Pero allí siempre había flores, en todas las épocas del año; nunca llevaban tarjeta, pero a Miles no le sorprendía.
Missy, incluso muerta, seguía siendo muy querida.