Su oficio es el de Soñado; es un oficio que le gusta, porque le permite carecer de una forma constante, y fluctuar entre todas las posibles formas de pueden servir en un sueño, con una limitación: él es el Soñado Maléfico, y por tanto le corresponden todos los papeles del maleficio, desde el fascista a la bruja. Le gustan las formas animalescas: es excelente como serpiente, como perro rabioso; en ocasiones le ordenan hacer de Cancerbero, o Herodes, y esto último le agrada, por lo del manto real y los criados. También le gusta su oficio porque él es consciente del hecho de que, aunque penosa, su intervención es agradecida por los soñadores. En general, un sueño en el que aparezca el Soñado Maléfico tiene una cierta dignidad, e incluso puede albergar importantes significados. Aunque, en sí mismo, el Soñado Maléfico no suponga grandes iluminaciones, le gusta estar cerca de las revelaciones, de los profundos descubrimientos del alma, si bien, obviamente, él no ama el alma. Pese a saber ser extremadamente desagradable, el Soñado Maléfico no es la Pesadilla. Siguiendo un curso para especialistas, podría llegar a ser Pesadilla, pero no cabe duda de que la profesión de Pesadilla es mucho más pesada, aunque las prestaciones sean más escasas. Cuenta con algunas amistades entre las Pesadillas, y está orgulloso de ello, de la misma manera que está orgulloso de ser admitido en ocasiones a cenar en la mesa de los Significados, que en general son desdeñosos y esquivos. Frecuentar a los Significados es muy gratificante, ya que éstos son de escasa pero halagadora confidencia: pero las Pesadillas muchas veces son deprimentes, y su manera de reír no es relajante. Además, las Pesadillas no son populares entre los soñadores, sino únicamente entre los literatos, que se las hacen contar por quien no sabe escribir; también a los pintores les gustan las Pesadillas. Las Pesadillas, a diferencia del Soñado Maléfico, no están obligadas a poseer una forma determinada, sino que pueden ser pura indeterminación; con frecuencia, cuando reciben invitados, toman aspecto de caballo, o también de maniquí; sin embargo, el Soñador no vacila en frecuentarlas, porque son amistades socialmente relevantes; además, aunque sean una cosa muy diferente, siempre se puede aprender de ellas alguna argucia profesional. En definitiva, el Soñado ha medrado, pero tiene que trabajar mucho y su nivel de vida es más que decoroso; además, en general le corresponde a él, y no a las Pesadillas, anunciar catástrofes y muertes, tarea considerada generalmente como no carente de distinción.