SETENTA Y SIETE

En esta ciudad, todos poseen algo que es indispensable para otra persona, y con lo cual el poseedor no sabe qué hacer, o ignora incluso que lo posee; todos saben que carecen de algo que les resulta absolutamente indispensable, pero nadie sabe quién lo posee, y ni siquiera si quien lo posee lo sabe, o, en el caso de que lo sepa, si está dispuesto a ofrecerlo. Añadamos que jamás sucede, por lo que se sabe, que dos personas tengan lo que es indispensable para la otra, por lo que, en el caso de que llegaran a conocerse, la situación sería relativamente cómoda, limitándose a un intercambio paritario. Así pues, quien posee algo que es indispensable para los demás, no tiene ninguna ventaja en cederlo, a menos que este otro no sea capaz de encontrarle lo que es indispensable para él. Se deduce de ahí que cualquiera que desee realmente lo que le es indispensable, no debe tanto, o no debe únicamente, buscar a quien lo posee, sino también, fundamentalmente, a quien presume que posee lo que es indispensable para el que posee lo que es indispensable para el postulante. De este modo, se ha creado en la ciudad un sistema de mendicidad, encuesta, búsqueda, investigación, postulación, que abarca a todos, aunque de manera indirecta. Cabría hacerse una pregunta: de qué modo puede saber el postulante que no es indispensable para el que lo posee lo que es indispensable para él. En realidad, no hay reglas seguras, pero poco a poco se ha ido creando una manera de adivinar, de deducir, que describe aproximadamente el siguiente recorrido: algo me es indispensable, pero no es indispensable para el que lo posee; ahora bien, si lo que es indispensable para mí es inútil para él, esto significa que necesita una cosa distinta a lo que me resulta indispensable, y así como a todo lo que yo poseo, pero en cierto modo próxima a ambas cosas. Así pues, analizándose a sí mismos, algunos creen poder descubrir lo que, al menos aproximadamente, resulta indispensable al otro. Pero una vez ahí, es preciso descubrir a la persona que posee esa cosa indispensable, la cual, a su vez sólo está dispuesta a cederla si se le ofrece aquello que resulta para ella indispensable. Parecería un problema insoluble, pero puesto que se trata de cosas indispensables, nadie puede renunciar a encontrar alguna solución, y la búsqueda de la cosa indispensable acaba por convertirse a su vez en indispensable, y no está del todo claro si, en aquella ciudad, alguien desea alguna conclusión.