El soberano que le ha condenado, por un delito indicado de manera extremadamente imprecisa y al mismo tiempo amenazadora, le ha hecho recluir en una residencia muy decorosa, con cortinas y músicos, y donde en unas vitrinas de delicada factura y fantásticas formas se alinean jarras de vinos delicados, y golosinas. El condenado lee libros raros guardados en una preciosa biblioteca y contempla obras de arte —estatuas neoclásicas y cuadros expresionistas— que son cambiados con frecuencia, de la misma manera como cambian los efectos de luz y las fuentes del jardín abundante en nobles flores, aunque tal vez un poco severas; pero ya se sabe, se trata de un condenado. Desconoce por qué delito ha sido condenado, y no puede hacer más que asombrarse por su prisión, de la cual no puede salir, pero que es espaciosa y elegante, si bien un poco solitaria. Realmente, nadie le ha dicho que él no pueda en absoluto salir: ya que el soberano tiene sus extravagancias. Existe una puerta, y en primer lugar él debe encontrarla. En la residencia hay decenas de puertas que abren sobre una pared; otras decenas que comunican con aposentos desiertos, sin acceso a otros lugares, otras con habitaciones que dan paso, a través de otra puerta, a un aposento que, mediante una posterior puerta, lleva a la punta inicial; de este modo se dibuja un breve laberinto. Cada una de las puertas está cerrada con llave, y él no tiene la llave; pero también existen puertas que no se abren con la llave sino únicamente con órdenes orales, dichas en voz alta. Estas puertas también llevan una cerradura, pero ilusoria. No se le ha dicho si la puerta que conduce a la libertad está cerrada con llave, o se abre mediante unas palabras. En el segundo caso, tendría que encontrar la fórmula que abre la puerta. Si lo pide, se le entrega un sobre, que contiene una serie de preguntas, y de las respuestas deberá deducir la fórmula liberadora. Las preguntas cambian cada día, y son aparentemente fáciles: mitología griega, no la más obvia, vidas de santos, recuerdos de infancia del condenado, números y su significado, versos latinos palíndromos que deben ser traducidos sin alterar su forma, anamorfosis crípticas, citas clásicas. Es un juego. El prisionero se siente halagado y casi le complace que su libertad dependa del capricho de un príncipe culto. De no ser por el hecho de que su cuerpo lujosamente vestido está lleno de parásitos, renunciaría a buscar esa puerta.