OCHENTA Y SEIS

Él se pregunta con frecuencia si el problema de su relación con la esfera no es, por su misma índole, irresoluble. Actualmente, la esfera no está siempre delante de sus ojos; sin embargo, incluso cuando se aleja, incluso cuando se aparta u oculta, la esfera actúa, y él advierte que el universo tiene una forma determinada precisamente porque debe albergar la esfera. En ocasiones, apenas se despierta, en la habitación en penumbra —el día ya ha comenzado para todos, pero a él le gusta levantarse, si no tarde, sí al menos con retraso—, la esfera se presenta en el centro de la habitación; la examina con atención, ya que la esfera exige atención, igual que una pregunta. La esfera no siempre muestra el mismo color, oscila del gris al negro: a veces, y son los momentos más inquietantes, la esfera se invierte, y en su lugar aparece una cavidad esférica, un vacío totalmente desprovisto de luz. Ocurre en ocasiones que la esfera se ausenta durante varios días; rara vez, sin embargo, durante más de diez. De repente reaparece a cualquier hora, sin un motivo comprensible, como si hubiese regresado de un viaje, de una ausencia ligeramente culpable pero acordada. Él tiene la impresión de que la esfera finge pedir excusas, pero que en realidad es irónica y, aunque con inocencia, maligna. Hubo un tiempo en que él intentó borrar de su propia vida aquella presencia repulsiva con la violencia; pero la esfera es taciturna, inaferrable, excepto cuando ella misma decide atacar; entonces genera en el punto del cuerpo que toca un dolor opaco, lúgubre, lacerante. No obstante, el acto típico de la hostilidad de la esfera consiste en interponerse entre él y cualquier cosa que él intente ver; en tal caso, la esfera es capaz de reducirse a unas dimensiones mínimas, una bolita bulliciosa que escapa ante sus ojos. Todavía siente la tentación de afrontar la esfera con repentina brutalidad, como si ignorase que no está hecha de nada que pueda ser atacado; o bien piensa en escapar, en recomenzar una vida en un lugar desconocido para la esfera. Pero no cree que esto sea posible; piensa que debe persuadir a la esfera de que deje de existir, y sabe que esta lenta seducción a la nada es un itinerario laberíntico, lento, paciente, minuciosamente astuto.