Los dos amigos están unidos por una singular forma de complicidad: el primero cree que es un maníaco sexual, el segundo que está aquejado de manía homicida. Esa condición, que en sí misma resulta cualquier cosa menos aburrida, se complica por el hecho de que ambos se consideran unos estetas y por tanto unos contempladores de su propia manía. Se desprende de ahí que el maníaco sexual es de una singular castidad, y el maníaco homicida de una innatural pero elegante dulzura. En efecto, cada uno de los dos ha delegado en el otro la tarea de perseguir la propia manía: por lo que le corresponde al maníaco sexual satisfacer la manía homicida del amigo, y al maníaco homicida vivir la manía sexual del compañero. Naturalmente, el maníaco homicida, en el papel de maníaco sexual, es de una inepcia total, cosa que el amigo sabe perfectamente; de idéntica manera, el maníaco sexual no sería capaz de realizar el más modesto y obvio de los homicidios. Por consiguiente, han decidido confiar el uno en el otro: el maníaco sexual le pide al maníaco homicida que realice alguna salvajada, y él consiente; al cabo de veinticuatro horas pasa a informar, relatando estupros, orgías, jovencitas humilladas: naturalmente él no ha hecho nada de todo eso, la mera idea le horroriza, y si viera una dama amenazada por un bruto correría en su defensa, como un antiguo caballero; pero por el afecto que le une al amigo, está dispuesto a fingirse abyecto delincuente; a cambio, uno de los próximos días el maníaco sexual le describirá minuciosamente un terrible e ingenioso delito, realizado en circunstancias tan sutiles e imaginativas, además de improbables, que no aparecerá en ningún diario, si no es con años de retraso. De este modo, el maníaco homicida pasa algunos días de absoluta alegría, y da limosnas a los pobres y dones a la parroquia, en agradecimiento por haber encontrado un amigo tan querido. En realidad; cada uno de ellos sabe que el amigo es totalmente inocente, pero se da cuenta de que una amistad entre dos inocentes no resultaría adecuada a los abismos de su alma; por consiguiente ambos han decidido, en secreto, que cada uno de los dos será el alma negra del otro, ya que sólo de este modo podrán cultivar una delicada, solícita y atenta amistad.